Capitulo 9

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Sefora y Asenath se acercaron a Sarah tras la pregunta que había hecho, ésta empezó a sentir miedo y deseó haberse mordido la lengua.

-El mejor truco para atraer la atención de un hombre es...- dijo Asenath haciendo una pausa- Ser tú misma.

"¿Qué?"

-No comprendo-dijo ella sintiendo la misma estupefacción que la diosa.

-Es muy sencillo-dijo Sefora- Si cambiáis vuestra manera de ser para gustar a alguien, no le gustareis vos, sino la persona que cree que sois. Pero, si os mostráis tal y como sois sin miedo, le gustará vuestro verdadero yo.

-Además preocupaos por el faraón. Él tiene muchas preocupaciones, responsabilidades y la amenaza de ser asesinado cuelga constantemente sobre su cabeza. Si le apoyáis y estáis a su lado siempre que podáis él os apreciara más. Sed un pilar de apoyo para él, no una piedra más a su espalda.

-Muchas concubinas mienten y engañan, si queréis diferenciaros de ellas debéis ser como sois normalmente. Os preocupáis por nosotras, por el faraón,... Sois buena, dulce e inocente. En cierto sentido sois como un animal muy raro y exótico.

Eso era cierto. Sarah Grey había crecido en una época llena de comodidades, sin plagas, grandes guerras y con una gran fuerza de seguridad. Eso la convertía en algo extraño en una época tan dura como la edad de los metales, donde la fuerza daba poder, y si no tenias de eso, la astucia. Además, ella había entrado de lleno en uno de los círculos más peligrosos, en la alta nobleza las mentiras estaban a la orden del día, el engaño era un juego practicado por todos y sólo había un objetivo, llegar a la más alta posición posible.

Y esas posiciones eran las cercanas al faraón, también la posición de faraón para sus parientes más cercanos. Políticos, militares, religiosos, nobles,... todos querían estar más cerca de ese trono cubierto de sangre. Y los puestos más cercanos eran los de esposa, concubina y amante. Sarah Grey había salido de la nada y tomado uno de esos puestos tan deseados, por lo cual se había ganado la enemistad de muchas mujeres nobles que estaban solteras, y algunas casadas.

Pero, Sarah Grey era totalmente ignorante del revuelo que había causado en el país, un revuelo que se había extendido a los países limítrofes. Ella vivía feliz en su ignorancia, de momento.

-Me criaron para que fuese así, es parte de mi-dijo rozando el collar que llevaba colgado al cuello, su madre estaría orgullosa de ella al ver como se estaba enfrentando a las situaciones que ocurrían a su alrededor.

-Ya, sois completamente distinta a los rumores que corren sobre usted, mi señora-dijo Sefora antes de llevarse la mano a la boca. Ese parecía ser el gesto que hacía cada vez que decía algo que no debía.

-¿Rumores?




Sarah se levantó y las miró a las dos con un gesto de enfado. Las dos estaban calladas como piedras ante su mirada.

-¿Qué rumores corren sobre mi?-dijo imaginándose lo peor, no creía que nadie supiese nada sobre la diosa pero aún así...

"Más vale prevenir que curar, entérate de lo que dicen sobre ti. Recuerda que yo solo tengo acceso a un limitada parte de la información que te rodea."

-Decídmelo, por favor...- puso la expresión de suplica que siempre le había funcionado con su madre. Un poco de pestañeo, un ligero mohín y mirar con esos ojos tan grandes que Dios le había dado. Solo le faltaba soltar un par de gimoteos.

La novia del faraón [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora