16/05/2019

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 Ricardo despierta en la habitación de un hospital. La pieza no estaba muy limpia ni tampoco parecía ser de un hospital muy moderno. Veía por la ventana de la habitación a la ciudad mientras escucha gritos de personas fuera del hospital. Sabía que era Santiago, pero no era el Santiago que estaba acostumbrado a ver. Se da cuenta de que una de sus piernas está amarrada a la cama en la que esta y su confusión aumenta. De repente escucha los pasos y la conversación de dos personas, un hombre y una mujer, que estaban por entrar en su pieza. Ricardo se hace el dormido y se propone a escuchar con atención lo que conversan estas personas.

—Se lo juro doctor, muchas personas a lo largo de la ciudad reportan que lo vio caer de la nada. Cayó del cielo sin previo aviso, el cayó en el cerro San Cristóbal y su helicóptero se estrelló en el rio Mapocho. Solo Dios sabe de dónde viene este hombre —dice la voz femenina
—Será mejor averiguar de dónde viene este personaje, se me hace absurda la idea de que extraterrestres exactamente iguales a nosotros nos estén dando un aviso de una próxima invasión a la tierra, ¡es que es para no creérselo!.—replica la voz masculina.

Ricardo decide fingir despertar para acabar con este cuento de una buena vez.

—¡Mire doctor!, ¡está despertando! —grita la enfermera al doctor

El doctor se gira para ver a Ricardo y se aproxima a él. Frente a su cama pone una silla para acomodarse y comenzar a hablar con él.

—Hola caballero, yo soy el doctor Miguel Barrientos y yo le he atendido desde que llegó a este hospital. ¿Me puede decir quién es usted y de dónde viene?
—Me llamo Ricardo Núñez y soy originario de Santiago. Por cierto, señor Miguel, ¿Qué le paso al Costanera Center, a la Torre Titanium y los demás edificios que componen Sanhattan?

El doctor Miguel y la enfermera se miraron entre sí. Entre los dos se buscaban alguna forma de responder a tal pregunta que al parecer no le iba a satisfacer a Ricardo.

—Caballero, para serle sincero, jamás había escuchado en mi vida como profesional esos nombres ni esos tales edificios que me dice.
—Tiene problemas psicológicos este hombre —sentenció la enfermera—, está delirando, deberían llevarlo al Hospital Psiquiátrico de Antofagasta.

Ricardo quedó perplejo, lo estaban tratando de loco. ¿Cómo era posible que ni la torre Titanium ni el Costanera Center ni los demás edificios de Sanhattan no existiesen?

De pronto la puerta se abre sorpresivamente dejando entrar periodistas y fotógrafos que estaban luchando a muerte por entrevistar y fotografiar al protagonista de la que sería la noticia más grande de la historia de Chile y del mundo.
Ricardo se vio acosado por cámaras y por preguntas como «¿de qué planeta viene usted?», «¿usted es Jesús?» o «¿sabe hablar español?». Con este bombardeo de preguntas y fotografías, fue un alivio para Ricardo ver que un hombre que al parecer era un carabinero pudo detener a los periodistas amarillistas y a los fotógrafos.

—Hola caballero —dijo con una voz grave el carabinero—, vengo a interrogarle ya que usted está en la boca de todos.
—Está bien, señor, pregúnteme lo que quiera —respondió Ricardo un poco irritado por tanto gentío que el acoso hace poco.
—Verá señor, estamos un poco intrigados por lo que pasó ayer. ¿Me puede decir de dónde es usted exactamente?
—Ya le respondí esa pregunta al doctor y daré la misma respuesta: soy santiaguino.
—¿Me puede explicar cómo es posible que haya caído del cielo así sin más?
—Ni yo lo sé, lo último que recuerdo es haberme caído dentro del volcán Villarica mientras hacía un reportaje del mismo en mi helicóptero.

Las caras del doctor Miguel, la enfermera y el carabinero se quedaron congeladas.

—Ya le dije doctor, este hombre está delirando —dijo la enfermera.
—¡¡YO NO ESTOY LOCO!! —gritó con furia el piloto.

El doctor Miguel junto con el Carabinero se abalanzaron sobre Núñez, inmovilizándolo para que la enfermera le inyectase un tranquilizante.

—Doctor, ¿Cuánto tiempo tendrá que estar aquí para esté recuperado completamente? —preguntó el carabinero.
—Poco tiempo, dos días quizás. Sus heridas no son tan graves y está fuera de riesgo vital a pesar de caer del cielo literalmente como un meteoro.

Mientras oía esas palabras, Ricardo se duerme profundamente por el efecto del tranquilizante que se le proporcionó.     

El día en que un submarino cayó del cieloWhere stories live. Discover now