•6: el regreso.

364 32 8
                                    

Llegando a la hacienda, la tormenta que amenazaba con llegar representaba tal cual mi estado de ánimo en esos momentos.
Me mantuve sentada durante varios minutos en mi habitación, buscando las palabras y el valor para hablar con Diego.
No podía seguir con esta situación y mucho menos con tantos secretos dentro de mi.
El fuerte sonido de un relámpago que impactó en el suelo del campo, me sobresaltó. Corrí a cerrar el ventanal de la habitación que golpeó con fuerza en la pared, la lluvia arrastrada por el viento salpicó mi rostro y el vestido color lavanda que llevaba puesto. Me recargue un momento sobre el barandal a los pies de la cama. Un mareo me invadió y un nudo se formó en mi estómago.
Sentí unos pasos acercarse sobre el pasillo y supuse que sería Diego.

— Amor, ¿te encuentras bien?. Sentí un fuerte ruido que provenía de aquí. — dijo preocupado mientras tomaba mis manos.

— Si, fue la ventana. Eso es todo. — tomé sin darme cuenta sus manos y lo arrastre conmigo hasta sentarnos sobre la cama. — debemos hablar. — su rostro pasó de la preocupación a la confusión en un instante.

— Dime. Parece ser algo serio, a juzgar por tu semblante. — me observo esperando una respuesta.

— Lo es. — respire profundo y otro mareo intenso me atravesó. — Las cosas no han ido nada bien entre nosotros, desde hace tiem.... — me interrumpió.

— ¿De qué me estás hablando Cristina? — se puso de pie un poco exaltado. — acabamos de pasar un fin de semana maravilloso.

— Eso no significa nada. Anteriormente nuestra relación era un desastre Diego.

— No entiendo. Juro que no entiendo nada de esto. — negó con la cabeza.

— Quiero divorciarme. — su rostro expreso emociones que casi no pude descifrar.

— No. Has perdido la razón completamente. Me niego a seguir con esto Cristina.

— ¿Ves? De esto hablo. Nunca comprendes a que me refiero, porque NUNCA ESCUCHAS LO QUE DIGO. - dije poniéndome de pie frente a él. — siempre oyes lo que quieres oír. Nunca estas en casa, no te culpo por eso, sé que tu trabajo no te lo permite. Pero cuando estás aquí, haces como si nada hubiera pasado. Estoy harta de discutir por lo mismo.

— Cristina, las cosas no son así. Yo jamás te reproche el que no quieras tener hijos conmigo. No veo porque me sales con esto ahora, si bien dices entender mi trabajo.

— ¿Me vas a salir con lo de los hijos de nuevo?. Desde que comenzamos a salir te dejé bien claro que no tengo deseos de ser madre.

— Yo jamás voy a entender eso. Si tanto dices amarme, ¿porqué no quieres darme un hijo?

— Nada tiene que ver mi amor por ti con el ser madre. No soy una incubadora humana y debes entender que el hecho de ser mujer no me obliga a querer tener hijos. No seas idiota.

— Ya no sé que esperas de mi. He sido paciente contigo y nunca me complaces en nada.

— Repito. Eres un idiota y estoy cansada de que proyectes tus expectativas en mi, como si el ser tu esposa me obligara a cumplir tus deseos como hada madrina. Jamás te he reprochado las veces que me has dejado sola cuando más te he necesitado. Ya no soporto esta situación, hace años deje de tolerar tus estupideces.

— Si es así, voy a cumplir tu deseo Cristina. Yo tampoco quiero estar con alguien que vive creyendo que le debo el mundo cuando no me corresponde en nada. Mañana mismo iré al pueblo a tramitar el divorcio. También estoy cansado de ti y de toda esta maldita situación, que no deja de repetirse cual circulo vicioso. — me observo lleno de cólera y salió de la habitación dando un fuerte portazo.

A pesar de desear con todas mis fuerzas el estar divorciada de él, me dolió en el Alma las feas palabras que utilizamos para con el otro.
Es muy loco pensar que antes nos moríamos de amor y ahora nos estábamos separando en tan malos términos.
Las relaciones acaban, pero jamás creí que la nuestra terminaría de esta forma.
Me recosté un momento a asimilar la discusión y a calmar el fuerte dolor de cabeza que tenía.

●●●
A la mañana siguiente, pude notar que Diego no había dormido en la habitación. Su lado de la cama estaba intacto y por la hora que era, pude suponer que ya se había ido al pueblo por el tema del divorcio.
Me levanté como pude, me di un baño y bajé a ver si encontraba por algún lado a mi madre.
La encontré sentada en el jardín leyendo un libro, con su rostro relajado y sus pies elevados en una banqueta.

— Buenos días mamá. — bese su cabeza con ternura.

— Hola hija querida. Cuéntame que es lo que ocurre. — me dijo adivinando mi mirada.
— ¿Acaso eres bruja? — pregunté asombrada.

— No, soy tu madre y aparte de eso está mañana vi a Diego salir muy conmocionado en la camioneta. Me dijeron que no durmió contigo.

— suspire profundamente buscando aire en mis pulmones y las palabras exactas. — Nos vamos a divorciar. No hay vuelta atrás mamá. — unas lágrimas salieron sin permiso de mis ojos y cayeron sobre mi blusa amarilla. — Ya nada tiene solución entre nosotros, pero aun así me duele las cosas que nos dijimos. — dije respirando con dificultad.

— Hija, te conozco y se que esto es duro para ti. Lamento saber que no pudieron hablarse bien por respeto a todos los años juntos. Ven aquí. — estiro sus brazos y me abrazo con todas las fuerzas que estos le permitieron. Seco las lágrimas que corrían por mi rostro y besó mi mejilla con infinito amor.

— Yo también lo lamento mamá. Le tengo muchísimo cariño, más no el amor que el merece. Lo nuestro hace tiempo está roto y ninguno ha sido capaz de arreglarlo. Ahora es muy tarde para ello.
Lloré con desolación sobre el hombro de mi madre. Por todos los años juntos, por nuestras vivencias, por nuestro futuro próximo que nos encontraría separados por un gran abismo sin retorno.

No juegues Conmigo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora