Cartas secretas para Eren Jaeger

Segunda Carta

Querido Eren

Justo en este momento a mi mente vino el recuerdo de nuestro primer beso.

Te encontrabas encerrado en una celda con grilletes en ambas manos para evitar algún movimiento brusco proveniente de ti. Entre nosotros se encontraba una hilera de barrotes fríos de metal que nos separaban y además limitaban nuestro acercamiento. El estado en que te encontrabas era deplorable, al mirar hacia tus ojos noté que ya no tenían aquel característico brillo dorado del que me enamoré, simplemente ya no tenían vida. Al verte así no pude evitar hablar con Erwin e intentar convencerlo de sacarte de ese horrible lugar, pero su respuesta fue un rotundo no.

Cuando no tenía nada que me ocupara, me encontraba en ese oscuro y sucio calabozo haciéndote compañía, todo lo que me haces soportar mocoso.

Durante una noche libre en la que te hacía compañía estabas en aquella celda que se encontraba oscura debido a la falta de iluminación, misma razón por la que no podía ver claramente más allá de los barrotes, a lo que te llamé por tu nombre pero no recibí respuesta lo cual me extrañó por lo que me decidí acercarme a aquellos barrotes que nos separaban y vi como te encontrabas de rodillas en el suelo. Extendí como pude la mano y rocé suavemente tu mejilla para que voltearas a verme o respondieras, en el momento no reaccionaste pero luego de un rato elevaste la cabeza suavemente. Maldito mocoso, me sacaste un buen susto al no hacer ningún ruido.

En mi interior tenía un sentimiento de impotencia ya que no soportaba el verte así de desamparado, ese no era el Eren que conocí, aquel muchacho que estaba tan determinado en exterminar a los titanes y salvar la humanidad.

Te pedí que te acercaras un poco más hasta donde las cadenas te lo permitiesen y coloqué una de mis rodillas en el suelo para estar al mismo nivel. Con la casi nula iluminación que había pude ver el destello de unas lágrimas que poco a poco se iban formando debajo de tus ojos, las cuales intentabas retener pero sin querer comenzaron a recorrer tu rostro hasta llegar a tu mandíbula y caer al suelo.

Lo único que pude atinar a hacer en ese momento fue intentar tranquilizarte y hacerte saber que todo estaría bien pero no tenía ni idea de cómo hacerlo, así que en fracción de segundos me acerqué a tu rostro lo más que me permitían los barrotes y te dí un fugaz beso. No sabía qué pensabas en ese momento o si logré calmarte pero tu reacción fue gratificante sin duda.

Tu cara de sorpresa en ese entonces no podría borrarse de mi memoria jamás. Puse mi mano en tu mejilla y pude sentir el calor en tu rostro a lo que asumí que estabas sonrojado por mi acción, en ese momento pude notar que aquel brillo dorado volvía a tus ojos, aquel par de ojos verdes volvían a tener ese brillo ámbar que reflejaba tus sentimientos de determinación.

Tus lagrimas cesaron y dieron paso a una sonrisa muy pequeña, luego te acercaste a mi rostro con intenciones de volver a besarme pero te detuviste a unos cuantos centímetros de mis labios, me encontraba confundido y no tenía la menor idea de qué hacer en esa situación. Te separaste un poco de mi rostro y colocaste tu frente sobre la mía.

¿Recuerdas la promesa que hicimos en ese momento? Porque definitivamente no la olvidaré nunca.

—Capitán, sin importar qué pase yo lo protegeré sin importar el riesgo, incluso si tengo que dar mi vida... Lo prometo —me dijiste en un susurro apenas audible.

Quedé atónito al saber que estabas dispuesto a arriesgar tu vida por protegerme, cuando nadie más lo había hecho.

Durante unos instantes me quedé en silencio pero luego de unos segundo reaccioné y hablé.

—No digas idioteces, tienes que vivir para estar a mi lado, no dejaré que vuelvas a estar solo, te protegeré y cuidaré. Lo prometo.

Att: Levi Ackerman