Prólogo

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Parecía ser un día normal en la vida de Georgina, levantarse un lunes por la mañana como era de costumbre, hacerse su desayuno, pues su familia era bastante disfuncional, su madre había muerto en labor de parto, aquella noche había perdido a su madre y a su hermano, lo que ocasionó que su padre se perdiera en los vanos placeres de la vida. Todos esos hechos hicieron que Georgina no pudiera disfrutar de aquel desayuno que antes preparaba su madre en todas aquellas mañanas, con el tiempo parecía haber superado la muerte de su madre y hermano, su día a día se volvía monótono con el pasar del tiempo. Aquel lunes iba a ser la excepción.

Al cabo de haber desayunado, Georgina tenía el hábito de escribir unas notas con todas las actividades que tenía pensado hacer en el día, siempre pasaba merodeando su cuarto buscando nuevas aficiones, distintas maneras en las que podría aprovechar las tristes noches estando fuera de casa, puesto que odiaba pasar tiempo con su padre, quien en los últimos días había pasaba tomando a tales excesos que algunas veces intentaba golpear a su única hija. En aquella mañana había tomado la decisión de empezar a aprender arte callejera, Georgina le gustaba admirar aquellas pinturas en las paredes cerca de su casa, esa afición de admirar esas pinturas inició un año atrás. El mismo año en el que su madre falleció, habían pasado meses y pronto la economía decaería, hasta el punto en el que su padre no tendría para pagar la renta, así fue como se mudaron a los suburbios de Broocklyn.

Con veintitrés años de edad, Georgina era una chica muy atractiva con un lindo cuerpo que dejaba notar sus atributos, los cuales eran imposible de pasar desapercibidos, con lindas curvas y un rostro delicado, cabello negro liso y con hermosos ojos color café claro, hacían que en la universidad llamara la atención de muchos chicos, no obstante, su timidez impedía que pudiera tener alguna relación estable, en su vida había tenido solo dos novios, dos relaciones de corto plazo de las cuales no pudo surgir ningún amorillo que llegara más allá de los besos. Para Georgina, el placer sexual era un misterio, uno que no provocaba en ella más que curiosidad, el ajetreo del día a día evitaba que pudiera pensar en ello.

Aquel lunes, Georgina pasó el día en la universidad pensando en aquella pintura dibujada en la entrada de lo que parecía ser un callejón, aquella imagen que se había impregnado en su cabeza hacía que se distrajera en las clases, una pintura en la que se veían varios brazos tomando el cuerpo de lo que parecía ser una chica, se preguntaba - ¿Qué significado podría tener aquella pintura?-. Al cabo de las clases, el reloj marcaba las dos de la tarde, Georgina había empacado un poco de comida para el almuerzo, después de haber terminado de almorzar, se acostó en una banca de la universidad, cerró los ojos y con facilidad se durmió. La noche anterior no había podido dormir nada, su padre decía en la noche mientras lloraba que se iba a suicidar, una noche de vez en cuando decía eso, cuando las drogas le hacían más daño de lo habitual.

Al llegar la noche, un guardia se acercó a ella para decirle que estaban por cerrar la universidad. Georgina revisó la hora de su reloj, el cual marcaba las siete de la noche, de inmediato se levantó de la banca y salió de la universidad para luego tomar el metro. De camino, solo pensaba en ver aquel muro pintado y en entrar en el callejón, donde esperaba ver más pinturas y si tenía suerte, encontrar a algún artista.

Georgina se bajó en la parada que estaba cerca del muro, luego caminó un par de cuadras, el reloj marcaba las siete y cuarenta minutos cuando ella caminaba por las calles no tan desoladas. Al llegar al muro, Georgina se quedó escrutando (prestar toda la  atención) con la mirada la pintura que le robaba la atención, intentaba con desdén descifrar su significado, encontrar el mensaje que el artista quería transmitir. Pronto y sin darse cuenta, había dejado pasar los minutos y se encontraba sola, mirando la pintura, hasta que un sujeto se acercó a ella, un hombre con buen porte, con un cabello bien arreglado, no parecía ser un artista callejero. El sujeto se mostró interesado en la chica que miraba la pintura.

La chica de la noche Donde viven las historias. Descúbrelo ahora