« VI »

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El fin de semana había sido uno de los más largos en la vida de Calum, y no veía la hora de que al fin fuera lunes. ¡Qué divertido! Encontrar a una chica hizo que el moreno amará la llegada del glorioso lunes.

Su mañana fue normal, su madre se fue temprano al trabajo, su padre quejándose desde el sillón. Siempre se ha preguntado porque su papá quiere que Calum salga lo más rápido posible, puede llegar a pensar cosas como que odia la impuntualidad o quizá porque puede poner música a todo volumen y se pone a bailar o algo por el estilo, incluso ha llegado a pensar que su padre hace otro tipo de cosas, pero prefiere la segunda idea o la primera, todo menos la última.

El chico salió apurado y con esperanza, algo dentro de su pecho le decía que hoy la vería e incluso iba casi corriendo hacía la parada del bus el cual llegó unos minutos tarde, como siempre. Se subió a él y una oleada de miedo lo recorrió, no quería voltear, no quería llevarse otra decepción.

El conductor lo miró mal y él reaccionó, le pagó y se volteó, dio un vistazo rápido a todo el bus y ahí la vio.

Ahí estaba, sentada en los asientos de la derecha, al lado de la ventana, viendo cualquier cosa que estuviera a fuera, el chico dejo salir el aire que llevaba conteniendo desde que subió, sintió alivio y quiso correr hacia ella y abrazarla, pero él sólo era un desconocido para ella y viceversa y viendo las probabilidades, sería una muy mala impresión.

Calum no se había inmutado que seguía parado a la mitad del pasillo cuando había tantos lugares vacíos hasta que escucho la voz del conductor regañándolo. Él quería sentarse a su lado, pero no sabía si era buena idea pero su cuerpo funcionaba por si solo y por más que él le ordenará que parará, él ya se dirigía a su lado.

Ella noto la presencia de él, pareció reconocerlo, su cuerpo se tensó en el momento en el que Calum se sentó a su lado, ambos se movieron incomodos y permanecieron en silencio, miraron hacia el lado opuesto y después de unos minutos se sobresaltaron al escuchar el pitido de mensaje que provenía del teléfono de ella.

La chica se hizo pequeña en su lugar para ver el mensaje que le había llegado y Calum no quería ser entrometido pero la curiosidad lo mataba y se asomó con mucho cuidado por el hombro de la chica.

"Rebbeka, él está preguntando por ti, ¿dónde rayos estás?"

Calum sonrió al leer su nombre en el mensaje, por fin su locura tenía nombre y ese era Rebbeka. Notó como ella contestaba.

"Sabes dónde estoy, sé qué él no me deja ir, pero lo necesito."

Muchas cosas pasaron por la mente del moreno, pero no se explicaba lo raros que eran los mensajes, pero prefirió dejar los misterios para después, tenía que pensar como le hablaría y estaba en eso hasta que el mismo pitido de mensaje sonó, frunció el ceño y leyó.

"Sé que amas bailar, pero papá te quiere aquí, ya. No puedes escaparte cada vez que quieras y lo sabes, tienes responsabilidades aquí, pequeña."

Calum se sorprendió, bailarina, no se lo había imaginado, y para su suerte había una academia de baile muy cerca de su escuela de música.

El chico seguía pensando en infinitos planes, cada uno muy distintos pero todos llegaban al mismo objetivo: hablarle. Pero no fue necesario que pusiera en marcha ninguno de ellos y se sorprendió al escuchar lo suave de su voz.

— ¿Te parece que bailar es una pérdida de tiempo? —preguntó ella sin mirarlo, Calum abrió mucho los ojos y la miro y tardo unos minutos en responder.

— No —dijo con simpleza— Es una de las mejores artes que existen —ella lo miró y sonrió.

— ¿En serio lo crees? —Él asintió y levanto un poco su guitarra y ella amplió su sonrisa—. ¡Eres músico!  

The Perfect Casuality -cth-Where stories live. Discover now