Capítulo III

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Arribaba la noche en las calles de Broocklyn, una noche lluviosa que daba la impresión de no parar, arruinando así el sonido de la tranquilidad. La tormenta era tan fuerte que hacía que las pocas personas que se tomaban ese tiempo para estar con sus parejas en los parques o solo caminar disfrutando del frío acogedor. Aquella noche era devastadora para muchos, las mujeres que salían a vender su cuerpo se mojarían, el agua estropeaba todo el maquillaje y las pinturas exóticas que las hacían verse más llamativas, los burdeles se quedaban a oscuras después de un apagón, esos establecimientos cerraron debido a la tormenta.

Debajo de un puente, en un lugar poco espacioso, descansaba un señor de avanzada edad, un hombre cuya barba desarreglada hablaba muy mal de él, no obstante, la apariencia de mendigo no le quitaba su buen corazón,  en cerrado en aquel lugar encendía una pequeña fogata, a su alrededor tenía varios papeles de periódico que usaba como sábana, él vivía el día a día mendigando para conseguir con poco de comida, en esa ocasión, había corrido con suerte, pues un hombre se había apiadado de él y le convidó de la compra de una caja de pizza, dejando varios trozos de pizza en la caja.

Una chica que no tenía a dónde ir encontró el lugar donde yacía el anciano, la entrada estaba cubierta por un pedazo de tela rasgada, la chica al entrar hizo un gesto mientras temblaba de frío. El señor la dejó pasar y luego la acogió, compartió los pedazos de comida que tenía con aquella chica, a pesar de tener bastante hambre, la atendió lo mejor que podía, con el tiempo, la chica empezaría a entrar en calor con la pequeña fogata que había.

Después de media hora, la chica parecía entristecerse, hasta llegar al punto de dejarse llevar por el sentimiento, dejando que las lágrimas empezaran a resbalarse por sus mejillas, hasta llegar al punto de estar llorando. El señor intentó consolarla poniendo su mano en el hombro de ella, luego le sonrió intentando animarla, ella respondió con una sonrisa forzada.

 - ¿Cuál es tu nombre?- Preguntó el señor de una forma muy amistosa

 -Georgina- Respondió, un poco temerosa

-Georgina, ¿Qué fue lo que pasó?

Georgina no quería decir nada al respecto, ella no se encontraba bien, había pasado varios días deambulando en las calles, después de haber escapado de la pena de cárcel provocada por el homicidio del cual ella había sido responsable varios días atrás, cuando su vida se volvió gris, cargaba con la culpa de sus actos, cargaba con la responsabilidad de sus malas decisiones, ella sufría por dentro, no obstante, no podía regresar a su casa, debido a que la policía aún investigaba el caso.

Georgina guardó silencio evitando entrar en esa conversación, ella se limitó a decir "gracias", el señor comprendía que ella estaba pasando por un mal momento, decidió darle su espacio. Ella cargaba consigo una bolsa con ropa y un cobertor grande, el cual lo cortaría a la mitad para compartir con el señor, así fue como pasaron la noche.

Después de pasar varios días deambulando y luego quedándose con el señor, ella no encontraba trabajo, pues sus fachas no le daban una buena presentación, con el tiempo se hizo imposible para ella encontrar trabajo. Pronto, el señor que la acogía enfermaría, en las condiciones en las que él vivía, superar una simple gripe se volvía una faena.

Georgina acompañaba al señor mientras él agonizaba en una noche, ella no sabía qué hacer, sabía que él no sobreviviría.El anciano reunió fuerzas para hablar con ella, a pesar de la edad avanzada y la falta de medicamentos, él estaba lúcido.

 -Mi hija se llama Alice, la última vez que la vi, ella era una bebé, la perdí por borracho e irresponsable, ya debe ser adulta, haberme apartado de ella fue duro, pero era necesario, no tenía nada bueno que ofrecer, no supe qué se siente criar a una hija...

El señor seguía desahogándose mientras Georgina pensaba en su futuro, qué le quedaba hacer, todo se desmoronaba, el señor murió. Georgina nunca supo el nombre de aquel sujeto que la había acogido sin siquiera conocerla. Esa noche tomó la decisión de empezar una nueva vida, días después se cambió el nombre, dejando atrás su identidad de Georgina, se cambió el nombre a Alice, en agradecimiento a aquel anciano.

Un mes después ella visitó el muro que tanto le había intrigado tiempo atrás, observó la pintura y examinó cada gravado, mientras la observaba, su mente recordaba cada instante que pasó con Stephen, reconociendo así que le había gustado pasar aquella noche junto a él. De repente un hombre se acercó a ella, cargaba un maletín, era un hombre misterioso, vestía elegantemente.

 -Te he visto un par de veces- Se escuchó la voz gruesa del hombre, aparentando interés en ella

Ella se volteo a él y clavó su mirada en él, una mirada deseosa, como si en su cabeza habitara un demonio que la atormentaba, aquel sentimiento inexplicable de atracción y codicia, un impulso crecía en ella mientras miraba a aquel sujeto.

El hombre prosiguió diciendo

 -Eres linda, te tengo una propuesta de trabajo


  


La chica de la noche Donde viven las historias. Descúbrelo ahora