Capítulo 10

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Siento haber tardado tanto en subir este capítulo. Casi un mes desde que subí la parte anterior, pero he tenido ciertas dudas sobre si seguir con la historia. A veces hay una pequeña vocecita susurrándome al oído lo inútil que soy y es difícil escribir algo decente si no se calla. Por suerte ya se ha ido y espero que tarde bastante en volver. Vuelvo a pediros disculpa por la tardanza. Espero que lo disfrutéis:3

Cuando salió de la sala de reuniones eran poco más de las cuatro de la tarde. Sin darse cuenta se había levantado un fuerte viento. Miró al cielo, que poco a poco se escondía tras un manto de espesas y grises nubes, no tardaría en comenzar a llover, cosa que le alegró de sobremanera. La lluvia fortalecia sus poderes, y la humedad del ambiente le venía como anillo al dedo a la hora de desplazarse. Emprendió camino hacia su casa, situada 8 plantas más arriba, debía avisar al Curma de que se marchaba y llevárselo con ella, si no, el ave podría morir de tristeza en pocos días.
Dedicó el camino a observar aquello que un día consideró su hogar. La aldea había cambiado casi por completo, las hadas con las que había crecido murieron en su mayoría durante la Guerra del Destierro, razón por la que decidió abandonar Ciraf.
Volver siempre le provocaba sentimientos encontrados. Por una parte amaba su aldea y la bondad incondicional de las hadas, por otra, la ausencia de sus compañeros y la culpa de habérlos abandonado se volvía mucho más difícil de soportar. Pasó por encima del distrito
Blanc, en el que vivían las hadas de viento y como siempre ocurría cuando lo veía, perdió el hilo de sus pensamientos. No podía evitar sentirse asombrada e intimidada cada vez que lo observaba. Todo el distrito desprendía perfección. Al contrario de Natura, un distrito lleno de colores, juegos y ruido, Blanc había sido construido en su totalidad con raíces de Quomis, árboles blancos y gigantescos, cuyas frutas, de color negro, eran cuadradas y extremadamente peligrosas, pues si no sabías como arrancarlas del árbol, explotaban, dejando sin brazos al despistado que había sido atraído por su delicioso olor.
Ordenado con una simetría perfecta, Blanc estaba construido alrededor de la vivienda de Wanler, el hada más sabía de toda la aldea, después de Celius. Las hadas de viento siempre se habían diferenciado por su gran talento con el uso de las palabras y su voracidad por el conocimiento. No había pregunta que Wanler no supiera responder, por lo que, al marcharse Helina de la aldea, se había convertido en la mano derecha de Celius. No se tomaba una decisión sin que está extraña pareja lo hubieran meditado durante días.
Centrada en sus pensamientos, había pasado sin darse cuenta la puerta de su casa, por lo que se vio obligada a retroceder varios metros. Colocó las manos abiertas sobre la puerta, que se abrió con un crujido en cuanto sintió el flujo mágico del hada. No le dió tiempo a poner un pie dentro cuando se vió en el suelo, abatida por la fuerza del Curma que había corrido hacia ella. No pudo evitar sonreir. Se levantó apartando al ave, y se percató de que el plumaje de esta había cambiado, el color azul predominaba ahora en ella. Por un momento se preguntó si ya sería capaz de  controlar el elemento, pero lo descartó rápidamente, no había pasado ni dos días desde que la ayudó, era demasiado pronto. Se dirigió a su escritorio, sentándose frente a el, agarró una hoja de Quomi, y comenzó a escribir con la humedad de sus dedos. Desde que tenía uso de razón habia usado ese método para comunicarse con Celius, aunque no fuera nada importante, le gustaba aquella manera de escribir. Dejó una pequeña descripción de Kina, para facilitar a su compañero el informe de la joven maga. Después de esto dobló la hoja, llamó a su nuevo amigo, que la seguía encantado mientras entonaba una alegre melodía y salió de la pequeña casa incrustada en Damér. Dejó la nota pegada a la insulsa puerta de madera, sabía que Celius la vería antes de que acabara el día. El Curma se agachó, sabiendo ya que el hada le agradecería el viaje, y esta no  dudo en subir. Echó un último vistazo a su hogar, sabiendo que pronto regresaría. Unas palmadas en la cabeza del ave le hicieron saber que era hora de emprender el vuelo, cosa que no tardó en hacer. En unas horas volvería con su querida compañera.

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⏰ Última actualización: Jul 15, 2018 ⏰

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