Capitulo 7

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Asenath ayudó a Sarah a vestirse después de que ésta se despertase por segunda vez aquel día. Eso era raro en ella, igual que despertarse tan tarde. Se sentía incómoda y extraña, sentía su piel distinta, como si algo hubiese cambiado a un nivel celular dentro de su cuerpo. Asenath lo comprendió cuando se lo intentó explicar. También le dio una infusión de hierbas que calmó el dolor de su bajo vientre y el suave latido de su cabeza. La reconfortó y la ayudó en esos momentos.

-Muchas gracias-dijo Sarah mientras la poción empezaba a hacer efecto, porque así la había llamado Asenath. Poción. Aunque en ese mundo creían en la alquimia y en la magia, así que no era tan raro.

-Es mi deber, mi señora-dijo con una expresión serena.

-¿Antes de entrar en el templo fuiste la sirvienta de otra concubina?-dijo con un tono de curiosidad. Los conocimientos de Asenath sobre las concubinas y sus costumbres eran muy amplios, así como sus remedios.

-No, mi señora. Yo fui la concubina de un hombre noble durante quince años-dijo ella con una sonrisa. Como recordando los viejos tiempos con su antiguo amo. Era raro que sonriese, por lo que había podido comprobar, las concubinas viejas intentaban no recordar nada de su periodo con su señor- Aunque sólo era un noble de bajo nivel, sólo se encargaba de la gestión de una zona rural muy pequeña.

-No lo sabía, entonces... ¿Cómo acabaste en el templo?-la curiosidad de Sarah se había visto aumentada. Quería saber más sobre esa mujer que siempre estaba cuidándola.

-Después de la muerte de mi señor su esposa me vendió al templo. Nadie quiere a una concubina tan vieja como yo-dijo ella con un suspiro. Sarah no sabía eso, a lo mejor era una costumbre adquirida por los nobles menores durante un determinado periodo de la historia egipcia. Tampoco recordaba haber leído nada sobre eso en los libros de su padre- Allí me trataban bien y el trabajo era sencillo.

-No digas eso Asenath, eres bastante joven.

-Gracias, mi señora.

-¿Tienes algún hijo?-dijo Sarah, si había sido concubina durante quince años tendría que tener alguno. Lo raro sería lo contrario. Aunque dudaba que hubiese dado a luz a algún varón, entonces no habría sido vendida. Debía de haber dado a luz a niñas, si no, sus hijos se habrían ocupado de ella tras la muerte del amo y no habría caído en manos de la esposa legal de su señor.

-Di a luz a siete niñas, las tres que sobrevivieron a la infancia son concubinas de nobles, estoy orgullosa de ellas-dijo con una sonrisa de oreja a oreja. Y en ese momento vio claramente lo atrasadas que estaban las mujeres en aquella época. Asenath no esperaba que sus hijas se dedicasen a nada. Ahora contaban con la protección de un hombre y con eso ya habían cumplido con su misión en la vida. Seguramente pensaría que debían de darle muchos hijos a su señor para agradecerle por todos los cuidados, como si no fuese bastante compartir sus cuerpos con ellos- Son bien cuidadas y alimentadas. No podría estar más feliz por ellas.

Sarah se quedó callada. Tenía que ocultar el hecho de que venía de un lugar mucho más avanzado que ese, pero le corroía por dentro. Sobre todo viendo el comportamiento de esa mujer. La manera en la que esta mujer la cuidaba le recordaba mucho a su propia madre. Le había enseñado el idioma y la había ayudado muchísimo. Nunca podría pagárselo ni agradecérselo lo suficiente.

-Muchas gracias, Asenath-dijo mirándola.

-¿Por qué lo decís, mi señora?-parecía confusa. No debían de darle las gracias muy a menudo a juzgar por su reacción

-Por enseñarme el idioma, por todas las veces que me has ayudado, cuando lloraba y me consolabas. Gracias por todo lo que has hecho por mí hasta ahora-dijo ella con una sonrisa en el rostro. Le habían enseñado a ser educada durante toda su vida.

La novia del faraón [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora