Universidad de Nueva York
Viernes, 6 de febrero de 2009
Mila
¡El gran día de Sami por fin había llegado!
Fue lo primero que pensé cuando abrí mis somnolientos ojitos.
Un bostezo, un estiramiento de brazos y espalda, y con mucha flojera me despegué de la cama. Las vacaciones son – inevitablemente – una enfermedad para mi productividad personal. Desde que hace un par de días regresé a Nueva York, simplemente no he querido hacer nada más que estar echada en mi cama como una vaquita. Quizá debería hacer algo distinto durante este último mes de vacaciones universitarias que tendré en toda mi vida. Pero mientras me llega la inspiración y, especialmente, las ganas por hacer "cosas que valgan la pena", creo que seguiré viendo televisión y perdiendo el tiempo en Internet.
La presencia de Arantxa me haría mucho bien para sobrellevar este terrible aburrimiento. Sin embargo, mi española había decidido extender sus vacaciones laborales para quedarse hasta los primeros días de marzo al lado de su familia en Barcelona. Obviamente, no me opuse a su decisión. Después de todo, pocas veces la había visto tan contenta de compartir el tiempo con su mamá y su hermana. Creo que por fin está eliminando a ese maldito fantasma llamado esclerosis de su vida.
¡Qué muerto está este sitio!
Murmuro para nadie al terminar de cruzar el pasillo que une la sala y el comedor de mi casa hasta que abro la puerta de la cocina. Ya casi me había acostumbrado a despertar al lado de mi prometida, recibir sus besitos por toda mi cara hasta hacerme doler las costillas de tanta risa a causa de las cosquillas que sus labios me provocaban.
Oh my gosh! Justo ayer me preguntaba a mí misma cuándo me llegaría el efecto de estar lejos del amor de mi vida.
La respuesta es simple: hoy.
Ya con los ánimos por el suelo es que de mala gana me sirvo un poco de leche en una taza y la meto en el microondas para entibiarla. Aprovecho los 45 segundos que tardará, en sacar una manzana y una tostada: un desayuno que sería perfecto si ella estuviese aquí.
¿Debería llamarla? Quizá no. Arantxa ya debe estar almorzando con su mamá y lo que menos quiero es interrumpirla a causa de mis caprichos amorosos.
Una repentina sonrisa desdibuja a mis grisáceos pensamientos y tengo ganas de reírme por lo tonta que puede ser, ya que estoy siendo una exagerada con mis sentimientos de lejanía. Después de todo: ¿qué son dos semanas sin mi leona española? No hay punto de comparación con la separación de una hija. Raquel, la mamá de Arantxa y mi futura suegra, debe sentirse mucho peor que yo debido a que su hija menor ya empezó a hacer su propia vida al casarse. No quiero ni imaginar el día en que mis hijos dejen el "nido materno".
¡¡Debe ser horrible!!
Claro que todo ese proceso resulta ser natural para cualquier familia, pero una cosa muy diferente es pensarlo que el vivirlo en persona. Y eso no solo se limita a los momentos difíciles o tristes, sino también a los sueños que has anhelado durante buena parte de tu vida hasta que un día sin esperarlo se cumplen. Y simplemente no sabes cómo reaccionar ante tanta emoción.
La prueba viviente de ello fue Valeria durante su boda. Nunca he visto a alguien tan hermosamente feliz como lo estuvo ella debajo del altar. Y eso que media hora antes estuvo con el rostro de todos los colores a causa de los nervios. << Solo disfruta de tu día, Vale. Ya verás que todo saldrá mejor de lo que esperas, y, dentro de poco, tú serás la que me esté repitiendo estas mismas palabras cuando yo sea la que se esté casando>>. Con lo que le dije, logré calmarla lo suficiente y hasta le saqué unas risas al imaginar lo alocado que sería el día de mi matrimonio con Arantxa.
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¿Jugamos? Olvídame
RomantikLas vacaciones catalanas de Mila Ivanova quedaron marcadas por la pedida de matrimonio de Arantxa. Un "sí" convirtió a sus vidas en una sola, pero el regreso a Nueva York significará la última prueba que deberán afrontar si desean tener una famili...