De su casa salía apresurado Ricardo Núñez, un condecorado piloto de helicóptero de la FACH.
La orden que recibió fue clara y rápida: sobrevolar el volcán Villarrica para monitorear el área, ayudar a evacuar a civiles y transportar personal militar al lugar. La reciente actividad fuera de lo normal y los sismos de alta intensidad producidos por el gigante del sur ha puesto en alerta a las autoridades del país y se ha decidido evacuar rápidamente para no lamentar muertes innecesarias y prepararse para lo peor.
Núñez partía desde su casa en la comuna de Quilicura hacía el Aeropuerto Internacional Comodoro Arturo Merino Benítez para volar hacia Villarrica. El amor por su profesión, a la institución a la que pertenecía y a su comuna eran proporcionalmente opuestas a lo que sentía por la inmigración, fenómeno que llegó con fuerza a Chile al convertirse en un país muy atractivo para quienes desean una mejor vida, sobre todo a todos aquellos que nacieron en América Latina. Ricardo veía a la inmigración como una forma de destruir la identidad cultural del país receptor. Su odio a la inmigración solo creció cuando pasó un episodio en su vida que quizás jamás olvidaría a pesar del paso del tiempo: su hija menor Francisca se enamoró de un joven venezolano. La jovencita se enamoró de la alegría caribeña que emanaba aquel muchacho de tez morena, pero cuya aura no convenció a Roberto de ideales nacionalistas y conservadoras.
Núñez presionó hasta al cansancio a Francisca de que dejará al venezolano, pero la chica resultó tener la misma terquedad de su padre, cosa que solo hacía más tensa la relación entre ambos. Esto era una olla a presión que estaba a punto de explotar y fue así: Ricardo expulsó de su casa a su hija y solo la permitiría volver si rompía con el caribeño. En cambio, Francisca entre lágrimas de rabia le prometió a su padre y así misma jamás pisar el suelo de esa casa ni volver a verlo.
Han pasado tres meses desde ese suceso con su hija y el piloto a veces reflexionaba sobre aquel incidente y solo se convencía si mismo que Francisca es una inmadura que no sabe lo que quiere o lo que le conviene y que pronto verá lo dañino que puede ser relacionarse con gente de afuera. Piensa que las ideas socialistas y/o progresistas han seducido a Francisca con sus frases que incitan al libertinaje desenfrenado y a una falta de respeto por las tradiciones y buenas costumbres.
Este suceso no desmotivo para nada las ansías de servir a su país en horas de emergencias y el trabajo que tenía que hacer lo demostraría una vez más. Su hijo mayor, Marcelo, lo iba a ir a dejar al Aeropuerto de Santiago-Pudahuel en auto. A diferencia de Francisca, Marcelo era todo lo que Ricardo deseaba: un hijo con sus mismos ideales y forma de ver la vida. El joven desde muy niño fue afín a las ideas de su padre y como era de esperarse, tenía la misma idea negativa de la inmigración.
—Siempre le he dicho que lo admiro mucho por su trabajo, usted ayuda a la gente a pesar de no reconozcan los esfuerzos que usted hace por ellos —dijo Marcelo.
—Gracias hijo —respondió Ricardo haciendo una pequeña sonrisa
—Usted siempre ha estado presente para nosotros y más aún cuando la mamá nos dejó...
Marta fue la esposa de Ricardo y la madre de Marcelo y Francisca. Falleció en un accidente. Ella viajaba en una micro cuando esta chocó contra un camión a alta velocidad. El suceso provocó un serio cambio en todos: Marcelo y Ricardo se volvieron más fríos en cuanto a sentimientos y más rígidos en sus ideas mientras que Francisca se volvía cada vez más rebelde. Pero de que la vida se volvió más gris fue la visión que tomo el papel de denominador común entre los tres.
Al mencionar a la fallecida mujer, el resto del viaje estuvo en silencio absoluto. La mirada de Ricardo apuntaba a la ventana, viendo hacia la calle mientras que su hijo, por estar conduciendo, mantenía fijos sus ojos hacia delante. El silencio es roto por Marcelo.
—Papá, ya estamos llegando —dice mientras apunta a la lejanía lo que sería el aeropuerto.
Estacionados al fin, Rodrigo y Marcelo se percatan que el aeropuerto está trabajando exclusivamente para el despliegue de la FACH para ir hacia el sur.
—Hijo, no te preocupes por mí, déjame aquí que puedo ir solo desde aquí.
—¿Estás seguro papá?, ¿quieres que te acompañe?
—No hijo, ándate a la casa no más.
—Bueno papá, cuídate por favor
—Lo haré hijo.
Ambos se abrazan. La frialdad que a ambos caracteriza no existió en ese momento. Sabían perfectamente que entre ambos existía un verdadero cariño que se fortaleció con la muerte de Marta como una forma de combatir el dolor que a ambos producía tan trágico accidente.
Viendo a la lejanía como el auto de su hijo se iba, Ricardo se dio vuelta en dirección al enorme complejo y comenzó a caminar con su firme andar.
Mientras se acerca alcanza a escuchar el bullicio que era producido por los zapatos y botas de cientos de personas que incorporaban el personal del aeropuerto y la fuerza aérea para comenzar el despliegue hacía el sur.
Llegando una de las puertas del lugar, un hombre corpulento le habla invasivamente.
—Caballero, ahora los servicios del aeropuerto están suspendidos temporalmente por la emergencia vivida en el sur de nuestro país.
—Tengo el conocimiento de ello, señor, yo por eso he venido aquí, soy parte del cuerpo de pilotos de helicópteros de nuestra fuerza aérea.
—Entonces necesito algún documento que compruebe tal información porque su ropa de civil no lo ayuda para nada.
Del bolsillo de su pantalón saca los documentos necesarios para entregárselos al hombre de la puerta. El uniformado analiza los documentos.
—Bien caballero, es en realidad usted un piloto de helicóptero. Sígame para conseguirle un uniforme apropiado e indicarle dónde están las naves para usted se una.
—Entendido.
Ricardo sigue al corpulento sujeto, mezclándose entre las personas que caminan en todas direcciones y en diferentes velocidades.
Ricardo al ver todos los helicópteros queda realmente impresionado. Las nuevas aeronaves compradas a los Estados Unidos y a algunos países de Europa eran notoriamente superiores a las naves que el pilotaba hace unos diez o quince años atrás. Las aeronaves estaban organizadas en cinco filas. Cada una tenía el espacio suficiente para poder despegar sin molestias.
Una mujer uniformada se acerca a Ricardo para darles unas indicaciones.
—¿Es usted el señor Ricardo Andrés Núñez Navarro?
—Sí señorita
—Bien caballero, se le asignará una de las naves que están por aquí, específicamente el tercero de la cuarta fila.
—Entendido.
—Es un helicóptero Bell 206 de origen estadounidense, ¿usted tiene experiencia con esta clase de nave?
—Sí señorita, pero fue hace muchos años atrás.
—En ese caso no se preocupe, estoy segura que usted podrá hacerlo —le responde la mujer guiñándole un ojo.
La mujer se retira y una voz de un megáfono atrae la atención de Núñez.
¡SE LE PIDE A LOS PILOTOS IR A SUS RESPECTIVAS NAVES JUNTO CON SUS COMPAÑEROS. EL DESTINO SE LES ASIGNARÁ DEPENDIENDO DE LA LETRA DE LA FILA EN LA QUE SE UBICA SU VEHICULO. LAS AERONAVES UBICADAS EN LAS FILAS A Y B TIENEN COMO DESTINO EL AERÓDROMO MANQUEHUE EN LA REGIÓN DE LA ARAUCANÍA. MIENTRAS QUE LAS NAVES DE LAS FILAS C Y D TIENE COMO DESTINO LA BASE AÉREA LAS MARIAS EN VALDIVIA, EN LA REGIÓN DE LOS RÍOS. AL LLEGAR A SUS DESTINOS CORRESPONDIENTES TIENEN QUE ESPERAR ALLÍ HASTA RECIBIR NUEVAS INSTRUCCIONES!
Ni tonto ni perezoso, Ricardo rápidamente va hacia la aeronave que se le indico. Ahí se encuentra con sus compañeros: un grupo de 4 jóvenes soldados de entre 25 y 35 años que lo reciben gratamente.
—¡Cabros!, ¡Ahí viene nuestro piloto! —le dice uno de los jóvenes a los demás.
—Buenos días jóvenes —dice cortésmente Ricardo— seré su piloto y se me encargó transportarlos a la zona de riesgo. Espero de ustedes la misma disciplina que se me dio cuando estuve en su lugar. Ahora todos suban a la aeronave que partimos en unos minutos. Los jóvenes se subieron y al final se subió el.
Sentado ya en el asiento del piloto, Ricardo comienza a recordar como maniobrar helicópteros y poco a poco su memoria comienza a revitalizarse apenas se ponía el cinturón y tocaba la palanca de control del vehículo.
—Sujétense que ya despegamos —grita Ricardo a sus pasajeros mientras enciende sus motores.
En una exacta precisión, las aeronaves despegan en el orden en que fueron puestas en primer lugar: primera, segunda, tercera, y así. Ricardo no sentía que tenía cuarenta y cinco años, sentía que volvía a ser ese vigoroso piloto de treinta años en el auge de su carrera.
Ya con la nave en pleno aire, comienza a pilotear y se unió al resto de los helicópteros para dirigirse al base aérea Las Marías tal como se le asigno.
Pasaron tres horas y media para que llegaran finalmente a sus destinos. Ricardo y los jóvenes bajan de la nave para estirarse un poco por el largo viaje. Ven como el resto de sus compañeros van llegando en sus aeronaves y se estacionan de igual forma en como estaban colocados los helicópteros en el aeropuerto de Santiago. Paso más o menos una hora desde que todos estaban ya en la base aérea cuando se emitió la primera orden.
Una mujer uniformada con una voz digna de obedecer ordenó organizar a todos los que estaban allí en filas y atender al llamado de sus nombres para posterior indicarles las instrucciones a seguir. No había tiempo que perder.
—¡Ricardo Andrés Núñez Navarro diga presente!
—¡Presente!
—¡Usted como primer objetivo a cumplir de la jornada será sobrevolar el volcán Villarrica con su nave para indicar el estado del mismo y monitorear la evacuación de la población civil!
—¡Entendido!
Las tareas fueron asignadas y comenzó el verdadero trabajo. A Ricardo se le dio un tiempo para descansar y que volará inmediatamente al lugar.
El piloto nuevamente se sube a la nave no sin antes despedirse de los jóvenes que transportó.
Mientras volaba en dirección al volcán Villarrica, notó que el cielo se estaba nublando. Las nubes se estaban poniendo en diferentes tonalidades de grises hasta llegar a la completa negrura. El cambio del clima tan repentino le dio mala espina a Ricardo, pero no se dejó intimidar y prosiguió con el vuelo hacía su destino.
Ya llegando a su destino, pudo apreciar al volcán y sus alrededores. Se puso su micrófono para comenzar a relatar en unos minutos la actividad del volcán y como desde la lejanía se veía al ejército de Chile evacuando a la población civil.
—Aquí, Ricardo Núñez sobrevolando el Villarrica, se puede ver como la laguna de lava de la boca del volcán esta con algunas fluctuaciones y movimientos. De momento nuestros soldados evacuan a sus alrededores con orden y rapidez...
Pronto su narración es interrumpida por un relámpago que paso justo al lado de su nave, causando turbulencia. Ricardo, con su corazón latiendo a mil, ve al cielo y se percata que está completamente negro. De repente, una seguidilla de relámpagos golpea la boca del volcán, directo al lago de lava. El calor del ambiente se hace insoportable y el viento golpea con furia la aeronave de Ricardo. Este decide escapar lo más rápido del lugar pero es alcanzado por un relámpago que termina por quitarle el control del helicóptero por completo. Sin poder hacer nada, ve como él junto con el resto de la maquina se precipitan hacia la boca del volcán, directo a la muerte. En la mente de Ricardo se comenzaron a proyectar recuerdos de Marta y de sus hijos. Por más que estuviese enojado con Francisca, extrañaba a su hija y la quería ver de nuevo.
—Lo siento hija —dijo Ricardo antes de, según él, encontrarse con su muerte.
Todo se volvió negro. Ricardo estaba seguro que ya estaba muerto y estaba por encontrarse con Dios cuando vio una luz que se hacía más y más grande y brillante. Hasta que a través de esa luz pudo ver edificios, calles y plazas, cosa que lo dejó perplejo.
Ricardo atravesó la luz y se percató que seguía cayendo junto con la nave y que en tierra era lo que parecía ser Santiago. Tomó uno de los paracaídas de emergencia que estaban por ahí, se lo puso y saltó sin dudar para salvar su vida. El paracaídas resultó ileso a pesar de todo lo que sucedió en el volcán Villarrica. Antes de desmayarse por todo lo que había vivido, alcanzó a reconocer el rio Mapocho, pero también notó que el Costanera Center y varios edificios icónicos modernos de la ciudad no estaban donde debían estar.
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El día en que un submarino cayó del cielo
Ciencia FicciónRicardo Núñez ya era un hombre bastante maduro. Es piloto de helicóptero de la Fuerza Aérea de Chile pero esta a punto de jubilarse. No obstante, su última gran misión no fue encomendada por ninguno de sus superiores, sino por el propio destino. #Mi...