Capítulo 8. Imperfecto

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A altas horas de la madrugada, se iluminó la pantalla del iPhone de Luis. Pestañeó un par de veces. Un WhatsApp. Aitana. Lo abrió nervioso. Tenía miedo.

Hola Luis, se que esto debería decirtelo en persona, porque es lo que merece nuestra historia, pero no me atrevo. Necesito tiempo. Tiempo para no cagarla, para no actuar en caliente. Tengo ganas de verte, de verdad. Y de que esto salga bien. Te quiero

Unas horas antes, los gritos se podían escuchar por toda Barcelona. Cada vez el tono iba subiendo más

-Aitana que no, joder, que te alejes de él. Que solo quiere jodernos
-Ya hemos hablado esto. Voy a hacer lo que yo crea que tengo que hacer. Y no entra en mis planes dejar de hablar con Luis
-¿Pero no te enteras? Pareces tonta. Te ha dejado en el punto de mira de toda la prensa
-Me da igual
-¿Tú ya lo sabías, verdad? Tú ya habías leído ese post de Instagram
-Si. ¿Y qué?
-¿Cómo que y qué Aitana? Cómo coño le dejas publicar eso, estás quedando como una zorra- El manotazo en la cara del catalán se escuchó por toda la casa. Estaban solos, por lo que no alarmó a nadie.
-Vete
-Que te follen. Que te folle él si es lo que quieres.

Silencio. Aitana se sentó en una esquina de su habitación. Se sentía desprotegida. Se sentía débil. Pequeña. Pero con las cosas claras. Quiso escribir a Luis. No pensó. No quiso pensar si era o no lo correcto, porque entonces sabía que no iba a escribir ese WhatsApp.

El gallego estaba descolocado. No sabía que quería decir con eso. No lo entendía. ¿Contestaba? ¿Y qué escribía? Optó por apagar la pantalla. Tan solo cinco minutos después volvió a desbloquear el móvil. No podía dejarla en leído.

Sabes que tienes todo el tiempo del mundo. Y decidas lo que decidas, siempre me vas a tener.

Pasaron unos cuantos días en los que no se comunicaron pantalla con pantalla, únicamente algún like por Instagram o Twitter. Luis no paraba de componer. David y Andrés Suárez habían sido una especie de psicólogo para él. Cuando llegaba a casa seguía aporreando la guitarra. Estaba perdiendo bastantes kilos. No porque estuviese mal anímicamente y tuviese el estómago cerrado, si no porque el nivel de trabajo que tenía era tan grande que apenas tenía tiempo para ir a comprar.

Aitana por su parte todavía estaba haciéndose a su nueva vida. Un evento por aquí, otro evento por allá... Mucha promoción con Ana Guerra y Lo malo... Estaban ambas en Barcelona y tenían la tarde libre. Pensaron en ir al cine

-Venga voy a coger las entradas

Cuando desbloqueó el móvil vio un WhatsApp de Vicente

Hola Aitana... ¿Qué tal? Te echo de menos. Me gustaría que nos viésemos

-¿Que ocurre?- la canaria se dio cuenta de la cara de su amiga, quien le entregó el móvil para que lo leyese- ¿Te apetece verle?
-No... No lo sé. No hemos vuelto a hablar desde la bronca que te conté.
-Aiti, te tienes que enfrentar a la realidad
-pero es que no se que hacer aún Ana...
-¿Y si hacemos una cosa? Dile que venga al cine con nosotras, después yo me vuelvo para el hotel y ustedes hablan
-¿Y que le digo?
-Lo que creas que necesitas decirle en ese momento. Estoy segura que en ese momento sabrás qué es lo que quieres
-Vale. Se lo voy a escribir... Pero porfa que no se entere Luis
-Yo no le voy a decir nada pero... Con él también deberías hablar
-Lo se

Hola Vicente... Vamos a ir Ana y yo ahora al cine... ¿Quieres que te coja una entrada?

Claro

Aitana se sentó en el medio. La película comenzó. Llegaron con el tiempo justo y lo agradeció porque la situación le estaba resultando algo incómoda. Notó cómo Vicente deslizaba su mano por su brazo. Inconscientemente ella cambió de posición, alejando su cuerpo de él.

Por ti estaréDonde viven las historias. Descúbrelo ahora