Capítulo 17

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Estoy un poco nerviosa, no estaba segura de que me vayan a dar el empleo, el señor, al que por cierto no le pregunté su nombre, sólo me dijo que hoy lo íbamos a hablar, pero no me dijo que estaba contratada. Aunque ser mesera de una cafetería no es la gran cosa, todo puede suceder.

Me estacioné afuera de la cafetería. Esta mañana le rogué a Logan que me prestara su auto y pasaron unos largos 5 minutos de hacerle cariñitos amistosos para que se rindiera y me lo prestara… fue fácil.

Entré por la puerta de entrada y me sorprendí de ver el lugar muy lleno, parecía juguetería un día antes de navidad. Es un lugar grande así que me costó varios pisotones, muchos empujones y unas cuantas maldiciones por parte del gentío para poder encontrar al dueño.

-¡Muchacha!, ¡Qué bueno que estas aquí!- dijo gritando levemente por los ruidosos murmullos y risas de los clientes.- ¡Toma! No hay tiempo de hablar, ponte esto y atiende.- me entregó un mandil color café con el logotipo de la cafetería, para después entrar a un cuarto que decía “sólo personal”.

- ¡Oye niña!, ¿Qué haces ahí parada? Ven acá.-Me ordenó la cajera sin dejar de ver su computadora, mientras recibía dinero y entregaba cambio.

Me acerqué rápidamente a ella. Es una señora no mayor de los 40 años.

- Hola, me llamo Samantha.-

- Si, si, soy Martina. Ahora lleva esto y esto, a la mesa 5, la que está pegada a la ventana… luego esto a la primera que esta por la puerta. Anda niña.- dijo apresurada.

Hice rápidamente lo que me pidió, para así seguir con lo demás…

[...]

Ya sólo quedaban unas cuantas mesas ocupadas, faltaba media hora para cerrar el local. Fui al lado de Martina quien tenía los brazos apoyados en la barra. Me volteó a ver.

- No te preocupes, mañana no va a estar así, es sólo los martes 2x1.- respondió a mi pregunta no realizada.

- oh… eso lo explica todo.-

- Realmente odio los martes, son lo días de trabajo más largos, y no solamente porque cerramos a las 10 de la noche.- comentó la otra mesera a la cual aún no conocía. – Soy Camila.

- Sam.- le sonreí y ella me devolvió la sonrisa.

Escuchamos un sonido en la puerta, los últimos clientes ya habían salido.

- Bueno chicas, es tiempo de irse.- anunció Martina.

En ese momento el dueño aparece de no sé dónde.

- Me gustaría hablar contigo.- dijo apuntándome y yo asentí mientras lo seguía.

Después de una charla para que el señor Roberts me conozca y me explique todo en lo que consiste mi trabajo, me dio definitivamente el empleo.

Abrí el auto y me metí antes de poner mi bolsa en el asiento del copiloto. Me quedé un momento sentada, cerré los ojos y recosté mi cabeza en el respaldo del asiento. A esta hora las calles están desiertas y la mayoría de los locales ya están cerrados.

Realmente fue un día agotador, se calmaron un poco las cosas dos horas antes de cerrar, pero antes de eso ni siquiera paramos, nunca creí que odiaría los martes 2x1. Obtuve buenas propinas, y más por los chicos que trataban de coquetearme. A Zayn no le gustará eso.

Abrí los ojos, metí la llave y arranqué el auto, miré por el espejo retrovisor y volví mi mirada al frente… regresé mi mirada rápidamente, había un auto negro estacionado detrás de otros dos que estaban atrás de mí, y había un tipo ahí, que raro, no hay nadie aquí más que yo. Noté que mi pulso se empezó a acelerar pero no le hice caso y mejor avancé. Tal vez sólo es casualidad y yo esté paranoica.

Traté de parecer normal al principio, pero comencé a desesperarme al notar que el auto estaba detrás de mí, me seguía, pisé más rápido el acelerador. Dios… esto no puede estar pasándome. No conozco muy bien este lugar, sólo me sé un camino y mi departamento está un poco alejado de aquí, no puedo tomar atajos aunque quisiera.

Miré el espejo retrovisor y el auto ya estaba más cerca, mierda. Aceleré lo más que pude pero eso apenas y me ayudaba a estar a dos o tres metros de él. Me derrapé un poco al dar la vuelta en una curva que por desesperada no había visto, el tipo estaba cada vez más cerca y yo cada vez más asustada. Sentí un golpe en la parte trasera y mi cabeza se fue hacia adelante y atrás violentamente.

- ¡¿Qué mierda quieres?!- grité, aunque sabía que no podía oírme.

Sentí otro golpe, esta vez más fuerte. Ya había llegado a mi colonia, ya conocía más por aquí y di la vuelta bruscamente en una esquina sorprendiéndome de no haber chocado con el poste de luz. Estaba a 90 km/h en un lugar donde se permitía menos de 40. Mi corazón estaba latiendo más rápido que la velocidad a la que iba, y mi respiración acelerada no me permitía concentrarme bien.

Dos luces de un auto que apareció de repente delante de mí, hizo que me diera cuenta de que yo estaba en sentido contrario, mire nuevamente el espejo retrovisor y el auto ya no me seguía, no estaba por ningún lado, miré al frente de nuevo y el coche rojo estaba ahora muy cerca de mí.

No, no, no.

Sólo tuve tiempo de girar el volente rápidamente para después estamparme contra un árbol… y luego…nada.

You can't escape.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora