Capítulo 4

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- Por fin has despertado.

Una voz esquisitamente profunda resuena en las paredes de la habitación. Mi respiración se empieza a acelerar y un cosquilleo en mi vientre me estremece.

- Creí que no despertarias. En serio me has asustado esta vez.

¿"Esta vez"? ¿A qué se refiere?

Sin habla me quedo mirando el techo en espera que una luz me iluminara. Pero no pasa nada.

Esa voz profunda la escucho conocida pero no recuerdo de dónde. Trato de mover mi cuerpo pero no obtengo respuesta.

De repente una luz me enseguece e ilumina toda la estancia. Me doy cuenta que estoy atada a una cama por varias cintas, una en mi pecho, una en cada mano, otra en mi cintura y una en cada pie. Trato de ver al individuo que ha hablado pero no hay nadie. De repente una puerta se habré y un sujeto con una capucha negra entra. Esa ropa gastada es la misma que aquella vez. Y de nuevo ese cosquilleo en mis entrañas me invade.

¿Será posible? No me lo creo.

- ¿qu qui quién eres? - logro articular palabras mientras trato de ver más allá de la masa oscura que se cierne entre el gorro de la capucha y su cara.

- La misma persona que te salvo la vez pasada. - habla con una tranquilidad inmutable.

- ¿Qué hago atada en esta camilla de enfermería? - logro decir lo que mis pensamientos me perturban.

- Oh, perdón, pensé que si despertabas en algun momento en el que yo no estaba, escaparias y estarías muy perturbada. Pero no te preocupes, te desatare en un santiamén.

Corriendo llega a mi lado y comienza a abrir los sinchos que cumplían el papel de retenerme en la cama.

Cuando logra desatar todos y logro incorporarme, por un reflejo le propino una buena y sonora cachetada que hace que hasta mi mano duela por el impacto.

-¡ Cómo es que estas tan tranquilo! ¡Pensé que me habían secuestrado!

- ¡Ah!, ¡Pero no era para que me propinaras semejante cachetada!

Su voz es tan hermosa que por un momento me dan ganas de darle otra cachetada para volver a oír esa voz potente.

Paso mi mis manos por cada muñeca, ya que tengo marcado algunas rayas del sincho.

Mi cara está completamente roja por la ira que siento que no me atrevo a levantar mi vista.

- ¿Estás bien? - me pregunta con un rasgo de pena en la voz, supongo que lo está por lo que hizo.

- Si, gracias a Dios. - contestó con una voz casi imperceptible.

-No, gracias a mi, que yo fui el que te salvo. No él. -Me dice con tono enojado pero en broma.

-Como digas.

Me lleva a una habitación con mayor iluminación y me hace sentar en un pequeño comedor, me sirve un poco de cereal. Queriendo que no, empiezo a comer las pequeñas ojuelas.

Cuando acabo de comer se lleva el plato y me da un pequeño espejo y un peine para que desenrede mis alocados cabellos.

Mis cabellos a medida que les pasó el peine se van tornando más lisos. Me alegra que tenga estás pequeñas erramientas de una dama. Lo que me hace pensar el porque los tiene.

Me tiende la mano y me lleva a una terraza donde se puede ver la ciudad. No sabía que era tan bella, trato de buscar mi casa y para mi sorpresa no encuentro algo que reconozca.

Después de ver y buscar por todos lados algún rastro un imán hace que me gire y lo vea. ¡No puede ser! ¡Me está mirando!

Bajo la mirada pero en segundos vuelvo a buscarlo con la mirada, ahora ve espectante la ciudad.

Es tan lindo. No puede ser que hace un día era un desconocido. Bueno aún lo es, no conozco nada de él.

Una gota fría cae sobre mi nariz, volteo al cielo el cual está gris por todas aquellas nubes que empiezan a descargar toda esa agua acumulada. Vuelvo a verlo y de nuevo lo descubrí mirándome. Un deseo se enciende en mis entrañas y por instinto camino decidida a él.

Pongo mis manos en su pecho y puedo sentir su respiración profunda.

Con la mirada en su pecho, siento sus brazos en mi cintura. Y de repente me abraza, un cosquilleo me harraza y me envuelve.

Levantó mi cabeza y lo veo a los ojos, pero mi mirada es atraída por aquellos labios carnosos que en un sueño ya eh besado.

Mi altura no me ayuda así que con cuidado me levanto de puntillas y con un beso se completa aquella sensación que crecía.

Aún nerviosa espero el momento en el que me rechace, sin embargo no lo hace y al contrario me corresponde el beso.

Sus labios son suaves y deliciosos. Su lengua empieza a interactuar con la mía y el beso de vuelve más potente.

Empiezo a sentir algo tibio entre mis piernas y algo cerca de mi zona íntima se empieza a endurecer.

Por la emoción subo a su cadera y el contacto en más firme.

Después de unos segundos me deja de besar y me baja, no obstante me lleva por las escaleras, ya empapados por el agua corremos a su cuarto.

Llegando a su puerta el beso continua y como puede habré la puerta. El deseo es mayor que mi cordura. Cuando me doy cuenta, la blusa ya se ha ido. Y solo me queda el sostén.

Se me olvidó el dolor que tenía, las dudas, solo me queda ese deseo que sentí desde la primera vez que lo vi.

Meto mi mano audaz dentro de su pantalón y me deleitó con su miembro excitado.

Desabrochó sus pantalones y se los arrancó de las piernas, sin pensarlo dos veces me pongo de rodillas y empieza a deleitarme con su sabor, el me empieza a acariciar la cabeza y sus manos bajan a mis pechos, desabrocha el sosten y acaricia mis pezones, lo único que hace es incrementar mi deseo. Cuando me siento lista, me levanto y le quito la playera que le ha pegado al cuerpo y empiezo a besar el cuello, sus manos viajan entre mis pezones y cintura, pero sin quedarse así me desabotona la falda y la baja quedándome solo en bragas, pero sin durar también las baja y me acaricia mi clítoris.

Me carga y me lleva hasta la cama para acostarme, levanta mis piernas y con delicadeza habré mis piernas y su boca va directo a mi vagina, pasa la lengua entre ella y mi clítoris. Una sensación emocionante me invade. Me vuelve a acomodar y baja a mi posición para besarme, puedo probar mi sabor. Una sonrisa erótica ilumina su rostro. Me mira y siento que me está pidiendo permiso para entrar. Sin dudar asiento con la cabeza y me muerdo el labio.

Su miembro se aproxima a mi y puedo sentir su cabeza empezando a entrar. Es delicado y lo hace lento.

- Estás bien mojadita. Es lo único que dice antes de entrar perfectamente a mi.

Una sensación de alivio me invade y puedo sentir ese amor que nunca antes había sentido.

Empieza a salir y entrar lento, pero a medida que pasa el tiempo la velocidad aumenta.

Sale repentinamente y me levanta. Me voltea y me pone boca abajo, continua con su labor, pasa sus manos por mis pechos, mi nuca y mi piel se siente aliviada al roce.

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