Narra Emeritus:
¿Sabéis cuando un animal está gruñendo mientras clava la mirada en vosotros? Ese sonido de aviso que te vigila cada movimiento que das. Bien, hay gente que es inteligente y que cuando ocurre esto, retrocede un par de pasos atrás, inclina la cabeza y reza porque las fauces del animal no le devore el escueto culo.
Bueno, yo soy esa excepción camicaze.
No me gusta que me reten, y menos una pequeña cachorrilla perdida como era ella. La curiosidad le hizo un camino oscuro sobre pétalos de rosas negras que ella todavía no había visto. Tan solo era la primera fase de su perdición: La curiosidad.
Qué impulsiva debía de ser aquella chica, si con un gesto su capricho aumentó hacia mi persona. Por ello me reía. Podía sentirla huroneando en mi nuca, olfateando mi ropa en busca de información. Pobre diabla.
Simon se había ido a la habitación hacía ya más de diez minutos, y la amiga de la lobita le había puesto la correa respectiva y se la había llevado de la cafetería.
En cambio, yo, me quedé un par de minutos más en la cafetería, con los pensamientos perdidos en un océano negro de posibilidades prohibidas, allá donde la caja de Pandora permanecía cerrada y atada con millones de cadenas, puestas por la experiencia y unas órdenes explícitas a la hora de firmar un contrato con el diablo.
Aquello me había hecho pensar en la última vez que aquella caja fue abierta. Era tan solo un chico vehemente, que no conocía nada más allá de sus egoístas narices. Alguien que solo pensaba en el ahora y que ni si quiera pensaba.
No, por aquel entonces no lo consideraba importante.
Había cambiado tanto con los años, tanto, tanto... que era una persona totalmente diferente ahora. ¿En qué momento empezó a cambiar todo?
Lo recordaba muy bien.
Una oportunidad, un contrato con bordes dorados y un olor a azufre que conseguía ser tan adictivo como vomitivo. Una irracionalidad por mi parte más adolescente que se lanzó de lleno a la boca del lobo, con ansias de mucho más de lo que ponía aquella letra regia escrita por un viejo conocido.
Qué imbécil era, y qué imbécil soy.
Creía que iba a tener un poder sobrenatural, y realmente lo tengo, quizá más del que creo poder controlar. Quizá tan solo debo esperar a la orden exacta para crear una oleada de viejos amigos alados.
Él me ofreció poder, popularidad, talento, perfección... una... oportunidad. Y como un crío que perseguía sus sueños, firmé el contrato irrompible. Si quiera recuerdo habérmelo pensado unos segundos. Seguramente era la culpa de la voz de aquel hombre metido en aquel traje papal que tenía toques dorados y blancos. Qué viejo era. Dos pozos blancos de muerte simulaban sus ojos y un pelo largo y débil, canoso, descansaba en su espalda. Figura perfecta en un trono irreal, y acompañado por los dos mejores demonios del inframundo, a cada cual, uno más joven que el anterior.
Uno me miraba con expectativas, dulce incluso, dándome ánimos tras aquella vista tan cansada. El segundo más mayor en la sala. En cambio, el más joven de ellos tres, me miraba con unos ojos intraspasables, con el mentón alzado orgulloso e incluso logré escucharlo gruñir. Desde luego que estaba molesto conmigo por alguna razón. Su ceño estaba bien marcado, su mandíbula dibujada como una calavera apretada y no le hizo falta hablarme para hacerme sentir como una verdadera mierda.
Bajé mi mirada de inmediato. La saliva no atravesaba mi garganta, y sentía ahogarme en una presión inexistente. La voz del más mayor de los tres, aquel con la túnica blanca y dorada, me sacó del miedo como una mano arrugada tomaba una alma nueva al cielo.
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If You've Ghost... || Cancelada
Fanfiction"Deberías haberme hecho caso cuando te dije que te alejaras de mí. Tú no sabías dónde te metías, solo eras una esclava más de la lujuria, de la irracionalidad de tu corazón que mentía a su propia realidad. Los dotes que proceden de los hijos del Án...