• Día 4 •

5.6K 641 157
                                    

Afuera la lluvia caía con fuerza

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Afuera la lluvia caía con fuerza. Pesadas gotas golpeando su ventana con furia, rayos tronando tan fuerte como un cuerno de guerra, y que iluminaban la noche por un instante con sus relámpagos al son del rugir del viento que amenazaba con cuajar árboles desde la raíz.

A Todoroki nunca le molestaron las tormentas. Le relajaban, de hecho. El intenso plop, plop, plop de las gotas muriendo contra el vidrio y opacando cualquier otro ruido de la ciudad o su cabeza.

Cuando Shouto era niño, no quería otra cosa más que huir de su mente. De los demonios que le habían torturado casos desde que tenía memoria —esos mismos demonios que nacieron de los malos tratos de su padre en casa y el inminente espiral de demencia en el que su madre cayó. El horror vivido en un hogar roto que no dejaba de reproducirse en sus pensamientos.

La lluvia no solo opacaba sonidos, sino que lavaba todo. Se llevaba las penas. Después de cada lluvia, la calma regresaba. El mundo estaba otra vez en paz. Los ruidos en su cabeza no volvían tan pronto por miedo a que una lluvia amenazase con llevárselos otra vez.

A Shouto le encantaba la lluvia.

Pero tenía que admitir que no a todos les gustaba. Y era entendible. Los truenos parecían partir el cielo y tanta agua ahogaría los mundos. Nadie quería ser atrapado fuera de casa cuando la tormenta azotase.

La lluvia era hermosa —pero también aterradora. Una belleza peligrosa que más bien había que mirar de lejos. Una trampa letal si el viento soplaba un poco más fuerte de lo normal. Una amenaza latente de que hasta la misma naturaleza podía hacerte daño.

O eso pensaba Izuku Midoriya. Un héroe entre muchos por sus ideales. También su novio. Pero todos los héroes tenían temores, porque nadie era capaz de caminar por la vida sin tener un miedo al cual aferrarse.

El miedo nos hacía sentir vivos. Pero más vida podía dar las maneras de enfrentar esos miedos. Solo. Acompañado. En silencio. Gritando. Siempre con valor.

—Una tarde mi mamá no fue a buscarme a la escuela porque yo le dije que luego de clases iría a lo de Kacchan —suspiró Midoriya cuando se lo contó—. Pero Kacchan jamás apareció ese día en clases.

—¿Y quedaste solo? —preguntó Shouto con curiosidad.

—Sí. Me quedé en la entrada de la escuela sin saber cómo realmente volver a casa y ni una maestra para socorrerme. Me senté en los escalones, y luego se oscureció todo como si la noche se tragase al sol en pleno día. La tormenta golpeó sin anunciarse; y yo ya no pude correr a interior de la escuela para refugiarme. No había una sola persona ya en la calle. El aterrador silencio que antecedía a la tormenta.

Todoroki trató de imaginar el terror de un niño pequeño en medio de una peligrosa tormenta que estaba a punto de empezar. Se le estrujó el corazón.

—Me senté en la entrada, agazapado contra mi mochila y escondiendo la cabeza en las rodillas. Allí esperé... hasta que el primer trueno rugió. Grité junto con el. Luego vino otro. Y otro. Chillé por mi mamá hasta que mi voz ya no podía salir y sentía la garganta en carne viva. Te juro que nunca sentí tanto miedo como esa tarde, tan desamparado y solo...

TodoDeku Week 2018 - [BNHA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora