•4.El fin de semana.

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Después de pasar todo un día fuera de la hacienda, recorriendo el pueblo con Raquel. Llegó la noche y por fin pude llegar a casa, darme un baño e ir a la recámara a descansar. Lástima que mis agradables planes se verían frustrados por mi queridísimo esposo.

- Amor, ¿estas aquí? - escuche a Diego entrar a la habitación.

- Si, estoy aquí. - le grite desde el baño. Estaba a punto de salir, ya cambiada, cuando el entró. Intento besarme, pero lo esquive y en lugar de eso le dirigí una "agradable" sonrisa. Él me sonrió. Para nada contento supongo.

- Cris, ¿pasa algo? Te noto distante. - se acercó a mi y me abrazo por la espalda.

- Si...No, Perdóname. Es que estoy un poco cansada, estuve todo el día dando vueltas por el pueblo.

- Que pena.... Por que te extrañé mucho - el metió su mano bajo mi camisón y acarició mi abdomen.

- Si, yo también. - le sonreí levemente y aparte con suavidad sus manos de mi.

Note la expresión de desconcierto  en su rostro, mientras me dirigía a la cama.  Luego de un rato sin poder conciliar el sueño, el silencio era tan abrumador que decidí hacer un mayor esfuerzo e intentar dormir. Fue justo en ese momento, cuando a Diego se le ocurrió abrir la boca y sacarme del trance en el que me encontraba.

- Cris, tengo una propuesta.

- Ha si... ¿de qué se trata?. - pregunté un poco curiosa, volteando hacía él.

- El fin de semana, tres días. Tu, yo, una cabaña y Acapulco solamente para nosotros dos. ¿Qué dices? - pude sentir el entusiasmo en sus palabras y me morí de pena por pensar en su plan como una enorme pérdida de tiempo. La verdad es que era muy tentadora la propuesta; y más aún si se trataba de estar lejos y olvidarme de Federico por un rato. Me voltee a mirarlo y pude notar que sus ojos se iluminaron expectantes a mi respuesta.

- Está bien. Iremos. - respondí por fin. No me quedaba otra, y quién dice y la pasaba bien con mi marido, después de tanto tiempo.

Me abrazo contra su pecho, pegándome a él, y con emoción me dijo.

- Prometo que vamos a ser muy felices este fin de semana. 

Me sonrió, beso con suavidad mis labios, se acomodó en su lugar y a los segundos ya estaba profundamente dormido. Mientras yo observaba en vacío, pensando en el fin de semana que esperaba por mi. 

La mañana siguiente amanecía con un cálido sol, que entraba por mi ventana. Me encontraba ya sola en mi cama, como era de costumbre a esas horas de la mañana. Me di un rápido baño, me cambié y baje a desayunar con mi mamá. Como tradicionalmente hacía desde que tengo uso de razón. Baje tranquila las escaleras y atravesé el comedor. Observe a aquella mujer de cabellos rubios y  mirada serena que me miraba con amor desde el centro del jardín. 

- Buenos días mamá. - deposite un beso en su mejilla. 

- Buenos días mi niña. - me devolvió el saludo. - Te ves cansada, ¿te encuentras bien?.

- La verdad no. Estoy cansada. De todo y de todos. - dije resignada mientras movía la silla hacía atrás para sentarme, frente a mi mamá.

Ella me miró confundida.

- ¿De mi también? - preguntó un poco desconcertada. 

- No Mamá, de ti nunca me cansaría. 

No juegues Conmigo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora