7.2 - Bautismo de Traidores

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En mi vida anterior.
Jamás tuve el honor de escoger sobre el destino de alguna persona y hoy leerás, como tuve la obligación de lanzar una persona al infierno.
Espero que no tengas que pasar por una situación tan horrible como traicionar a tu familia, o ¿ya haz traicionado a alguien importante?
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—¿Cómo piensas convencer a la guardia? —pregunta mi cuñada antes de tomar un sorbo de la recién preparada sopa de patatas de mi hermano, y el cual se encuentra cocinando para los trabajadores que terminen pronto sus labores al mediodía.

—Ni idea. —Esquivo el tema y decido saborear la sopa preparada por mi hermano—. Bror seguro ha mejorado en la cocina.

—Obvio, ahora mismo esta intentando recrear el truco enseñado por mi madre.

—¿Cuál truco? ¿Hay algo así cómo una receta pasada de generación en generación?

—Se puede decir que así es, pero sólo son tips que hacen algo de diferencia.

—Oh. Me gustaría comer la cena de tu madre.

—Trataré de avisarte el día, en que ella cocine.

—Estaré contando con ello —digo a la par que mi hermano aparece bañado en sudor desde la cocina.

—Enana, no te había visto. —Da una gran sonrisa mientras se sienta junto a Kone. Ella, con un claro coqueteo, limpia su rostro con un pañuelo blanco, sin ningún bordado destacable que pequeñas líneas verdes alrededor—. ¿Qué te trae nuevamente por mi humilde hogar? —Le comento sobre lo discutido con Kone de mis sucesos en la mañana—. Con que el chico patata... —susurra sobre el embustero de Frygt y continúa sobre mi problema en la guardia—. Que tal, ¿si tratas de entrenar por tu cuenta mientras vas cada semana a proponer tu Ingreso?

Kone, como un tierno regaño, dice a mi hermano, que su única estrategia eterna es: seguir intentando sin rendirse ante cualquier dificultad. Si, de la misma forma con la que logró casarse con su esposa.

—¿Cómo podría entrenar? —respondo tratando de ignorar el constante amor rosa que desprende la pareja frente a mí. Entre mi confusión, intento de pensar en todos los métodos autodidacta que recuerdo.

—Por lo menos comienza teniendo algo de resistencia. Estoy seguro, que con lo mimada que nuestros padres te tienen no resistirías ni cinco minutos en una carrera. —¿Me ha dicho perezosa? Busco refutar, pero es la verdad. Yo soy alguien mimada por mi familia. Actualmente, no tengo algo propio; solo ayudo en lo necesario en el hogar y aunque me gustaría replicar como siempre, ahora mismo no tengo el ánimo para ello.

—Esta bien, tu ganas. —Me rindo ante sus palabras, con un largo suspiro—, pero el día que entré a la guardia deberás darme un buen banquete.

—Tu eres... Bueno, te doy un banquete. —Con una sonrisa en mi rostro decido dejar la posada del par de tortolitos y dirigirme hacía mi hogar.

Tras pasar varias calles, evitando los pocos callejones, salgo del pueblo y camino hasta mi hogar. Esa pequeña granja llena de cultivos de patatas y productos inexistentes en nuestro mundo, como el pequeño tomate con un ligero sabor entre durazno y sandía, conocido aquí como Todusa.

Ese día tuve que soportar la charla de mi madre, por quedarme a dormir fuera sin avisarles previamente de ello. Fuí obligada ha limpiar los rincones olvidados de la casa, una labor que me llevó casi todo el día.

Al día siguiente fue mi rutina diaria, desde ayudar a cocer a mi madre, hasta preparar parte de la comida de mi familia. En las horas de la tarde fue el momento idóneo para ejercitar.

Peón de la CalamidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora