Capítulo 4 (Segunda parte)

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El caos reinaba en aquella mansión compartida por los desorientados. Rafa, el anfitrión, intentaba poner orden, pero nada de lo que dijera o hiciese podía calmar a aquel montón de asustados adolescentes. La más ruidosa de todas, era Nerea, quien sollozaba aún por su difunto perro. Junto a ella se encontraba María, que simplemente se limitaba a mirar al suelo en silencio, e intentar ordenar todas las ideas que le venían a la mente para explicar los sucesos ocurridos.

-Pero, ¿¡por qué tiene que pasarnos esto HOSTIA PUTA?! Estoy hasta los cojones. Primero Lucía mata a mi perro. Luego, la mato yo a ella vengando así la muerte de mi pequeño Lucas y...¡Nos aparece su pie de repente! No tiene sentido.-se quejaba Nerea a toda voz, para asegurarse de que toda la habitación se enterara de sus desgracias- Además... ¿Habéis visto las uñas que llevaba? ¡Por Dios! Ese color verde moco queda horrendo en las uñas de los pies, además, las tenía llenas de mierda. ¡Ya podría haberse limpiado un poco la muy guarra!

-¿¡Estamos en medio de un asesinato y te fijas en el pintauñas que llevaba Lucía antes de que la mataras?!-exclamó María harta de soportar las constantes quejas de Nerea- Además, esta claro que Lucía no mató a tu perro. Deberías sentirte mal de haber matado a alguien inocente.

-Pues yo sigo pensando que fue ella quien le mató. ¿Qué hacía sino el cuchillo en su armario?-replicó la chica- Además, ¡menudos celos tenía de mi Lucas! ¡Le tenía envidia porque todos le hacíamos más caso al perro que a ella!

-¿Te das cuenta de las estupideces que estás diciendo? ¿Es que no hay nada en esa pequeña cabecita tuya?-dijo María exasperada, intentando controlarse para no pegarle una hostia a su amiga- ¡Es elemental! ¡Lucía no es la asesina!

-¡Lo único elemental que hay aquí son las ganas que tengo de irme a mi casa! ¡Esto es una puta mierda! Si me hubiera quedado en casa Lucas no estaría muerto y ahora mismo estaríamos los dos tumbados en el sofá viendo cualquier programa cutre de televisión.-Nerea hundió la cabeza en sus manos- ¡Ya podrían haberse muerto Carlo o Rafa!

-¡Os queréis callar de una puta vez!-exclamó Alex, mirando concentrada la pantalla de su móvil- Estoy en una decisión de vida o muerte. No sé que filtro poner en una foto de instagram. Me desconcentran vuestras gilipolleces.

-Podríamos quemar el cadáver de Lucía. Y ya de paso quemar la casa entera. Podríamos quemarlo todo.-dijo Barbi, que acababa de entrar en la sala encendiendo su mechero esperando a que aceptáramos su propuesta.

-Estoy de acuerdo con Barbi.-dijo Sonia, colocándose junto a la pirómana- Quemar es la mejor solución para todo.

-¡Cómo se os ocurra quemar mi casa os rebiento pedazo de putas!-gritó Rafa, mirando a las dos chicas amenazadoramente- ¡Qué alguien le quite el mechero por Dios!

-¡No vamos a quemar nada!-dijo Sara, tranquilizando al anfitrión- Necesitamos que todo siga tal cual. No podemos arriesgarnos a borrar las pruebas del crimen.

Todos se mostraron conformes con las palabras de Sara, excepto Barbi y Sonia, quienes estuvieron algo decepcionadas con la decisión tomada.

-Una lástima...-murmuró Barbi, guardando el mechero en el bolsillo de su pantalón.

Justo cuando los gritos y discusiones entre los adolescentes dentro de la pequeña habitación empezaban a calmarse, el timbre de la casa sonó, dejando a todos estupefactos y mirándose entre sí. Todos estaban en aquella habitación, por lo que no podía ser ninguno de los adolescentes que residía dentro de la casa, entonces, ¿quién sería a aquellas horas de la noche?

Carlo, que era el más cercano a la puerta, se encaminó de mala gana, sabiendo que todos esperaban que fuera él quien la abriera. Vaciló durante unos segundos hasta que se decidió a posar su mano en el pomo de la puerta.

-Chicos...-murmuró Carlo, esperando a que sus compañeros se unieran a él.

Estos no tardaron demasiado en rodear a su amigo, y, al igual que él, se quedaron en un estado de shock al ver lo que habían dejado en la puerta.

Era un perro. Exactamente igual al que habían matado.

-Y eso no es todo. Mirar lo que dejaron junto a él.-dijo Carlo, alzando una pequeña nota lo bastante alto para que todos pudieran leerla.

"Pensé que a este peculiar grupo le haría falta un perro igual de peculiar.

-H."

-¡Oh Dios! ¡Lucas! ¡Mi lucas! ¡Es él!-gritó Nerea, que había conseguido hacerse paso entre los cuerpos de adolescentes para llegar al perro.

Justo cuando se disponía a acariciar el pelaje del animal, este abrió los ojos de par en par, haciendo que la mano de la joven se detuviera.

Todos se quedaron aún más estupefactos ante el suceso que acababa de ocurrir. Los ojos del perro eran como dos focos de color fosforito que alumbraban en la oscuridad.

Nefilim Desorientad@sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora