Capítulo 4

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Tengo la sensación de que la semana ha sido breve, irónico, pues no he hecho más que quejarme de lo lento que es el tiempo y de lo horrible que es tener clases cinco veces en un lapso de siete días.

Kim está perdida leyendo un folleto sobre ser vegetariano, incluso tengo que tomarla del brazo mientras bajamos las escaleras para que no se rompa la nariz si se cae.

— No sé para qué lo lees, no es como que lo estés considerando.

— Tú no sabes eso —contraria— Podría cambiar mi estilo alimenticio.

— Ni siquiera te gusta el brócoli —me rio.

— Basta, Taissa —golpea mi mano con el tríptico, pero me sonríe.

Afuera está helando, pero no está lloviendo como otros días. Enormes nubes ornan el cielo ocultando el sol y las calles están húmedas por la brisa que cayó durante la mañana.

— Te enviaré un mensaje más al rato para ver lo del cine.

— Qué —parezco sorprendida o eso sentí en mi voz.

Rayos. Había borrado ese tema por completo en mi cabeza, aunque se lo mencioné a mi mamá una vez. Quizás no tendré problema.

— Ah, sí —continúo como si no pasara nada— Tú me avisas.

Ella me mira con los ojos entrecerrados, como si estuviera dispuesta a pegarme de gritos porque sabe que lo olvidé aunque quise ocultarlo, pero no dice nada.

— Bien —siento un tono acusador y lo ignoro— ¡Nos vemos!

Choca sus labios contra mi mejilla en un beso demasiado empalagoso, se acomoda la mochila al hombro y se da la vuelta mientras dice Adiós, Tai con voz de una niña muy chiqueada. En ciertas ocasiones veo a Kim como una hermana mayor.

Me quedo parada bajo el cielo gris, en silencio, con los brazos cruzados esperando algo que no vendrá. Irse por el mismo camino sin compañía puede resultar bastante solitario y depresivo.

Desde el martes, Luke no ha venido a clases. Se enfermó después de nuestra corta aventura en la lluvia; o al menos eso explicó en el último mensaje que me envió, no hemos hablado desde ese día.

El tono demasiado distinguible de mi celular, suena desde el bolsillo de mi sudadera escolar. He querido cambiarlo desde hace tiempo porque siento que es muy similar a una canción de American Hi-Fi, sólo que no logro saber cuál es.

— ¿Bueno? —contesto mientras muevo mi pie de atrás a adelante.

— ¿Taissa? Cariño, ¿cómo estás? —habla mi madre.

— De maravilla —digo calmada y sin preocupación, diferente a ella.

— Ya sé, ya sé, crees que exagero, pero nunca te vas sola y...

— Estoy bien, mamá. Relájate. —la oigo suspirar.

— Tengo tiempo libre, ¿quieres que vaya por ti? —inquiere apacible.

— Sí, claro. —trato de que mi voz no suene tan feliz como la siento.

Cuelga la llamada y un bip súper largo es lo único que escucho. Emprendo mi corto camino de veinte pasos hasta la parada del bus en la esquina. En cada extremo de la banca hay una persona sentada, obligándome a estar en medio.

Nadie habla, ni siquiera cuando la frialdad del clima es un tema que se puede charlar entre la gente de este pueblo. Podría dirigirme a Fernanda, la chica de acento tenue que siempre está en mi equipo de los quemados en educación física, pero es callada y no creo que me haga caso.

painting flowers; luke hemmingsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora