Capítulo 22

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Tal y como pasara con anterioridad, la reconstrucción tal la lucha, se hizo con presteza y en cierta forma alegría. En esta ocasión la lucha había sido rápida en las dos batallas, y no había habido muchos muertos, así que había motivos para estar contentos. Además, estaba el tema que había hechiceros por todos lados que estaban ayudando con la reconstrucción.

Eso era otra cosa, hechiceros. Aquello era algo que tiempo atrás ni tan siquiera se lo hubieran plantado; un buen hechicero era un hechicero muerto, pero en esta ocasión tras las diversas leyes derogadas habían podido observar como en si la magia no era en realidad mala, sino que dependía de su usuario y aquello hacía que confiaran en todas aquellas personas que habían peleado por ellos.

Además, estaba el hecho que Lady Merlín había resultado ser también una usuaria mágica y una potente. De hecho tan potente que había sido capaz de vencer a la mismísima Morgana en una batalla épica. Lady Merlín, que era la que había logrado el amor del Rey. ¿Cómo no confiar en ellos cuando habían salvado la vida de su amado Rey? Desde el punto de vista del pueblo era una auténtica heroína.

Si eran sinceros la gran mayoría de ellos estaban a la espera que su Rey anunciara su compromiso con la joven, y llevaban ya un tiempo en ello. Aunque ahora que había pasado todo esto era poco probable que pudieran celebrarlo en corto plazo.

Y mientras la gente del pueblo especulaba cuando iban a ver a su Rey casado, dentro de la ciudadela los ánimos estaban bastante desconcertados. Por un lado, Merlín había sido indispensable para la derrota de la usurpadora, pero al mismo tiempo usaba magia. Eran muchos los que se iban a preguntar que era lo que iba a hacer Arthur, después de todo la joven lo había engañado con el uso de su magia ¿verdad?

Ajenos a los pensamientos de los diferentes súbditos, los dos protagonistas de dichos pensamientos y rumores, desconocían todo aquello. Ambos estaban increíblemente ocupados, tanto que a duras penas eran capaces de pasar tiempo juntos y tenían que conformarse con una caricia mientras pasaban por los pasillos, o un beso robado cuando se descuidaban los presentes. Todo en si, era una situación muy complicada, una que para ser sinceros, Arthur quería detener.

Estaba en su habitación, acabando el papeleo cuando escuchó el sonido de la puerta al abrirse y sonrió, solo había una persona incapaz de llamar a su puerta. En su día lo ponía furioso, ahora le divertía.

- ¿Querías verme, Arthur?

- Sí.

El Rey se levantó, y se apoyó delante de su escritorio, mirándola con atención. Si alguien le hubiera dicho hace años que iba a hacer lo que estaba a punto de hacer, habría pensado que estaba loco. Cuanto había pasado desde que se conocieran.

- ¿Me has llamado simplemente para mirarme y sonreír? ¿Por qué tengo trabajo que hacer sabes? Todos los hechiceros de la zona quieren que yo...

Un dedo en sus labios la hizo callar, especialmente cuando después de ese dedo fueron unos cálidos labios los que se posaron en los suyos, besándolos con suavidad.

- No es que me queje, ¿pero a que viene esto?

- Tengo que tener un motivo para besarte?

- No, pero ninguno de los dos hemos tenido tiempo para poder pasar un rato juntos.

- Eso está a punto de cambiar.

- ¿Por qué? ¿Acaso vas a delegar responsabilidades o vas a convencer a los hechiceros para que no vengan a mí ante cualquier problema?

- No.

- ¿Entonces?

Volvió a besarla suavemente, a la vez que la abrazaba. Sabía que nadie iba a interrumpirles porque había ordenado específicamente que no los molestaran.

Lady EmrysDonde viven las historias. Descúbrelo ahora