CAPÍTULO 7. FELICIDAD

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Los meses pasaron y con ellos el amor llenaba aún más los corazones de Ángel y Almendra. Ángel había contribuido mucho en el hogar, con el dinero del trabajo renovó la casa volviéndola más agradable a la vista pero tampoco descuidaba el pago del cuarto que le habían proporcionado.

Lorenzo ya había cumplido la mayoría de edad y trabajaba junto a Ángel. Era difícil recordar para esa familia días donde todo haya marchado bien como en ese momento.

Almendra se dedicaba a un pequeño negocio, elaborando dulces bajo pedido en la localidad, evitando con ello los riesgos a los que solía exponerse. El dinero recibido como alquiler fue guardado y luego invertido en la compra de todo lo requerido para ese emprendimiento.

Pedro, el más pequeño de todos, había mejorado mucho en la escuela, contaba con todos los libros necesarios para cumplir con las tareas de sus profesores y con la ayuda de Ángel cuando le era imposible entender un tema.

Sólo una palabra podía describir ese instante en la vida de esas personas y esa era FELICIDAD.  Una noche Ángel y Almendra acordaron salir a dar un paseo, comieron helado y reían sin parar mientras recordaban las travesuras inocentes del pequeño Pedro.

Mientras caminaban, sus manos se rozaban hasta que terminaron sujetándose. Obviamente no había sido coincidencia, pues ambos se miraron y rieron. Ángel se detuvo y Almendra lo hizo también al instante, sus miradas nuevamente se cruzaron y sin percatarse, los labios de la pareja se dieron el primer beso.

Ese día empezó su relación, siendo la muestra del amor que había crecido como un árbol desde que su semilla fue sembrada.

LA MORTALIDAD DEL ÁNGELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora