Primer intento

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Sin darse cuenta se había acostumbrado a ser observada y ahora que nadie lo hacía, la soledad estaba más presente que nunca. Empezaba a arrepentirse de haber ahuyentado a la pequeña criatura. Desde el encuentro, una duda le embargaba, no podía evitar cuestionarse todo aquello que le habían enseñado de pequeña ¿Debía tener miedo de la magia? ¿Realmente los magos pertenecían a la raza demoníaca? Si fuera así ¿Porque un hada la cuidaría durante tantos años? Nada parecía tener sentido. Siempre había creído que la raza humana era estúpida. Se asesinaban unos a otros para poder llamar suyo a un trozo de tierra, jugaban sus vidas por personas que ni si quiera conocían, seguian como borregos a personas por un simple apellido, pero no era capaz de creer que hubieran llegado tan lejos ¿Eran falsos los escritos de los libros sagrados? ¿Hasta que punto eran capaces de llevar esa mentira? Aquello era demasiado enrevesado. Para conseguir engañar a toda una raza durante tanto tiempo debía haber humanos muy importantes implicados.
Un pensamiento tan conspiratorio era difícil de creer. Necesitaba respuestas y la única capaz de proporcionarselas  era el hada pero ya no estaba. Sentía la obligación de hacerla volver aunque no sabía como. Debía tranquilizarse, pensar en algo, tenía que haber alguna forma de que la notara. Huyó al confirmar el temor que sentía hacia ella y aunque ya no era así, no tenía forma de hacérselo saber. Chasqueó la lengua. Sí conseguía usar sus poderes, era posible que sintiera la magia, por lo que sabía, los magos aún sin saber controlar sus poderes, tenían una gran energía, si aprendía a usarla, tal vez se acercara. Estaba decidido. Se levantó rápidamente y recogió su bolsa. Antes de irse observó por última vez el lago Th'liu. Había pasado mucho tiempo caminando en su búsqueda y ahora que por fin estaba ante el, debía irse sin poder observar el espectáculo que tanto había soñado. Suspiró y se adentró en el bosque, la orilla estaba demasiado despejada, podía llamar la atención de la criatura equivocada. Mientras caminaba pensó en algo. Hacía 12 años de la primera y última vez que usó sus poderes, ni siquiera aquel día sabía como hacerlo, a día de hoy seguía sin saberlo. Intentó recordar lo que pasó aquel día, pero el paso del tiempo y el miedo habían conseguido nublar sus recuerdos. Todo sucedió muy deprisa, los momentos se entrelazaban unos con otros creando un nudo de recuerdos difícil de deshacer. Poco a poco consiguió poner orden hasta formar un solo recuerdo, sin embargo seguía habiendo momentos que no conseguía recordar con total claridad.  Sus padres se habían dedicado al negocio de la lana desde mucho antes que André naciera, por lo que para ese momento su familia ya era de las más adineradas de la ciudad. Era época de esquila y en su casa no existía otra cosa que no fuera trabajo. Las personas que normalmente se encargaban de cuidar los ovejas estaban cuchillo en mano deshaciendo a los animales de la gruesa capa de lana que les recubría. El sol quemaba su piel mientras corría guiando a las ovejas que ya habían sido esquiladas. Era la cuarta tanda que guiaba de vuelta al cerco, cuando escuchó a su hermano gritar. En un momento el sol había sido absorbido por un manto de nubes grises, había que recoger la lana antes de que empezara a llover. Cuando llegó donde estaba André, ya cargaba 4 sacos de lana, sin esfuerzo aparente. Siempre había sido consciente de la fuerza que tenía su hermano, sin embargo no podía evitar asombrarse cada vez que lo veía. André era su héroe, fuerte, sabio, honrado y humilde. Desde que tenía consciencia recordaba a su hermano jurar por los dioses que siempre protegería a todo aquel que lo necesitase y así era. No sólo se pasaba el día entrenando para endurecer su cuerpo, también leía y releía todo tipo de libros hasta sabérselos de memoria. No le importaba prestar una mano, siempre con una sonrisa, como si el fuera el ayudado. Quería ser como él. Lo ansiaba. Fueron estos pensamientos lo que la llevaron a intentar levantar 7 sacos de lana. Lo intentó una y otra vez, sin resultado alguno. Estaba frustrada, pero no cedía en el intento, cuando de pronto comenzó a notar un gran calor en el centro de su pecho, que empezó a extenderse rápidamente por cada centímetro de su cuerpo hasta llegar a la punta de los dedos. Un escalofrío le recorrió la espalda, erizandole la piel. Se sentía poderosa e invencible, capaz de hacer cualquier cosa. Fue entonces cuando los sacos se movieron, pero no como ella esperaba. Un torbellino había absorbido los sacos de lana que segundos antes estaban ante ella. No entendía que estaba pasando, tenía miedo, quería que parara pero los sacos seguían dando vueltas atrapados por la fuerza del torbellino. Entonces lo vió, no era un torbellino normal, era como si estuviera tumbado. Se miró las manos y sintió como el mundo se le caía encima. El fuerte viento salía de la puntade sus dedos. Aterrorizada, miró a todos lados, suplicándole a los dioses que nadie la hubiera visto, pero no la escucharon. En la puerta del granero estaba André, con la mirada seria. Antes de darse cuenta estaba siendo arrastrada por su hermano, que corría con todas sus fuerzas. Durante todo el camino no hizo más que llorar y pedirle que no la matara. Pero esa no era su intención. Llegaron al principio del bosque, fue entonces cuando André le soltó la mano. Lo miró asustada, pero al ver a su hermano, los miedos se fueron. Lloraba en silencio, mientras las lágrimas le caían empapándole la cara, aún así seguía sonriendo. Se agachó, envolviendola con sus brazos, con tanta fuerza que por un momento pensó que se unirían en una sola persona. Estuvieron asi más de 5 minutos, hasta que se separó de ella y le besó la mejilla.-Lo siento Kina, prometí que siempre te protegería, pero he fallado. -Las lágrimas volvieron a rodar por sus mejillas. -Ahora tienes que seguir sola, uno de los trabajadores de papá te vió, no puedes volver a la ciudad.
Empezaba a entenderlo, debía irse, aunque no quisiera, si se quedaba sólo pondría en peligro a su hermano.
-Está bien André, pero no me olvides por favor, yo te quiero.
Entonces André le mostró la sonrisa más triste que había visto nunca y sintió como su corazón se rompía en mil pedazos.
-Jamás te olvidaré Kina, pero tienes que prometerme que no morirás. Usa la magia para sobrevivir, eres muy fuerte aunque no lo creas.
Se unieron en un último abrazo. André le dió un pequeño empujón acompañado como siempre de una sonrisa. Entonces empezó a correr, adentrándose en el bosque, sintiendo como con cada paso se alejaba aún más de su humanidad. Nunca volvería a tener una vida normal, estaba condenada al destierro.


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