Capítulo 3

6.6K 299 73
                                    


Starbucks de Sant Gervasi

Viernes, 23 de enero de 2009

Arantxa

La última vez que nos habíamos visto fue en Milán -hace ya más de dos años atrás-. Lo que me causa gracia es que ahora - al igual que en esa ocasión - volvemos a tener una cita, ni más ni menos que en un Starbucks.

¿Simple casualidad o es que ella quiere algo más?

La respuesta podría ser cualquiera de las dos alternativas, sin embargo, no me interesa saberlo ya que ahora estoy felizmente comprometida y, en especial, tengo mis sentimientos muy bien puestos en su lugar. ¡Pero, claro! Ella debe estar pensando que al vernos en Barcelona podríamos darnos un tiempo para "jugar" como lo hacíamos en esos viejos tiempos en Seattle y, posteriormente, en Nueva York.

¡No! ¡¡Simplemente, NO!!

Me parece extraño que no sienta ni una sola pizca de ansiedad por volver a ver a mi mejor-compañera-de-juegos. Sí, ella lo fue. A su lado probé de todo un poco. Incluso esos excitantes jueguitos en los que podías ser compartida o compartir a tu acompañante ante otras mujeres.

Mis sentimientos me traicionan y una tonta sonrisa se dibuja en mis labios. Y como reacción instantánea me sonrojo como una adolescente que acaba de recordar su primera vez - ¡claro que yo no era virgen cuando la conocí! -. Si no me equivoco, acababa de cumplir los 21 el día en que cruzamos miradas y sentí ese "miedito" recorrerme la espina dorsal. Pero fue un delicioso temor el descubrir que la vida seguía y que no podía dejarme llevar por esa tormenta depresiva que me había consumido durante esos últimos dos años.

A ella le debo mucho. Sin embargo, eso no significa que deba confundir mis sentimientos y lanzarme a sus brazos si es que la ocasión se presenta. Y estoy muy segura de que así será. Después de todo, la señorita Frost es tan necia y obsesiva cuando una idea se le mete a la cabeza que resulta más fácil romper un iceberg a la mitad usando solamente tus manos que hacerle cambiar de parecer a esa chica de oscuras pupilas verdes.

No sé si mi séptimo u octavo sentido es el que me está previniendo de que ella tiene algo muy bien planeado para esta media mañana, pero de cualquier forma estoy intranquila por cómo se darán las cosas. Una de las razones es que habiendo tantos - quizá demasiados - Starbucks y cafés de incluso mayor exclusividad que este en toda mi ciudad, ella eligió justo el que se encuentra en el barrio de Sant Gervasi. Esta urbe es una de la más lujosas y activas de toda la zona alta de Barcelona. Las calles están flanqueadas por grandes casas - y mansiones - de lujo, además de que la parte baja del barrio está rodeada por altísimos edificios departamentales y de cientos de personas de clase acomodada que andan aceleradas todo el tiempo.

- Pensé que no te darían permiso - dijo Beth-. Ari, ¡eres una infanticida! ¿Todavía me quieres?

Su divertido acento español - propio de una chica de mundo - mezclado con ese tonito de gracia con chispas de soberbia me tomó de tal modo que me enderecé de golpe de la especie de mueble circular que rodeaba a la mesa. El corazón me saltaba sin freno alguno mientras intentaba recobrar el control sobre mí misma.

Sus primeras palabras no fueron la responsable de esto sino esa simple pero maquiavélica indirecta. ¿Acaso ella ya sabe sobre mi relación con Mila? ¿Cómo?, ¿desde hace cuánto? y ¿por qué lo sabe?

- Uyyy guapa... parece que no te da gusto verme. Ya pasaron seis segundos ¿y ni un besito?

En serio que me acababa de quedar tonta - en todo el sentido de la palabra - al verla. ¡Dios! si hubiera sido un encuentro inesperado en la calle o en cualquier otro sitio, creo que el efecto sería el mismo al demostrarme que sabe todo sobre la rusa.

¿Jugamos? OlvídameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora