Capitulo 17

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Sarah suspiró tumbándose en la cama y estirándose, haciendo que los huesos de su espalda crujiesen un poco. Bostezó con fuerza y sintió como sus ojos empezaban a cerrarse. Las lámparas de aceite estaban encendidas y dispersas alrededor de la cama, dando una sensación cálida y agradable.

-¿Tan cansado es llevar un bebé dentro?-dijo Senusnet mientras se sentaba a su lado y le ponía una sábana por encima.

-Mucho, y el tuyo más aún. Dios, me está drenando toda la energía del cuerpo, eso quiere decir que no parará quieto ni un segundo-dijo Sara colocándose de costado para poder respirar un poco mejor.

-¿Cómo sabes eso?-dijo Senusnet.

-Mi abuela solía decirlo, también decía que si te enfadabas mucho durante el embarazo, el bebé nacería con cara de enfado-dijo ella con una risita recordando todos y cada uno de los dichos de su abuela. Cada vez que veía nevar decía que la vieja desplumaba el ganso y un montón de cosas similares.

-¿Cómo era tu familia?

-Te hablaré de ellos después de que tú me hables de la tuya. Aunque hablamos a menudo, casi nunca lo hacemos sobre el pasado-dijo Sarah con una sonrisa seria-Me gustaría saber sobre tu padre y tus hermanos mayores.

-Mi padre... él no fue un buen faraón. Aunque está mal que yo lo diga. No le gustaba gobernar y dejó el país a cargo de los ministros y generales. Y ellos gobernaron de tal manera que se hicieron con mucho poder. Yo le recuerdo como una persona amable y tranquila, mi madre era igual que él. Ella murió cuando yo era un niño, tenía la salud muy frágil y una enfermedad se la llevó. Mis hermanos mayores se parecían a él, tranquilos y amables. Pero después de lo que sucedió con mi esposa, fue como si reaccionasen y quisiesen hacer algo bueno por el país, tomar el mando por una vez.

Sarah se acercó más a él y le cogió de la mano. Se había sentado en la cama y estaba algo echada hacia delante para que su vientre se apoyase en sus piernas.

-Pero eso no gustó a los ministros. Algún tiempo después se realizó una cena oficial, esa noche trataron de envenenar a todos los miembros de la familia real. Mi padre y mis hermanos mayores no lo consiguieron, yo apenas bebí y casi tardé una semana en reponerme. En mi primer mes como rey destituí a todos los ministros y generales y puse al mando a hombres de mi confianza. Solo sobrevivimos siete de los veinticinco hermanos que éramos, mis cuatro hermanas están casadas con nobles de alto rango, y una de ellas es esposa del rey asirio, y mis hermanos son mi primer ministro y un sacerdote.

Sarah le cogió la mano y la posó sobre su vientre hinchado, sintiendo como la vida que allí se alojaba se movía. Mejor dicho, la vida que estaba allí empezó a patalear como si tuviese una rabieta de mil demonios.

-¿Lo sientes?-dijo en tono cálido, ignorando las débiles, pero constantes, patadas que sentía dentro de su cuerpo- Rebosa de vida, ese es tu hijo. Puede que perdieses a gran parte de tu familia esa noche, nada te la puede devolver. Pero tu hijo y yo estamos aquí, para ser tu familia y acompañarte mientras duren nuestras vidas.

Senusnet acarició su vientre con veneración y se agachó para besarlo, cosa que su hijo aprovechó para intentar acertarle a la cara de su padre. Este se separó riéndose. Luego subió un poco más y le dio a Sarah un largo y tranquilo beso.

-Gracias, Sarah, muchísimas gracias-le dedicó una sonrisa suave- Pero ahora te toca a ti hablar de tu familia.

Sarah suspiró y le miró fijamente a los ojos. Esta parte era sencilla para ella.

-Después de que nos marchásemos de casa de mi padre, fuimos a la de mis abuelos maternos. Yo no tengo abuelos paternos. Me llevaba muy bien con ellos, eran muy buenas personas, estrictos, pero buenos. Creo que me veían muy parecida a mi madre. Ella trabajó mucho para poder mantenerme sin su ayuda- Sarah suspiró- No murieron tan seguidos como tus familiares, pero casi. Mi abuelo murió cuando tenía diecisiete años, se fue a dormir y ya no regresó. Mi abuela le siguió un mes después, murió de pena, o al menos eso dijeron. Cuando tenía diecinueve años mi madre me pidió que la ayudase, iba a pedir un préstamo para llevar los restos mortales de mis abuelos al panteón familiar, que se encontraba muy lejos, y quería que yo dijese que si le ocurría algo yo lo pagaría.

-¿Por qué?

-Era la tradición, murieron tan repentinamente que no se nos ocurrió. Además si queríamos obtener la herencia debíamos hacerlo. Una semana después de enterrarlos en el panteón familiar, mi madre sufrió un accidente y perdió la vida. Así que yo me hice cargo de la deuda de mi madre. Creo que eso me mantuvo con vida durante los años antes de conocerte-Sarah suspiró- Me tuve que deshacer de todo y empezar de cero. Tardé tres años pero pagué la deuda.

-Lo siento ¿Tu padre no te ayudó?-dijo Senusnet.

-Creo que lo único que hizo cuando murió mi madre fue enviar unas flores y una nota- Sarah pensó en la tarjeta que venía con las flores, y que solamente llevaba su firma. Ni una palabra de consuelo para su hija, que acababa de perder a su madre. Tiró la nota, junto con las flores, a la basura- No le vi en mucho tiempo.

-Tú has estado muy sola, completamente sola durante esos tres años antes de encontrarme.

-Igual que tú estuviste muy solo antes de encontrarme-dijo Sarah acariciando su rostro.

Él la levantó un poco antes de abrazarla y apretarse contra su cuerpo. Sarah se quedó recostada contra su calor y solidez cuando oyó que decía:

-Gracias por dejar que nos encontrásemos, dioses. Gracias por librarnos de esta grandísima soledad- Era una oración tan sencilla, tan pura y sincera que no pudo evitar emocionarse ante eso.

-Gracias por permitir a este niño. Gracias por todo-dijo ella mientras entrelazaba sus dedos con los de él- Y permitid que estos momentos duren un poco más.

Se quedaron callados durante un rato.

-Senusnet-dijo Sarah

-¿Qué ocurre?

-¿Por qué Anippe no está casada?-dijo ella- No le gustan los hombres, no le gusta que estén cerca de ella. ¿Por qué ni siquiera está comprometida?

Senusnet pareció pensárselo durante unos segundos.

-A ella nunca le han gustado los hombres-dijo como si eso lo explicase todo.

-Eso ya lo sé.

-Quiero decir que no le interesan... de esa manera-se le veía visiblemente incómodo con la conversación.

-¿Le gustan las mujeres?-dijo Sarah en un tono completamente normal- Eso no es tan raro.

-¿No te extraña? Se mantiene en secreto por eso-dijo él con una cara de total asombro y estupor- Mi padre lo veía bien y lo cubrió, aquí eso se considera algo contra natura.

-En mi tierra sucede, y yo no creo que sea tan malo. ¿A quién le importa lo que le gusta a una persona, siempre y cuando sean adultos y den su pleno consentimiento?

La novia del faraón [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora