Capítulo 1.

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NARRA VEGETTA:

-No...esto...esto no está bien...

Desoí su voz, no quería escucharle. Lo mandé a callar con un beso.

-V-vegetta, basta...

-Shhh...

Sus ruegos eran débiles, un mero murmullo, sin fuerza de voluntad para detenerme...

Había venido a grabar un vlog a casa y el videojuego del que trataba el video nos trajo viejos recuerdos, de una época en L.A. donde nosotros poníamos las reglas de puertas adentro en ese refugio que era nuestro hogar, en donde nada era más importante que nuestro amor. Al terminar de grabar nos sentimos nostálgicos, tal vez un poco tristes, y de a poco empezamos a hablar de todo lo que había pasado entre ambos; los años, otras parejas, viajes, todos ellos eran pequeños escalones que sólo estaban ahí para que nosotros tratáramos de superar ese pasado. Pero sin importar qué, lo nuestro era como el dicho "donde hubo fuego, cenizas quedan". Nunca logré dejar atrás todo aquello. Willy era no sólo mi amigo, era más que eso; cuando se fue a EE.UU. sin mí me di cuenta de que podía aguantar el no verlo un par de días, pero incluso con el móvil de por medio, se me hacía insoportable tenerlo lejos por más tiempo, me sentía terriblemente solo, como si me hubieran arrancado una parte de mí. Él se fue y se llevó la mitad de todo lo que yo era. Y al volver, caí en la cuenta de cuánto lo necesitaba en mi vida. Por suerte para mí, a él le pasó algo parecido, o al menos eso me arriesgo a suponer; pasamos mucho tiempo juntos cuando regresó y una parte de mí estaba feliz con mi monopolización de su tiempo, y feliz también porque él no se negaba a ninguno de mis caprichos. Fue como recuperar parte del tiempo que perdimos.

Hablar de una pequeña parte de todo eso, dejando por sentado que habíamos extrañado el grabar en la misma habitación, dio pie para que incluso parte de los sentimientos salieran a flote y no pudiéramos controlarlo; una sonrisa, una mirada anhelante, una pequeña lágrima, una mirada que escondía muchas cosas. Fue quedarnos mirándonos por unos instantes para darnos cuenta de que ese lazo no se había roto; estaba ahí, oculto bajo una tonelada de "somos amigos". Era como querer tapar el sol con un dedo.

Acerqué mi silla para abrazarlo con un brazo y él sólo se quedó allí quieto, con su boca apoyada en mi cuello; era una costumbre suya que yo casi había olvidado y se me pusieron los pelos de punta al sentir su respiración allí.

Su perfume era distinto pero delicioso, el aroma de su cuerpo seguía siendo el mismo, el calor de su piel me llamaba insistentemente, todo el tiempo que estuvimos separados se escurrió entre mis dedos, suplantado por el tacto su cabello negro, la calidez de su cuerpo estremecido, sus grandes y nerviosas manos aferrándose con fuerza a mi espalda...ese roce que me era tan familiar de cuando nos amábamos noche tras noche...

De un segundo a otro tenía mi boca pegada a su cuello, mis manos lo acercaron más a mí y no me importó tener que estar incómodo en la silla. Ni siquiera lo noté. Lo oí y lo sentí suspirar entre mi hombro y mi cuello, y aquello me trajo escenas que me erizaban la piel. Ignoré por completo el peligro.

Sentí la punta de su pequeña nariz rozar mi piel, su labio inferior dibujó un camino por mi cuello hasta debajo de mi oreja y allí se detuvo. No necesitaba ser adivino ni leerle la mente para saber que se estaba conteniendo a hacer más. Lo tomé del cuello, mi pulgar se paseó por su mentón, su mejilla y finalmente por su boca, rozando su carnoso labio inferior con delicadeza, y es que con él yo nunca podía ser rudo; con cualquier otra persona podía comportarme como un desalmado pero no con él...era mi niño, mi pequeño. Mi calma y mi tormenta. La cura y el veneno.

No me contuve y empecé a repartir pequeños besos por su mejilla, la comisura de sus labios. Él sólo se quedó ahí, con sus manos temblorosas aún aferradas a la tela de mi playera. Contuvo el aliento. Me separé de él y mi pulso subió a mil cuando noté que tenía los ojos casi cerrados ya, ido, rocé mi nariz con la suya y clavó sus ojos cafés en los míos. Mi ser posesivo y celoso dominó en ese instante; quería que me mire, que vea que a quien besaba en ese momento era a mí. Abrió un poco más los ojos, tal vez reaccionando a lo que ocurría pero no lo dejé ir. Le comí la boca con ansias, con unas ansias reprimidas por meses y meses y meses de abstinencia. Esa boca que no había cambiado de sabor, que todavía encajaba perfectamente con la mía, que se adaptaba a mi ritmo como si hubiese sido creada para ser besada únicamente por mí.

Necesitaba tenerlo más cerca. Aquello no era suficiente.

Me levanté de la silla aferrando el cuerpo de Willy en mis brazos y obligándole a que también se levantara. En el ardor de mantener el contacto nos estampamos contra la puerta del estudio y él quedó entre la puerta y mi cuerpo. Lo acorralé ahí mismo, recorriendo con mis manos toda la extensión de su espalda, su cintura, y en un arranque de puro fuego terminé estrujando su trasero.

Su grueso gemido quedó atrapado en mi lengua. Se sostuvo abrazándome por los hombros, mi playera estrujada en sus largos dedos. Se apartó unos centímetros de mí y negó a penas con la cabeza. Ni siquiera podía hablar, su cuerpo hablaba por él. Medio molesto, arrimé mi entrepierna a la suya, haciéndole notar mi obvia erección y no me sorprendí al notar la suya chocar con la mía, como dándole la bienvenida después de tanto tiempo. Sus uñas cortas se clavaron en mis hombros. Me moví otra vez en una embestida lasciva, magreándome contra su cuerpo, y me sentí victorioso al notar sus mejillas arreboladas, el cómo apretaba los labios tratando sin éxito de contener un gemido que resonó en su garganta, el cómo me clavaba una mirada brillosa y con las pupilas dilatadas.

Mordí sus labios, declarándome vencedor y lo embestí de nuevo.

Nuestra respiración entrecortada y agitada y los sonidos viscosos de nuestras bocas era lo único que se escuchaba en el despacho, el único lenguaje que necesitaban nuestros cuerpos para comunicarse.

"Fire Meet Gasoline". *( #WIGETTA )*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora