Conejo rojo

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Día 1: juego
Día 2: pelea
Día 3: trabajo en equipo
Día 4: momento kyman
Día 5: personalidades intercambiadas
Día 6: universo alterno
Día 7: libre
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Su madre le sirvió más puré de papa, Eric no se dio cuenta que ella lo estaba mirando preocupada porque tenía la vista clavada en sus guisantes y el pensamiento perdido en Kyle.

—Eric, amorcito, ¿pasa algo? —preguntó Liane apoyando una mano sobre su frente—. Uhm, no estás enfermo. ¿Hay algo mal con la comida?

—Maaa, estoy bien. Sólo me quedé pensando en cosas —respondió algo sobresaltado y comió un bocado de puré con carne.

—¿Mañana vas a ir juntar huevos con tus amigos? Hace un par de horas pasó el dueño de Sooper Food diciendo que el evento de mañana sería divertido y seguro, mencionó algo sobre un sacrificio pero creo que exageraba.

—El loco ese no quiere que Sooper Food tenga mala imagen, ya sabes cómo puede ser —respondió desganado y terminó su cena—. ¿Vas a dormir o tienes «trabajo»?

—Esta noche no, además quiero tomarte fotos cuando vayas mañana a buscar huevos, probaré la cámara de mi teléfono nuevo con mi lindo querubín.

Eric suspiró y se levantó de la mesa, dejando que su madre lavara los platos. Después de lavarse los dientes, cada uno se fue a dormir, aunque el chico apenas podía cerrar los ojos.

Kyle. Kyle sólo en la iglesia diciendo un montón de pendejadas, riéndose de su propia religión, asustado por lo que él mismo había originado. ¿Lo merecía? Tal vez, pero al mismo tiempo no. Eric ya le había advertido que eso terminaría en desastre, además los señores Broflovski iban a molestarse si se enteraban que su hijo había inventado aquella locura del jupacabra.

¿Por qué tenía que ayudarlo? Ese judío siempre había sido un hijo de puta desde que podía recordar, siempre lo había molestado por su sobrepeso, decía que los gordos no tenían ritmo, que eran la vergüenza de la sociedad norteamericana, entre otras cosas, además de un  amplio repertorio de chistes sobre su «enorme culo de manteca». También se burlaba del resto de las minorías, incluso de su propia religión, aunque cuando alguien le devolvía la agresión, Kyle le acusaba de antisemita, era muy astuto para invertir las situaciones a su favor.

«Que se joda ese colorado de mierda —pensó removiéndose entre las sábanas y frunciendo el ceño—. Encima que quería ser él único en la búsqueda de huevos... A mí no me va a joder nada.»

Y pensando y repensando en todos los momentos en los que Kyle lo hizo sentirse mal, en los que habían peleado, aunque él a veces también se reía cuando le iba mal, seamos sinceros, pero también donde se divirtieron y lograron grandes cosas juntas —al menos para ser niños de menos de once años—, Eric se quedó dormido.

El cielo nocturno se oscureció y se veían las luces de los relámpagos, tronaba de a ratos con fuerza, pero él estaba en su casa, caliente y a salvo. ¿Y Kyle? Seguro el cabrón seguía en el parque con ese traje de conejo.

No.

El sol ni siquiera estaba asomándose cuando Eric se despertó con aquella idea que enseguida intentó sepultar. Si aunque fuera tuviera la seguridad de que el colorado sin alma había aprendido algo, bueno, él tampoco estaba seguro de si había realmente algo que aprender. Kyle tenía cierto encanto, demasiado, y Eric siempre caía en sus falsas disculpas y remordimientos, siempre creía que podía cambiar... Sin embargo, cuando Kyle cambiaba, él por algún motivo que no comprendía terminaba extrañándolo. Lo necesitaba.

«Esto es una locura.»

Se lo repitió una, dos, diez, cien veces, pero su cuerpo ya había salido de la cama y buscaba las zapatillas y la chaqueta. Tomó un gran alicate del sótano, una de sus propias mantas y salió para el parque. Nunca había madrugado por nadie, salvo para esperar al Señor Mojón en las fiestas.

No puedo dejarlo así.

Tal como supuso, Kyle seguía en el suelo, encadenado y temblando de frío mientras gimoteaba. Eric rodó los ojos y se acercó para cortar la cadena, luego ayudó al otro a ponerse de pie.

—¿Gordo?, ¿eres tú? —murmuró entre sollozos. Cartman reprimió el deseo de dejarlo tirado en la calle.

—No es la primera vez que te sale el tiro por la culata, judío estúpido —respondió sosteniéndolo un poco más fuerte para que no se cayera y siguieron caminando—. Vamos, falta poco para que lleguemos a casa.

—Cartman —llamó el conejo rojo mientras se sorbía la nariz, parecía un niño muy pequeño—, nunca más volveré a burlarme de mi gente, Jehová está en lo correcto. Tú también deberías pasarte al judaísmo para que no te explote la cabeza.

—No sé de qué carajo hablas, Kahl.

Abrió con cuidado la puerta de la casa de los Broflovski y entraron. Subieron lentamente las escaleras, por suerte la mamá de Kyle no se había despertado o estarían jodidos. Por un momento Eric creyó que un par de ojos los seguían por todo el pasillo, probablemente fuera Ike así que no había nada qué temer.

—Cartman —dijo Kyle cuando Eric lo dejó sobre la cama y le sacó los zapatos embarrados—. Cartman.

—Shhh, cállate. Cualquier cosa que digas, mañana la olvidarás así que prefiero no escucharte.

—Gracias, culón —gimió y lo abrazó con las pocas fuerzas que le quedaban—. Debajo de esa grasa late un corazón, ¿no? —comentó con una débil risita y luego carraspeó.

Eric se quedó helado por la sorpresa, no rechazó el abrazo. Suspiró rendido y se dejó hacer, apartando algunos mechones sucios del rostro pecoso de Kyle. Tal vez el pelirrojo sí tenía alma después de todo y por eso no pudo dejarlo allí sólo. Tal vez había algo más, pero prefería no pensarlo, porque sentir algo por el chico que le hacía la vida jodida era demasiado retorcido hasta para él.

Finalmente, después de un par de minutos, Kyle dejó de sollozar y comenzó a respirar más tranquilo, sus ojos se habían cerrado y no temblaba. Eric observó su rostro durmiente y ensangrentado, ojalá hubiera más momentos así... «Así en paz, no así de maricas, claro», se aclaró en seguida y sus mejillas se sonrojaron de repente.

¿Por qué fue a buscarlo?, ¿si la situación hubiese sido inversa, el colorado habría ido por él? Nah, seguro que no o quizá... Costaba imaginarse un Kyle con algo más de la poca moral que tenía, pero si ese Kyle existiera...

Mierda. Realmente sí lo imaginaba yendo a rescatarlo, aunque pasara en un universo paralelo. Eric lo miró un momento y no pudo evitar sentir que en cualquier mundo posible terminarían enlazados ya sea por la enemistad o la amistad o vaya a saber qué otra cosa.

Cubrió bien a Kyle con las mantas y antes de salir de la casa,

(No te soporto, judío.)

dejó un beso entre las orejas de conejo.

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Notas: estaba a punto de hacer algo con el spookyverse, pero al final me brotó esa idea de la nada y decidí desarrollarla. La verdad que este día estaba complicado porque tampoco quería caer en el cliché o resultar aburrida. La idea de Kyle conejo me convenció (?). De todos modos saben que siempre estoy abierta a las críticas.

Gracias a todas las lectoras, por husmear, por votar, por comentar, por leer hasta el final. ¡Nos vemos mañana!

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