5. Cacería

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La oferta ya estaba hecha, y la decisión estaba en manos de los trolls

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La oferta ya estaba hecha, y la decisión estaba en manos de los trolls. A Tom sin duda le había interesado aquella tentadora propuesta, al igual que a Berto, quien había caído cautivado con aquella misteriosa proposición, igual de misteriosa que la portadora.

—¿Y bien, que opinaís? ¿Cuento con ustedes? —preguntó la gaurhoth, sus ojos reflejaban cierta esperanza de que ellos aceptaran su temible propuesta.

—Esta bien, la aceptamos. —declaró Berto, para felicidad de Avathael, todo estaba saliendo según lo acordado.

—Perfecto, sabía que ibaías a aceptar mi proposición. —dijo la gaurhoth, mientras una alegre sonrisa resaltaba en su rostro.

—¿Cuándo partimos? Ya quiero saber a donde vamos. —dijo Guille, quien también se encontraba feliz. Pues los trolls no se habían comido a la licántropo, y además la ayudarían en su oscura empresa.

—Ahora mismo ¡En marcha!
—exclamó Tom, quien ya disponía de una buena cantidad de armas para el camino, en el fondo sentía que les serían de mucha utilidad.

En cuanto Tom, Berto y Guille dieron los primeros pasos, la voz de Avathael los detuvo.

—Creo que se estaís olvidando de algo importante —mencionó la gaurhoth.

Los tres trolls dijeron que ya contaban con armas, y para ellos eso era más que suficiente.

—Pues... ¡Se estaís olvidando de mí!
—exclamó Avathael, sumamente furiosa, pues la licántropo aún continuaba atada y capturada en un saco, sin la posibilidad alguna de escapar.

Desde que la habían desatado, la joven gaurhoth se había mantenido quieta, pues los trolls ya habían decidido acompañarla en su peligrosa empresa, así que ya no había razón de escapar como una profuga cobarde.

Así que los trolls regresaron por ella, pues aún no era completamente de fiar, especialmente para Berto y Tom. Así que decidieron atar una cuerda a su cuello, aunque al principio Avathael se había negado.

Pero prefería la cuerda que ha estar metida dentro de un mugriento saco, además ella era la guía del grupo, debido a que los torogs no sabían a donde se dirigían en compañía de la temida licántropo.

Mientras se ponían en camino, Guille le había mencionado que su última víctima había sido metida en ese saco.

—¿Y dónde está ahora esa condenada criatura que desafortunadamente ha caído presa de ustedes? —preguntó Avathael a Guille, quien era el que le sujetaba de la cuerda.

—En el estómago de Berto. —y tras esto, todos lanzaron fuertes risas.

—La verdad es que no tenía un mal sabor. Ese niño humano sirvió como un buen bocadillo. —dijo Berto, recordando aquella vez que un niño se había perdido en el bosque, y Berto lo había encontrado en medio de la noche.

Masacre Nocturna • [Historia Corta]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora