Sonríe [TordTom]

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¿Qué quieres?

Odiaba a Tord, de verdad que lo hacía.

No soportaba verlo. 

Cada vez que entraba a la habitación, sentía unas inmensas ganas de irse de inmediato para no compartir el mismo espacio. Su corazón latía con fuerza y amenaza, en un instinto estricto que invadía sus emociones. No soportaba ver su cara, escuchar su voz, sentir sus toques para fastidiarlo. Nunca le agradó y no le agrada.

Y no entendía por qué Edd insistía tanto en que convivieran para llevarse bien.

Sólo veía a ese comunista como un especie de libidinoso raro que invadía su espacio personal para humillarlo de alguna forma. Lo veía en sus ojos, escasos en intenciones agradables y buena conciencia. Nunca observó algún indicio de interés en esas iris con un brillo opaco.

Lo detestaba, demasiado.

Sabía que de alguna forma el noruego sentía un odio mutuo, pero ese pensamiento se fue a la mierda de una manera tan fugaz hasta dejarle una cicatriz cuando este empezó a acercársele con las claras intenciones de besarlo cada vez que podía. Era obvio el objetivo de esas veces que atraía sus mejillas o se inclinaba hacia su rostro. No era tonto.

Le asqueaba a decir verdad.

No quería involucrarse con Tord. Le daba completamente igual si era homosexual, pero que ni se le ocurriera meterlo en sus asuntos. La insistencia de este en volverse más cercano a él, sólo hizo que sospechara cada vez más de una especie de obsesión que enamoramiento.

Sabía que existían peligrosas consecuencias, incluso tratándose de ese tarado.

Siempre llegaba y le insistía en que sonriera, estaba harto de eso. Llegaba casi a ordenárselo como si tuviera una especie de poder sobre él. Eso le resultaba de cierta forma divertido. Escuchar la frustración en tono y gestos cuando se negaba a las exigencias del otro, incluso llegaba comportarse a la defensiva exageradamente a propósito.

A Tom le empezó a gustar sacar esa faceta del chico; sentía un cosquilleo en el pecho que le provocaba unas suaves y tibias cosquillas cada vez que le respondía de forma grosera con tal de hacerlo enojar, no evitaba el sonreír fugazmente. 

Llegó al punto de querer descubrir más, más que sólo desagrado. Tal vez el que cómo se sentiría provocar una sonrisa en Tord.

Y esa fue su señal de advertencia.

Cada vez anhelaba algo que detestaba, y no se lo podía permitir. Cada vez entendía que era lo que quería Tord de él.

Los impulsos que tenía cavaban más y más centímetros de profundidad en su tumba, una que si no se detenía pasaría los seis pies bajo tierra.

No evitaba sentirse apacible a un objetivo con la determinación de obtenerlo, pero también estaba aún aquel desprecio de querer abandonar el lugar si llegaban a compartir la misma miserable habitación. 

Empezaba a creer que cada vez que molestaba intencionalmente a Tord sólo para ver su ceño fruncido por disfrute propio, terminaría igual o peor de desquiciado que el otro. Pero aun así, no llegaba a explicarse el qué quiere con todo lo que hace para simplemente provocarlo.

Pero aunque sentía que hasta él mismo estaba en su contra, disfrutaba cada momento en el que no evitaba formar una sonrisa con sólo divertirse al ver una reacción que predecía con entusiasmo. Estaba seguro de que no tenía ningún deseo de quitarse el constante anhelo de hacer sentir a Tord miserable.

Porque a pesar de amar sus emocionantes reacciones, seguía odiando a esa monstruosa persona.

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