Marta ayudó a Ricardo a ordenar una maleta con suficiente ropa para poder viajar. El piloto fue aconsejado por su mujer de que se rapará la cabeza, pues eso ayudaría a pasar más desapercibido entre la gente, Ricardo acepto a regañadientes. La mujer lo fue a dejar al aeropuerto Santiago-Pudahuel en su auto y Núñez se dio cuenta de inmediato de las cosas que lo diferenciaban del de su dimensión: Era mucho más pequeño, no tenía capacidad para tantos extranjeros y no era muy cuidado por la gente. Pronto Marta divisa a la lejanía a un hombre que resultaba ser el doctor Miguel, quien acompañaría a Ricardo hasta Puerto Príncipe.
Marta estaciona el auto y junto con Ricardo van al encuentro con el doctor Miguel.
—Buenas noches señores —dijo el doctor Miguel con simpatía
—Buenas noches don Miguel —respondieron al unísono Ricardo y Marta.
—Llegan justito, el vuelo a La Habana es en unos veinte minutos, tenemos que apurarnos Ricardo, despídase de Marta.
Ricardo dirigió la mirada a Marta para poder despedirse de ella con un beso en la mejilla, siendo correspondido.
—Cuida bien de Francisca —dijo Ricardo con cariño a Marta
—Lo haré —respondió Marta con un tono amable.
Fue una despedida fría, pero ambos sentían que era mejor así. Quizás eran maridos de algún modo, pero no eran las mismas personas que conocieron.
La despedida corta fue seguida de una rauda carrera para abordar el avión. Ricardo se puso una mascarilla fingiendo tener un resfriado más o menos grave, pero con el real objetivo de ocultar su rostro. Subieron al avión con tranquilidad, solo se oyó el cuchicheo de unas señoras que decían que Ricardo se parecía al misterioso hombre que había caído del cielo pero que resulto ser solo un extranjero que se había perdido.
Sentados ya en sus respectivos asientos, el doctor Miguel le da un libro a Ricardo.
—Esto seguramente le ayudará a entender mejor nuestro mundo —dijo el doctor al piloto.
Núñez procede a leer el título del libro: «Historia de América Latina y el Caribe». Acompañado el título había una etiqueta que prometía una alta calidad en edición, redacción y ortografía.
Ricardo vio al doctor Miguel con seriedad.
—Cuando llegó a nuestro hospital se notaba que no entendía nuestro presente, quizás averiguando como fue nuestro pasado pueda entender finalmente, además se lo doy para que no se aburra porque será un viaje muy largo —dijo el doctor Miguel mientras hacía una ligera sonrisa.
Ricardo abrió el libro y vio su índice. El ejemplar tenía una introducción, un listado de todos los países latinoamericanos y del Caribe y sus historias correspondientes, un glosario y una conclusión de parte de los editores.
Desde que supo que Antofagasta seguía siendo una ciudad boliviana, deseaba tener respuestas y con el libro seguro las iba a conseguir. Fue directo a la sección de Chile, historia del siglo XIX. Comenzó a leer sobre la Guerra del Pacifico.
«Iniciada la guerra en 1879, Perú y Bolivia buscaron el apoyo de la republica de la Argentina tras ya varios intentos fallidos de incluirla en la alianza defensiva secreta. La Argentina en un principio fue reacia con la idea de entrar a este conflicto, pero con la promesa boliviana y peruana de que obtendría los territorios chilenos que estaban entre el 24°S y el 27°S dándole una plena salida al océano Pacifico aceptó finalmente. Ya con la Argentina aliada con el Perú y Bolivia, se forjó La Triple Alianza con la cual Chile tuvo que luchar hasta su derrota. Los constantes ataques coordinados de la Triple Alianza a los territorios del norte, sumado a los ataques y bloqueos de los principales puertos, llevaron a Chile a sufrir un grave desgaste, perdiendo territorios, hombres y recursos hasta su rendición incondicional en el año 1882.
La Triple Alianza aplicó severas sanciones a Chile, entre ellas admitir la culpa y la responsabilidad total de los daños causados y su debida paga a los miembros de la alianza para las reparaciones, la obligada desmilitarización por diez años y darle prioridad a la importación de productos peruanos, bolivianos y argentinos.
Como consecuencia Chile se transformó en un país pobre y devastado, pudiendo solo recuperarse un nivel parecido del que tenía antes de la guerra 80 años después. La Argentina comenzó la rápida conquista de la Patagonia para anexarla a su territorio mientras que Perú y Bolivia recibían inversiones en el área de la extracción salitrera por parte de grandes empresarios británicos y estadounidenses.»
Ricardo simplemente quedo perplejo. El hecho de que Chile haya perdido la Guerra del Pacifico le revolvía el estómago, fue un duro golpe a su nacionalismo. Resignado por lo que le pasó a su patria, se dio cuenta de que en el listado no estaban nombradas ni Cuba ni Haití ni República Dominicana. En cambio, en reemplazo de estas naciones estaba la Federación Caribeña. Intrigado por este nombre, fue directamente a investigar.
«Origen y formación de la Federación Caribeña.
Los antecedentes de la formación de la Federación se remontan a la revolución haitiana de 1791. Varios esclavos africanos se unieron bajo la idea de la libertad y comenzaron con la destrucción de las plantaciones y la matanza de hacenderos blancos bajo el liderazgo del jamaicano Boukman. François Dominique Toussaint-Louverture fue quien lidero a las fuerzas rebeldes posteriormente aliándose con los españoles. Estos a su vez ayudaron a Toussaint y a sus fuerzas a entrenarlas para combatir contra las fuerzas francesas que aún estaban asentadas en la isla y contra las fuerzas inglesas que querían apoderarse de la misma.
No obstante, las fuerzas hispanas llevaban un plan entre manos: dejaron que las fuerzas rebeldes de François lucharan contra las fuerzas coloniales francesas e inglesas para debilitarlos, para finalmente traicionarlos. Los españoles ejecutaron al líder rebelde y a sus seguidores, dejando el camino libre para que el Reino de España gobernara por completo la isla en 1794. La lucha por la independencia había fracasado.
Durante las posteriores tres décadas los españoles gobernaron la isla a base del terror, obligando a los habitantes a aprender su lengua y recurriendo a cada vez más crueles prácticas para ejecutar a cualquiera que incitara una rebelión con el objetivo de infundir el miedo y aplacar cualquier plan independentista.
Con los movimientos revolucionarios que se llevaban a cabo en distintas partes de la América española, los haitianos finalmente lograron su libertad en 1824 gracias a la intervención de la fuerza combinada de libertadores de la Gran Colombia, del Imperio Mexicano, de las Provincias Unidas del Rio de la Plata y la República de Chile.
Junto a Haití, se lograron independizar Cuba y Puerto Rico, porque los libertadores estaban convencidos de que la libertad de sus naciones solo sería garantizada si toda presencia colonial española los españoles era eliminada de las Américas.
En el mismo año de 1824, poco después de que Haití lograse su independencia, un joven político mulato haitiano de treinta años llamado Matthieu Fayolle propuso un proyecto federativo a los gobernantes de Cuba y Puerto Rico para fortalecerse y protegerse de ataques exteriores, pues aunque los españoles habían sido expulsados del continente, aún existía peligro de que los franceses o los ingleses intentaran de nuevo tomar las islas como muchas veces lo han hecho en el pasado, además de la desconfianza que había ante los Estados Unidos de América, ya que nadie sabía que a pesar de que estuviese gobernado supuestamente por ideales de democracia y libertad, los estadounidenses no hubiesen heredado de los ingleses el gusto de conquistar y arrebatar tierras de otros.
Tras las constantes amenazas exteriores que preocupaban a las autoridades de las tres islas, finalmente acordaron la unión el 20 de mayo de 1825, mismo día del nacimiento del libertador Toussaint Louverture»
Con los ojos cansados por la lectura, Ricardo prefirió cerrar el libro y colocarlo en el compartimiento que le correspondía a su asiento y se acomodó para dormir.
—«Qué mundo tan interesante en el que acabe» —pensó Ricardo.
Eran las 11:30 am y Ricardo era despertado por el doctor Miguel tras ya varias horas de viaje.
—Despierte don Ricardo, mire por la ventana, ¡ya llegamos a La Habana! —dijo el doctor con tono alegre.
Ricardo, aún semidormido, miro por la ventana que estaba al lado de su asiento y quedo totalmente sorprendido. La Habana poseía altísimos rascacielos, enormes avenidas concurridas y centros comerciales inmensos. Era como una Nueva York en la mitad del mar Caribe. No era de sorprenderse si La Habana fuese considerada como La Joya del Mar Caribe.
Aun viendo Ricardo por la ventana, alcanzo a distinguir el aeropuerto de la ciudad, que sin dudas estaba acorde a la naturaleza gigantesca y cosmopolita de la gran urbe caribeña: moderno, enorme y con gran capacidad para que distintos aviones de todo el mundo puedan aterrizar sin ningún contratiempo.
El avión que traía a Ricardo y al doctor Miguel por fin aterrizo y ambos retiraron sus maletas. Ambos se hospedarían en un hotel centro de la ciudad por un día para poder descansar y viajar mañana finalmente a Puerto Príncipe.
Ya instalados en su habitación del hotel, tanto el piloto como el médico pudieron descansar.
—Sabe don Ricardo, puede ir a caminar un rato para conocer la ciudad si usted quiere —dijo Miguel como sugerencia.
—Sí, no es tan mala idea, quiero estirar mis piernas —dijo Ricardo mientras se estiraba.
—Pero no se vaya tan lejos, que es fácil perderse con tanto edificio y gente. Yo por mientras me comunicare con mi colega para poder decirle que ya estamos en La Habana y que iremos a Puerto Príncipe mañana.
—Entiendo, nos vemos luego.
Ricardo salió de la habitación. Tomando el ascensor del edificio logró llegar al primer piso y salir a la calle con el libro que le había regalado el doctor Miguel, por si es que se aburría y quería leer un rato.
Mientras caminaba por una avenida, apreciaba los altos edificios, los autos que pasaban por ahí y la gente que caminaba con sus celulares inteligentes de última generación. De pronto vio un parque bastante grande y decidió dirigirse allí para poder sentarse en alguna banca del lugar.
Ya acomodado, le dio curiosidad la forma en como era La Habana y Cuba en general en esta realidad, por lo que abrió nuevamente su libro para buscar más respuestas.
«La Federación Caribeña durante la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría.
Durante la Segunda Guerra Mundial, la mayoría de los países latinoamericanos fueron neutrales pues no querían estar envueltos en la destrucción y matanza que se vivía en Europa y no fue la excepción la Federación Caribeña.
No obstante, viendo la destrucción que se producía en suelo europeo, el presidente de la Federación, José Santa María, promulgo una ley que facilitaba la inmigración, por lo que el país comenzó a recibir olas de inmigrantes provenientes de todos los rincones de Europa escapando de la devastación.
El gobierno de Santa María se encargó de darles tierras vacías a los inmigrantes más pobres para que comiencen a trabajarlas y a aprovecharlas. En el caso de aquellas personas con títulos profesionales como médicos, arquitectos, profesores e ingenieros expertos en diferentes áreas del conocimiento ya ganaban terreno en el mercado laboral caribeño.
Con el fin de la Segunda Guerra Mundial, el país recibió nuevamente más inmigrantes, sobre todo alemanes que escapaban del enjuiciamiento por su colaboración con el régimen nazi.
La Federación Caribeña estuvo presente en la rendición formal del Imperio del Japón y en el nacimiento de las Naciones Unidas.
Con el comienzo de la Guerra Fría, inmediatamente el estado federativo caribeño se alineo con los Estados Unidos y las fuerzas de la OTAN. Como resultado de este alineamiento, la censura de información sobre el comunismo y lo que acontecía al otro lado del telón de acero en Europa era implacable. Sumando a la censura, la CIA en colaboración con los inversionistas y mayores capitalistas de la nación insular, comenzaron una campaña del terror fomentando la idea de que el comunismo era el sinónimo de la destrucción del catolicismo y de la familia. El terror al marxismo quedo implantado en la mente colectiva y todo aquel que apoyaba estas ideas ''bárbaras'' era tachado como loco, antipatriota, degenerado e incluso satanista.»
«Así que el comunismo jamás toco suelo cubano —pensó con satisfacción Ricardo— capaz que Fidel jamás oyó sobre esas ideas locas e hizo su vida alejada de la política; Al parecer esta realidad tiene sus cosas buenas también»
Mientras se tomaba una pausa en su lectura, comenzó a mirar a su alrededor. Grande fue su sorpresa cuando alcanzó a reconocer a quien sería el Marcelo de esta dimensión alternativa, tomándose la mano con otro hombre. La ira se apodero de la mente de Ricardo. Se levantó bruscamente de su asiento, dejando abandonado al libro en el suelo. Marcelo estaba a punto de besarse con su pareja hasta que ambos fueron empujados bruscamente por Ricardo, cayendo al suelo.
—¡¡ASÍ TE QUERIA PILLAR, DEGENERADO DE MIERDA!! —grito con furia Ricardo, llamando la atención de los demás transeúntes.
—¡¡POR MI AUSENCIA TE CONVERTISTE EN UN MARICÓN CONCHADESUMADRE!!
Marcelo tuvo que tomarse solo unos segundos para poder reconocer a su atacante.
—Pa... ¿¡PAPÁ!? —pregunto consternado Marcelo.
—¡¡ASÍ ES MIERDA, LAMENTABLEMENTE!!
Ricardo se dio cuenta de su error. Acaba de delatarse, se suponía que estaba muerto y tenía que pasar lo más desapercibido posible, cosa que no logro de manera olímpica al dejarse llevar por las emociones.
Marcelo fue ayudado por su pareja a levantarse del suelo. Ricardo no sabía qué hacer, se quedó en blanco. Lo único que quería hacer era escapar del lugar lo más pronto posible, por lo que lo único que atino a hacer fue a correr hacia el hotel. Corrió lo más rápido posible logrando llegar al hall del hostal. Se fue tan rápido a su habitación que no se dio cuenta de que el doctor Miguel estaba allí conversando con los administradores del hotel y vio pasar a Ricardo correr, cosa que le pareció muy extraño.
Llegando a su habitación se dispuso a cambiarse de ropa y fingir que nada había ocurrido hasta que entraron el doctor Miguel junto con Marcelo.
—Ricardo, este joven me ha preguntado por ti.
—¿Y cómo sabes que este pendejo te pregunto por mí? —pregunto con agresividad Ricardo.
—Porqué pregunto sobre si había visto a un hombre mayor con la cabeza rapada corriendo despavorido y sí, lo vi, eras tú.
Ricardo frunció el ceño y miro a punto fijo en la pared.
—Me ha dicho que lo empujaste a él y a su pareja en un parque cercano de aquí —dijo Miguel con un tono serio— creo que lo más sensato que podrías hacer es darle una explicación tomando en cuenta de que se te pidió pasar lo más inadvertido posible.
Ricardo frunció aún más el ceño y se notaba como apretaba la mandíbula del enojo y su corazón se aceleró.
—Usted no lo entiende, él es un asqueroso maricón —dijo Ricardo de manera muy controlada sin entrar a gritarle al doctor.
—Realmente me impresiona usted, don Ricardo —dijo Miguel— yo pensé que con lo que paso con Francisca usted sería más comprensivo con los demás en general.
Tanto Marcelo como Ricardo miraron con desconcierto al doctor Miguel.
—Que... ¿qué le paso a mi hermana? —pregunto nervioso Marcelo
—Tu hermana está al borde de la muerte y todo es tu culpa —dijo Ricardo casi con los dientes rechinando.
—No es culpa de Marcelo, de hecho, no es culpa de nadie, lo que sufre Francisca no se podía evitar ni con las mejores intenciones.
—¡¡PERO ÉL DEJO ABANDONADAS A SU HERMANA Y A SU MADRE SOLO PARA SATISFACER SUS DESEOS MARICONES!! —grito furiosamente Ricardo
—¿¡Y QUE MIERDA SABRÁS TU DE MIS RAZONES DE HABERME IDO!? —respondió Marcelo sin contenerse esta vez.
Ricardo quedo pasmado. Jamás nadie le había gritado desde que era un novato en la escuela de aviadores.
--¡¡ME FUI DE CHILE PORQUE PRACTICAMENTE NO PODIA VIVIR EN PAZ —grito Marcelo quebrándose— SIEMPRE CON EL MIEDO DE RECIBIR UN BALAZO POR SER HOMOSEXUAL!!
Hubo una pausa, un silencio de muerte. Ricardo tenía la mirada fija en su hijo.
—Escape de Chile para construir una vida lejos de esa violencia que para cualquiera sería injusto. No fue una decisión fácil para mí, pero era necesaria para que vengas tú de la muerte o de quien sabe dónde a sacar conclusiones sin ningún fundamento.
El ambiente se calmó, Ricardo estaba a punto de hablar pero justo antes comenzó a hablar nuevamente Marcelo.
—He construido una vida acá en Cuba, tengo una pareja estable y ya tenemos una casa. Pronto podremos adoptar a un niño para que sea nuestro hijo.
Ricardo quedo en silencio, simplemente no sabía que responder. El doctor Miguel se le acerco.
—Mire don Ricardo —dijo calmado Miguel— soy consciente de que usted no es de esta realidad y que sus creencias están muy arraigadas, pero dese la oportunidad de entender que las cosas no son siempre como queremos.
Ricardo miro en silencio a Miguel.
—Mire a su alrededor don Ricardo, usted está viviendo la prueba más firme de que las cosas pueden resultar diferentes.
El piloto se quedó en silencio, procesando lo que acaba de ocurrir.
—Hijo, si quieres, puedes estar un rato conmigo, para que hablemos de hombre a hombre.
Marcelo hizo una pequeña sonrisa.
—Claro, papá.
Mientras Marcelo y Ricardo hablaban en la habitación, Miguel tuvo que dar una explicación a los administradores del hotel por los gritos que provenían de su habitación pues muchos de los que se estaba hospedaron se estaban quejando.
—¿Y cómo se llama tu pareja hijo?
—Se llama Hernán, nos conocimos en el trabajo, el primero que obtuve acá en Cuba.
—Mira tú, yo conocí de la misma manera a tu madre —dijo Ricardo con un tono más alegre— bueno, así fue como la conocí en la otra dimensión, no sé cómo nos habremos conocido con tu madre en esta.
Marcelo ríe con ganas por las ocurrencias de su padre, pero se acordó de su madre y su hermana y la risa de inmediato se fue.
—Papá, ¿tan mal están la Francisca y la mamá?
—Lastimosamente sí, ¿no has pensando en hacer que tu madre y tu hermana se vengan a vivir contigo acá?
Marcelo abre bien los ojos al oír la idea.
—Para ello, mi madre tendría que dejar de lado esa odiosidad por los homosexuales —dijo Marcelo con lastima—, mientras que no pase eso no podré ayudarla.
—Hijo, yo escribiré expresamente en una carta que me he reconciliado contigo y que deje de lado esa antipatía, de todas formas es para ayudarlas a ellas.
Los ojos de Marcelo se humedecieron y se acercó a su padre para abrazarlo. Ricardo se dejó abrazar y él también sintió un verdadero cariño por su hijo, aunque fueran de dimensiones diferentes.
De pronto el doctor Miguel entra en la habitación.
—Ricardo, será mejor que nos pongamos a dormir, el viaje a Puerto Príncipe será muy temprano en la mañana —dijo Miguel.
—¿Tan pronto te vas? —pregunto triste Marcelo
Ricardo se sintió mal por no haberle dicho a su hijo con anterioridad sobre su corta estadía en la isla.
—Sí, hijo. Aunque sea tu padre no soy de este mundo. Tengo que regresar a la realidad de la que vengo.
Marcelo con mucha tristeza observa el suelo por unos momentos. Después levanta la mirada nuevamente para ver a su padre.
—Como usted fue comprensivo conmigo, yo lo seré con usted.
—Qué bueno hijo, eso es ser un verdadero ser humano.
El doctor Miguel acompaño a Marcelo hasta la salida del hotel. El joven le explico sobre su situación con su madre y que quería traerla a Cuba junto con su hermana. El doctor Miguel se comprometió con el muchacho a ayudarlo a convencer a su madre para que se muden a Cuba y a dejar las ideas homofóbicas para siempre
YOU ARE READING
El día en que un submarino cayó del cielo
Ficțiune științifico-fantasticăRicardo Núñez ya era un hombre bastante maduro. Es piloto de helicóptero de la Fuerza Aérea de Chile pero esta a punto de jubilarse. No obstante, su última gran misión no fue encomendada por ninguno de sus superiores, sino por el propio destino. #Mi...