La mañana era tan gris como se podría esperar. Al igual que siempre, iba en el bus, directo para mi clase de 9, un tanto estresada, esperando no llegar tarde. Miraba ausentemente por la ventana, tratando de no darle demasiada importancia al extraño hecho de que no hubiese nadie más que el conductor allí y, aún más extraño, las calles estuvieran prácticamente vacías.
El bus se detuvo de repente, dándome la oportunidad de bajar. Por alguna extraña razón, me llamó la atención algo completamente normal. Sentado en una banca de madera había un hombre. No parecía tener nada demasiado llamativo. Era delgado y parecía tener el doble de mi edad, puede que más. Su expresión, sin embargo, comunicaba y contagiaba un desasosiego extremadamente curioso. Su cabello negro, alborotado, permitía saber que algo andaba mal con él.
Me quedé allí parada, observándolo detenidamente. De la nada, clavó su mirada en mí. Uso esta frase a causa de que esa fue la sensación que dio cuando me miró, como si me hubiese atacado. El pánico y el odio llenaron mis venas de repente y me vi incapaz de moverme, como convertida en hielo. Sus ojos negros reflejaban más maldad de la que creía posible en este mundo.
En lo que dura un parpadeo, todo se oscureció. Dejé de estar en ese paradero de autobuses y me encontré en un lugar desconocido. Me vi rodeada de la más oscura negrura, como si hubiese sido transportada a la parte más tenebrosa de mi propio cerebro. Escuchaba gotas y ecos, mas no podía guiarme por nada. Solo sabía algo con certeza. Había alguien más ahí.
No era una persona, eso era seguro. Era algo más. Una presencia sobrehumana. El pánico a duras penas me permitía respirar, cuando escuché un pequeño susurro lejano, o el eco de una voz. Este fue aumentando de volumen, primero se apagaba, después volvía fortalecido.
-¿Alguien?- Decía la voz. Era como la de una niña pequeña. Podía oír su angustia. Quien quiera que fuese, necesitaba ayuda. Comencé a caminar, intentando guiarme por su sonido, con las manos extendidas para protegerme de lo que hubiese entre toda esa oscuridad.
Sentí algunas cosas rozar mis brazos, chocar con mis pies, halar de mi falda, pero seguí caminando, controlando mi miedo lo más que podía.
-¿Hay alguien ahí?- Preguntaba la voz entre sollozos. No sabía por qué, pero debía encontrar a esa niña, fuere como fuese. La presencia me seguía, ocultándose en las sombras. Podía sentir su aliento en mi nuca. Podía notar su mirada sobre mí.
Finalmente, logré divisar a lo lejos una luz. Al parecer, la voz venía de esa pequeña figura en medio de aquella misteriosa luz blanca. Comencé a caminar rápidamente hacia ella, abriéndome paso entre el húmedo y frío ambiente.
Pero al irme acercando, noté que algo no estaba bien. Al acercarme un poco noté el sonido de cadenas proviniendo del mismo punto. Más terror aún del que ya tenía comenzó a inundarme, como una cascada sobre mi cabeza. A pesar de todo, por alguna razón, no me veía capaz de detener mi paso hacia aquella figura.
La niña lloraba y, al acercarme más, noté heridas por todo su cuerpo.
Ya mis manos tocaban la luz cuando la diminuta figura, desnutrida casi al punto de la destrucción, alzó su cabeza para verme. Sus ojos eran los mismos de aquel hombre que había visto, mas esta niña, en vez de quedarse viéndome, sonrió... o más bien hizo una mueca infernal que simulaba una sonrisa. Sus ensangrentados labios se tensaron, mostrando unos dientes afilados y casi podridos.
De la nada, sentí un dolor inaguantable en la espalda, como si el mismo demonio hubiese decidido dibujar con lava en mi espalda alguna figura extraña. Intenté gritar. Mi voz no salía de mi garganta. En cambio, la pequeña criatura comenzó a lanzar gritos, como si pudiera sentir mi dolor. Sus gritos ensordecedores llenaron mis oídos y perforaron hasta mi cerebro. Todo combinado me hizo caer al piso, cerrar y retorcerme de dolor.
El dolor se detuvo un momento, lo que me permitió abrir mis ojos. Escuché la alarma, que me ordenaba despertar para ir a clase de 9. Aliviada, me levanté para prepararme. Sin embargo, la sensación no parecía querer abandonarme. Intenté ignorarla, hasta que al fin pude dejarla a un lado, ya sentada en el bus, de camino a clase.
Distraída, buscaba algún sentido a tan extraño sueño cuando un pavor inmensurable me invadió de repente. No podía creerlo. En frente mío, el hombre de los ojos negros me miraba directamente.
¡Hola a todo el mundo! La autora aquí. Espero les haya gustado este pequeño cuento, el inicio de esta pequeña aventura en la que me metí. Acepto toda clase de críticas constructivas y comentarios sobre esta historia y todas las que vienen. ¡Hasta el próximo cuento!
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Cuentos de media noche
TerrorEsta es una pequeña recopilación de cuentos basados en pesadillas que he tenido. Es un tanto extraño y no todos los cuentos tienen mucho sentido que digamos, al estar basados en algo tan confuso como las pesadillas, pero igual espero les gusten.