Capítulo 9

5.7K 311 52
                                    


Madison Avenue

Sábado,31 de mayo de 2009

Arantxa

Ya había escuchado suficiente desde las escaleras, no resistí ni una palabra más que saliese de esa maliciosa boca y sin importarme perder su amistad, di los dos pasos necesarios para aparecerme en frente de ellas dos.

- ¡Vístete y lárgate de mi casa! – farfullé con todo el malhumor que he tenido contenido desde la pelea de ayer. El par de ojos se giraron hacia mi repentina llegada y la tensión se expandió por el pasillo.

- ¡Ari! Estaba por avisarte que tu amiguita... que Mila te ha venido a ver – exclamaba Beth en un tono aparentemente tranquilo, pero noté sin problema el nerviosismo que arrastraban sus palabras.

Después de todo: acababa de descubrir su sucia jugada para que mi relación se terminase. Sin embargo, botar a esta perra es lo fácil, lo difícil será que Mila me creyese toda la verdad que tengo que contarle pese a que tengo las fichas en mi contra. Por primera vez en mi vida, no tengo intención de relatarle una "historia de hadas" sino la cruda realidad de cómo sucedieron las cosas, pero dudo mucho en que mi pandita esté dispuesta a oírme.

- Por última vez, sube a la habitación de huéspedes – afilé mi desafiante mirada ante la coquetería que ella intentaba esparcir e hice un especial énfasis en esa última palabrita -, recoges tu ropa y te vas. Necesito conversar a solas con mi prometida.

Es increíble que la señorita Frost tuviese el atrevimiento de dudar un par de segundos antes de echarle una última mirada de desprecio a Mila y con gesto ofendido se dispuso a subir sin prisa alguna por las escaleras. Cuando desapareció de mi vista la vaporosa bata que vestía Beth, por fin pude dejar escapar un profundo respiro y girarme hacia Mila. Mi corazón revoloteaba de alegría pues ella se encontraba muy bien – al menos, físicamente lo hacía – luego de la accidentada tarde de ayer.

Y ahora, ¿qué le digo?, ¿cómo empezar a explicarle el irrefutable hecho de que Beth pasó la noche aquí?, ¿Esto será suficiente motivo para que Mila me arroje por encima de la cabeza la sortija de compromiso que le regalé?

- Dime lo que quiero escuchar... - habló de manera lenta, pero sin perder el orgullo ruso que tanto la caracteriza.

- No pasó nada entre Beth y yo – respondí sin mayores miramientos ni maneras de apaciguar lo sucedido -. Si quieres una explicación, te la daré. Pero no quiero que me armes un escándalo antes que termine de hablar.

Debí de haberme arrepentido de pronunciar esa "advertencia", pero la sonrisa llena de gracia de Mila me produjo un extraño relax interior. Y antes que pudiese reaccionar a sus movimientos, ambas ya estábamos atrapadas en un eterno abrazo y con nuestras furiosas bocas ocupadas en desatar un romántico caos matutino. No era un beso lento ni mucho menos uno que quisiera resultar dulce, sino todo lo contrario, queríamos expresar toda la ira que nos teníamos la una de la otra. Sus dientes se aferraron a mi labio inferior y tiraron de él hasta que me hicieron gemir de pasión justo antes de romper el beso y quedarnos separadas por unos escasos y egoístas centímetros.

- Eso es por traer invitadas indeseadas a ¡NUESTRO HOGAR! – chilló consumida por los celos, pero sin dejar de lado esa pizca de picardía rusa que tanto me tiene hechizada.

- Me declaro culpable – suspiré antes de estrecharme entre sus brazos - No te preocupes, que jamás volverá a pasar.

Si antes tenía mil preguntas en mi cabeza, ahora se han quintuplicado por decenas de miles. ¿En serio que esta jovencita de ojos achocolatados y rostro de porcelana es mi Mila? ¿Qué sucedió con su impulsividad? Es decir, la señorita Ivanova que conozco, debería estar rompiendo todo lo que encuentra a su paso en estos momentos, mientras que yo reaccionaría de la misma manera porque ella no me creía nada.

¿Jugamos? OlvídameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora