Capítulo 7

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Madison Avenue

Sábado, 11 de abril de 2009

Arantxa

Mi mano seguía escribiendo a toda prisa sobre esas líneas a pie de página. Casi de manera automática colocaba mi nombre y firma en cada uno de los informes que Landon, mi asistente, me había traído hace una media hora. Supuestamente debería dedicar el tiempo suficiente para leer cada uno con paciencia y así darle mi visto bueno al nuevo proyecto de los hoteles en Europa oriental. Sin embargo, mi mente sigue bloqueada ante lo que debe estar pasando Mila en estos momentos.

<<Es una adulta. No hará ninguna tontería. Seguro me está esperando para irnos a almorzar y reírnos de todo lo que sucedió esta mañana>>. Esas palabras sonaban creíbles en mi cabeza, hasta podría enumerar varias razones que sostengan dicho pensamiento, pero Mila es... tan ella que todo puede pasar en ese frágil corazoncito que posee. Y eso lo sé muy bien porque en mi juventud yo me parecía mucho a ella. Incluso fui más temperamental y explosiva ante cada evento que aparecía de la nada y revolvía mi mundo.

No tengo duda alguna de que ese chico nos vio besándonos. Y pensar que todo había empezado porque Mila despertó con ganas de "recordar nuestros primeros besos en mi oficina". Con esa idea rondando por su mente fuimos a desayunar con tanta alegría que jamás se cruzó por nuestras mentes que algo inesperado podría arruinar este soleado fin de semana. Ella tenía que ir a la universidad para presentar un trabajo mientras que yo solo debía pasar un par de horas en mi oficina para cumplir con mi horario de asesorías. A las cuales rara vez asistían alumnos durante los sábados por la mañana. Así que todo apuntaba a que Mila podría hacer realidad su "fantasía" de visitarme en mi oficina.

Dos horas pasaron sin que nadie se asomara ni por el filo de la puerta. Entonces, ¿qué peligro corríamos con vernos a escondidas en un lugar prohibido? Salté de emoción cuando la escuché decir "señorita Stevenson, ¿puedo pasar?". Esa deliciosa timidez me consumió como a una enamorada que espera por años volver a besar a su amada. Simplemente el tenerla entre mis brazos, acariciándola como si mi vida se fue en ello, provocó que me olvidase de este mundo. El tiempo se pasa volando cada vez que las bocas de cada una se reencuentran en ese exquisito coctel de explosiones ígneas que desatan nuestros besos.

¿Dos o tres más? ¡Ya deberíamos despedirnos! Pero... un beso más ¿a quién hace daño?

Una sonrisa se ciñe sobre mis labios al hacerme recordar esa pregunta que se hizo mi conciencia en ese momento. Mila ya había entreabierto la puerta, lista para regresar a nuestra casa, pero ambas lo queríamos, ya que estábamos disfrutando de ese pequeño juego. Estiré mi brazo hasta alcanzar el suyo y apenas tuve que rozarlo con mis dedos para que ella se girara con entusiasmo hacia mí y nos uniéramos como los dos imanes de amor que somos.

Y en cuestión de solo segundos, todo cambió.

La noté espantada y atormentada de preocupaciones cuando la vi marcharse a toda prisa de la oficina. ¿Ese chico nos acusaría porque estamos rompiendo una docena o más de las reglas que impone la universidad? ¿Cuánto tardaría la noticia de que la profesora de finanzas tiene una relación amorosa con una alumna que pertenece al cuadro de honor? ¿El lunes por la mañana toda la universidad estará hablando e inventando historias en torno a lo nuestro?

¡Joder! Si yo me estoy haciendo un mundo catastrófico con esas preguntas, no puedo imaginar lo que Mila está viviendo ahora mismo.

Termino de garabatear un par de papeles más con mi ininteligible firma y decido llevarme todo papeleo a casa y tratar de encontrarles un sentido antes de devolverlos en la junta matutina de este enigmático lunes. Es imposible que tenga cabeza para esto mientras que mi corazón quiere separarse de mi cuerpo para ir a consolar al de mi prometida. Quizá debí llamarla desde hace rato a su celular. Sin embargo, escucharla me haría más mal que bien. La conozco lo suficiente para adivinar que está hecha un mar de lágrimas e inquietudes. La amo tanto que siempre he compartido sus alegrías y tristezas, así que esta vez no será la excepción.

¿Jugamos? OlvídameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora