4. El chico ciego

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—Si, soy yo.

— Ya lo noto.

Vaya, me sorprende su pregunta ¿Pero cómo?

—¿Cómo sabes que soy yo? — esta vez corrí una silla de la misma mesa donde él estaba sentado y dejé los libros a un lado.

—¿Crees tu que deseo tu compañía? — si, eso fue sarcasmo — Tengo buena memoria para recordar muchas cosas. Ciego pero no estúpido.

— Ah, está bien — dije tomando de nuevo los libros con rapidez. No soy tonta, sé que me está echando.

Sin decir nada más, comencé a caminar para salir de la biblioteca. Genial, me rechazo un ciego sin descaro alguno. Que primer día.

Me alejé sin decir nada al respecto.

— Hey — llamó alguien desde atrás mío — ¿Sabés que es de mala educación dejar solo alguien que te estaba hablando?

Si, es el mismo Johannes. Pero ¿Cómo sabe que sigo aquí?

— Bien has dicho que no quieres mi compañía. Respeto eso —dije — No te quiero molestar.

— Pues ya lo has hecho — esta vez levantó una mano y pude ver la portada de cuero rojizo de uno de los cuatro libros que se supone yo tenía entre mis manos —  Al parecer tras de torpe, olvidadiza — dijo — ¿Así esperas ser una buen escritora?

Tocó algo de fibra en mi. Claro que si. Y la verdad, no me atrevo a responderle. Pues es una persona ciega, y siento que no esta bien compararme con él a falta de ese sentido que es bastante importante.

—¿No vas a decir nada? — pregunto él pareciendo algo exasperado.

— Lo siento. Lo que pasa es que no me parece justo igualarme contigo —respondí con sinceridad — Por lo menos, a mi si me enseñaron eso. 

— ¿A que mierda te refieres con eso? — frunció levemente su ceño — ¿Me estás diciendo que por el hecho de ser ciego merezco ser tratado diferente? ¡Vaya mierda entonces!

— Que así tires tu veneno y tus comentarios hirientes, no responderé a ello —esta vez me acerque a él y tomé el libro — Gracias por ello y que tengas un buen día.

Él no respondido absolutamente nada. Simplemente se quedó allí de pie ceñudo. Por lo menos a mi me enseñaron que con persona faltas de cualidades físicas, no me comparara jamás. Pues seria muy injusto y sea como sea en muchas cosas, yo le ganaría. O eso creo.

Me alejé en busca de mi habitación. Mi camino iba tranquilo, aunque muchos de los que me cruzaba, ni siquiera los conocía.

—  Hey, chica nueva — escuché que alguien me llamó. Y si, reconozco esa voz.

William.

Me giré para verlo y me lleve una gran impresión al ver lo que vestía. Para ser sincera, con él me imaginé que haría otras cosas como música o así. No que lo vería con un traje de chef y una cuchara de palo en la mano.

—Hola — sonreí —  Vaya, que gusto volverte a ver, William.

—Lo sé — sonrió — Igual. Una pregunta ¿Tienes algo que hacer ahora?

—  Eh pues — miré los libros que tenía en mis manos.

—  Parece que si. Aunque bueno, si te desocupas para mañana de sea lo que sea estés haciendo, pásate por la cocina, no te vas a arrepentir, Danielle.

— Claro, dalo por hecho.

—  Okey. Nos vemos.

Y sin decir nada más, se marchó por un pasillo el cual aun no visito.

—  Vaya, amiga de un chef. Súper, lo que significa comida gratis — di un brinco de la impresión. O más bien susto. A mi lado estaba Sophía. Ni siquiera la había visto llegar — ¿Qué? No me digas que te asusté, Danielle.

— Un poco — sonreí.

—Ya lo noto — se burló — Tampoco es que yo parezca un espanto ¿o si?

—  ¿Vas para la habitación?

— Sep. Voy para allá. Ya por fin acabé el maldito proyecto que me estaba sacando canas verdes. Quedó libre hasta que me pongan a hacer algo otra vez.

Ambas comenzamos a subir las escaleras.

— ¿Para que son los dibujos? O ¿En que se van a usar? — pregunté con curiosidad. Pues es que la verdad son muy bellos y me nace esa duda.

—Les darán vida — respondió.

No entendí bien eso.

— ¿Les darán vida?

—Así es. Yo trabajo de la mano con el departamento de animación y programación. Digitalmente les darán vida a mis creaciones. Ya sea para series animadas o cortos. Quién sabe.

—Eso suena genial.

—Lo es — asintió Sophía.

El día de hoy ella lleva puesto un cárdigan negro, de tela algo delgada, un sombrero negro de ala delgada, shorts de jean, medias maya y una blusa básica. No se ve mal. Aunque hoy si lleva los labios de color morado. En los pies calza unas botas negras con hebillas.

—¿Vienes de la biblioteca? — preguntó Sophía.

— Eh si.

— Y déjame adivinar. No encontraste a alguien muy agradable allá ¿Verdad?

¿Cómo lo sabe?

—  Y n o, no soy bruja, Danielle. Simplemente lo digo porque la biblioteca es la guarida de Johannes. Siempre está allí leyendo en Braille — comentó — Y como no, molestando a todos los que le pasen a un lado. Eso es como la unica diversion que puede encontrar él, leer y molestar. Vaya vida. 

—¿Sabes? — llegamos al pasillo donde está nuestra habitación — No pareciera que esta ciego.

—Lo sé —Sophía insertó la llave — Pero créeme que esta mas ciego que un topo aunque a veces no lo parezca. Hay que admitir que el tipo tiene talento.

Ambas entramos a la habitación y cerramos la puerta. Dejé los libros sobre mi cama y me senté a un lado.

—Parece que para ser ciego se las arregla bien —dije.

— Pues — Sophía se sentó en su silla negra — Científicamente esta comprobado que el ser humano a falta de un sentido, puede agudizar el resto o solo uno. Con Johannes, solo los agudizó para hacer el mal. Lindo ¿no?

— Vaya.

— Sí, vaya.

El resto de la tarde me dediqué a leer esos libros de texto. No estaban para nada mal, aunque mi labor aquí es bastante clara. Escribir. Ese es mi mundo. Lo que me gusta a mi. Las letras y todo lo que puedo transmitir con ellas.

La verdad estar mucho en la habitación encerrada no es genial. No cuando al parecer Sophía está concentrada en su música (que escucha por auriculares) y ve cosas en su teléfono.

No se me hace mala idea salir a rondar y conocer.

Salí de la habitación, solo ganándome un asentimiento de cabeza por parte de Sophía. El pasillo estaba algo desierto, ni un alma se veía vagar por allí. Bajé la escalinata, pues quería rondar por el extenso patio que había detrás del castillo de Nivelles. O que digo patio, es un gran prado de hermoso jardín. Claramente el lugar no estaba libre. Pero por cualquier lugar caminaría con tal de no molestar a quién ya esté por aquí. Nada más genial que eso.

Mi ciego Corazón ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora