Capítulo 5

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Si bien les había dado permiso para permanecer en su casa durante la tormenta, también era cierto que la joven estaba muy incómoda con su presencia. A penas era capaz de alzar la vista, y siempre que se acercaban a ella, los rehuía... Y parecía que la situación iba a durar para largo, puesto que la lluvia no iba a escampar pronto.

A pesar de eso, los caballeros no podían apartar la vista de ella. Había algo en su persona que los atraía, casi como si ya se conocieran de antes, pero aquello resultaba imposible puesto que hubieran recordado a alguien así. La miraron mientras preparaba lo que era algo de comer, y por las cantidades que estaba utilizando era obviamente tanto para ella como para ellos.

- Mi señora, - dijo Arthur tras un buen rato observándola en silencio.- ya le hemos dicho antes que no tiene nada que temer de nosotros. ¿Podría decirnos al menos su nombre?

- Yo... Mer...Merah.

- Merah, le agradecemos su hospitalidad.

La muchacha asintió y siguió con lo que estaba haciendo ante la atenta mirada de los caballeros. Si el príncipe pensaba que preguntándole como se llamaba iba a romper el hielo, y conseguir que la joven comenzara a abrirse, obviamente se equivocó. La muchacha siguió con el puchero, sin siquiera alzar la mirada.

Era tal la tensión que había en el ambiente que casi podía cortarse con un cuchillo. La joven les rehuía, apenas decía nada y tan siquiera les miraba. Si no lo supieran mejor dirían que les temía... Pero por qué debería temerlos? Después de todo, no se trataban de un grupo de bandidos sin escrúpulos, ni honor...

- Esta cabaña se parece a los cuartos de Gaius...- Esta vez fue Gwaine quien trató de romper el hielo.- Es el médico de la corte, y sus habitaciones están llenas de hierbas y libros, igual que aquí.

- He oído hablar de él,- La voz de la joven les hizo dar un ligero salto.- Es un gran médico.

- Sí. ¿Tú también estudias medicina?- Preguntó el joven caballero mientras los demás esperaban con ansias su respuesta.

- Estudié durante un tiempo... Hasta que tuve que abandonar el pueblo donde vivía.

- ¿Por qué?- preguntó Arthur lleno de curiosidad.

- Sois caballeros de Camelot... A ustedes jamás podría explicar mis motivos... Al menos si deseo permanecer viva.

Aquello hizo que todos ellos se tensaran involuntariamente, cuales podían ser sus motivos que tanto temor le daba el explicarlos. Camelot era un lugar justo, y nunca se habían encontrado con que alguien temiera el decirles sus problemas.

- ¿Por qué no lo intentas?

- Porque no tengo ganas de ser detenida y ejecutada por algo que no puedo controlar, todo el mundo sabe lo irracional que son los Pendragon cuando se habla de magia.

- ¿Magia? ¿Eres una hechicera?- Arthur se había levantado con una mirada feroz al escuchar la palabra magia.

- No. Nunca he sido una hechicera... Pero si que fui una bruja... Hasta que perdí el don. Por eso tuve que huir de mi casa.

- ¿Qué?

La muchacha suspiró, antes de girarse a los caballeros. Todos ellos tenían expresiones entren incredulidad y desconfianza, todos menos uno que la miraba con una expresión que gritaba "que demonios estás haciendo?"

- Quiero vuestra promesa de caballeros, que no me pasará nada si os lo explico.

- Mi señora...

- No. No me conformaré con menos. Se quienes sois... Sois los caballeros que salvasteis hace poco la ciudad... De vuestra palabra me fío.

Los caballeros se miraron entre si, preguntándose si dar la promesa o no. Ellos no eran como algunos caballeros que daban una promesa vacía, su promesa sería ley así que debían pensárselo muy bien antes de darla. Por otra parte su curiosidad por la joven que estaba ante ellos era tan grande que deseaban saber que era lo que podía haberle pasado. Finalmente, asintieron.

Lady EmrysDonde viven las historias. Descúbrelo ahora