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   otra vez, yoongi dejó a namjoon cuando aún quedaban un par de metros para llegar a la hospedería, como siempre, a pedido del menor. el pelinegro sólo le apretó del hombro, parecía demasiado cansado como para oponerse. cuando yoongi se hubo ido, nam aprovechó y, pasando de la hospedería, llegó a un lago algo alejado del pueblo. en algún momento había dejado de llover, así que aprovechó para ir a bañarse un poco.

   el césped algo alto le hacía cosquillas en sus tobillos desnudos, el canto de los grillos y pájaros resonaba en el solitario lugar y resonaba en sus oídos, la luz de los cosmos iluminaban el espacio lejano a las luces artificiales y se reflejaba en el lago. arbustos y flores también adornaban el espacio. namjoon amaba ir a pasear por ese lugar de vez en cuando.

   se acercó lo suficiente como para rozar con sus deditos el agua. un escalofrío recorrió su espalda al sentir lo fría que estaba. pensó en que tal vez tendría un resfrío el día siguiente, pero no es como si pudiese entrar así de sucio a la hospedería y que los choi lo descubrieran. se quitó sus zapatillas y lentamente entró al agua. sus manitos recorrían su cuerpo intentando sacar toda la suciedad de su cuerpo y de la ropa que aún llevaba puesta. decidió no meterse con su calzado ya que tardan mucho en secarse y no tiene otros pares.

   sus piecitos dolían por estar en contacto con las afiladas piedras y sus músculos se contraían por el frío haciendo que sus heridas vuelvan a doler. pensó en que es lo que había hecho mal ese día. estuve demasiado cerca de los huéspedes, pensó. si me hubiesen visto, habría metido a los señores Choi en problemas, por eso recibí este castigo hoy. se convenció a sí mismo de que todo era su culpa, mientras pasaba sus manos por sus heridas tratando de hacer lo mismo que naeun hace para curarlo. 

   cuando pensó que ya había estado ahí lo suficiente, salió del agua. algunos trompicones lo acompañaron en el camino hacia sus zapatitos, pero por suerte no se cayó y no se ensució de nuevo. sus piernas temblaban tanto — al igual que todo su cuerpo — y se le dificultaba caminar. la ropa mojada se le pegaba al cuerpo, haciéndolo sentir mucho más la fría temperatura del invierno. 

   ya con sus zapatos puestos, fue directo a la hospedería. los charcos de agua y barro chapoteaban con cada paso que daba. la lluvia se había detenido hace tiempo, tal vez el cielo teniéndole pena al morocho, aunque tampoco es como si a éste le importase. el frió le calaba hasta los huesos, no permitiéndole ni siquiera pensar, sólo caminaba inconscientemente. 

   al llegar a su destino, caminó hasta la ventana por la que había salido y trepó con ayuda de unas cajas y ladrillos que allí se encontraban. al entrar en la habitación, cerró la ventana para que el viento no entrara en ella, aunque mucho no cambiaría ya que la habitación estaba demasiado fría. sacó su ropa mojada y la estiró en el suelo para que se secasen, se puso la otra muda que tenia gracias a su hermana. consistía de unos pantalones bastante largos y una remera que también le quedaba bastantes tallas más grandes. agradeció no haber mojado esta ropa, ya que era la más calentita que tenía. 

   se acostó en su cama y se tapó con la fina manta que tenía, haciéndose bolita para obtener más calor, y aún temblando se durmió.

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   un estornudo resonó por la habitación. efectivamente, se había enfermado la noche anterior. suspiró con cansancio, llevaba meses enfermándose rápidamente, y parecía que no mejoraba nunca. no lo entendía, ya debería haberse acostumbrado a vivir así, ¿verdad? ¿entonces por qué no deja de enfermarse? 

   se acomodó mejor, apoyando su espalda en la pared y la manta en sus hombros como una capa. se supone que ese día no debía trabajar ya que los Choi habían salido y no le dejaron nada para hacer, así que se quedó encerrado en su cuarto. tampoco se atrevía a salir, no quería recibir otro castigo.  

   rascó el puente de su nariz cuidadosamente para no abrir la lastimaduras que tenía ahí y cerró los ojos. hizo lo posible para no pensar en el dolor recordando cosas bonitas que haya visto. primero naeun, ella era la niña más bonita que namuoon haya visto en su vida. su cabello castaño, largo y suave; su cara redonda y pálida, pero no de un tono enfermizo, con unas pequeñas pecas bajo sus ojos; nariz pequeña al igual que sus labios. ella era pequeña, sus acciones eran delicadas y elegantes, y qué decir de su personalidad. a pesar de su apariencia, eun era una chica fuerte y con carácter. nam deseaba ser como ella.

   ¿ya dije que también ama el pueblo? porque de verdad le gusta, y todo lo que vio ahí y en el bosque también. los colores pasteles de las casas le daban una sensación cálida en el pecho, y los colores del bosque lo hacían sentir libre. le encantaba el olor dulce que salía de las casas y tiendas del pueblo, y los ácidos y fuertes olores de las plantas y árboles. también le gustó la galleta que le regaló aquél panadero y... ¡oh! ¡casi olvida a yoongi!  

    su pancita empezó a doler, estaba hambriento.

   — nana, quiero comer — susurró con un puchero.

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cosette; yoonnamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora