Luces. Música alta. Gente. Calor.
Des de luego las fiestas no están hechas para mí, me suelo agobiar con facilidad cuando tengo mucha gente a mi alrededor y ahora mismo eso era exactamente lo que me estaba pasando. No sé cómo James me convenció para venir hasta aquí, y mucho menos para que mi madre le diera el visto bueno a que su hija saliera por la noche de fiesta y con un chico, pero ahora no había vuelta atrás.
Podía diferenciar a algunas de las personas presentes, entre ellos el grupito de la “populares”, que sean guapas no significa que puedan manipular a la gente, ¿Pero quién era yo para juzgarlas? En comparación suya yo no era nadie.
Para ser sincera, yo nunca he podido decir que tenía muchas amigas, cuando iba a primaria solo me juntaba con tres niñas de la clase, y ahora, bueno, ahora me hablo con seis, que para mí ya es mucho si cuento con que soy tímida y no aceptada socialmente.
Había un ambiente totalmente diferente al que estaba acostumbrada, gente intentando no caerse e intercambiando saliva, ew.
Ya llevaba dos horas aquí dentro y casi no podía respirar
-James – le di un toque en la espalda – James – sin respuesta – JAMES
-Hey, ¿te lo pasas bien?
-Sinceramente preferiría estar en otro sitio que no fuera este, creo que me iré a casa
-¿Qué? Ah sí – se notaba que él estaba algo bebido
-Adiós.
-Eh espera ¿Quieres que te acompañe? – sería más seguro que fuera yo sola por la noche a ir con él, tendría que estar pendiente de él y no me apetecía.
-No, da igual, nos vemos mañana ¿Sí?
Salí de allí sin pensármelo dos veces.
Todo estaba oscuro, aquello dejaba a la vista un paisaje que te dejaba encantada: árboles y arbustos alrededor de un gran abeto acompañado de la luz de la luna.
Al llegar a casa mi madre y mi hermana estaban despiertas, pero no le di mucha importancia, todo lo que quería era dormir hasta cansarme.
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Al despertar estaba desorientada, me froté los ojos y mire el reloj, marcaban las tres de la tarde, había dormido por 13 horas sin despertarme ni un solo minuto, era increíble lo perezosa que podía llegar a ser.
No había nadie en casa, así que supuse que habían salido para ir comprar.
A pesar de haber estado dormida la mitad del día yo continuaba cansada, sin hambre, sin ganas de hacer nada…vacía.
Aquella misma tarde dijeron de quedar las del grupo, y seguidamente James, les respondí con un rotundo no, en vez de eso me quedé leyendo, igual que los dos siguientes días.
La sensación de vacío seguía dentro de mí, cada vez me sentía más indefensa, más débil, más expuesta al mundo.
Mi comida se basaba en un tazón de cereales diario y algún café. Hacía tres días que no salía de casa, ni respiraba aire puro, ni tenía contacto físico con alguien, pero no echaba de menos nada, yo seguía metida en mi mundo.
-Alice deberías salir un poco, hace días que no hablas con nadie– me sugirió mi madre, que como siempre, se lo toma todo a broma
-Ya estoy bien yo sola.
En realidad mi madre tenía parte de razón en aquello, me sentía mal por no haberles contado porque no quería salir, sentía que les estaba decepcionando, pero ¿Cómo explicar que sientes como si te estuvieras muriendo por dentro? Cuando nada ni nadie te hace feliz, solo los libros, era emocionante vivir diferentes vidas a través de las historias, o incluso cuando me sentía identificada con un personaje.
Al quinto día de estar encerrada en casa me sentía enferma, en el sentido de que no sabes el por qué haces las cosas, simplemente las haces. Llegué a la conclusión de que debería salir aunque sea unos minutos, pero como iba a salir si solo con tener que caminar de mi habitación a la cocina ya era un suplicio para mí.
Estaba sentada en el sillón de mi salón tranquilamente hasta que mi abuela entró por la puerta
-A esta niña le tienes que hacer unos análisis de sangre, o llevarla al médico, ¿Pero tú has visto como esta?
-Estoy bien abu…
-Pero como vas a estar bien si no comes nada, ¿Eh? – me interrumpió
Ni si quiera me moleste en contestar
Yo no era consciente por lo que estaba pasando, hasta que ocurrió lo que tenía que ocurrir.