CAPITULO 2

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Cuando bajaron del coche, Tyler echó un vistazo a la calle. Bicicletas, viejas camionetas y olor a pintura fresca. Usado, gastado, vivido, el barrio se encontraba a punto de renacer.
Le gusto, desde luego que le gustó la sensación que rezumaba todo aquello.

Era exactamente lo que el habría elegido si hubiera decidido mudarse. Y si tuviera que elegir una casa... seria la de al lado, decidió. Era hogareña, clamaba por una mano de pintura y tenía hermosas rosas apunto de brotar en su jardín, debe de ser la casa de una persona igual de hermosa, pensó entre risas. Y mientras lo contemplaba espero  quedarse el tiempo suficiente para verlas florecer.

—¡oh, madds, que sitio tan más bonito!

—es muy diferente a los Ángeles —comento inexpresivamente mientras descargaba las cosas de su hermano.

—no, lo digo de verdad. Es un verdadero hogar. —y no mentía. Con sus ojos de escritor y su imaginación lo veía así.

—quería poder ofrecerle algo a Mia cuando. . . cuando venga.

—le encantará —repuso Tyler con su proverbial optimismo—. Esta zona es ideal para patinar. Y los árboles.
—al otro lado de la calle habia uno que parecía partido por un rayo, pero Tyler lo paso por alto

— Madds, al ver esto me pregunto que demonios hago en la parte alta de los Ángeles

—enriquecerte y ser famoso. —De nuevo hablo inexpresivamente. Le entrego las bolsas a su hermano.
Tyler volvió a contemplar la casa de aún lado.

—no me importaría tener un par de claveles. —Cogio el brazo de Madison—. Bueno enséñame el resto.

El interior no deparaba sorpresas. A Maddy le agradaban las cosas ordenadas. Los muebles eran sólidos, de buen gusto y estaban limpios. "Igual que su propietaria", pensó Tyler con una punzada de remordimiento. A él le gustaba el desorden de las pequeñas habitaciones llenas.

Maddy había convertido una de ellas en un despacho. La mesa brillaba de ser nueva.
No se había traído nada consigo, pensó Tyler, ni siquiera a su hija. Le pareció extraño que permitiese tener un teléfono sobre la mesa y otro a escasos metros, junto al sillón, pero no hizo comentarios. Conociendo a Madison, seguro había una razón perfectamente lógica.

—Huelo a salsa de espaguetis. —El aroma lo condujo a la cocina. Si alguien le hubiera preguntado por sus pasatiempos favoritos, comer habría encabezado la lista.

Antes de pisar la cocina, Tyler rogó haberse acordado de restregar las zapatillas en la alfombra. Levantó la tapa de la olla en inspiró hondo.

—Juraria que no has perdido el toque.

—Lo he recuperado. —Despues de varios años de cocineras y criados.

—Espera he traido algo.
Mientras Tyler iba al vestíbulo, Maddy miro hacia la ventana. De repente reparaba en lo vacía que había estado la casa. ¿Qué magia tenía su hermano para llenar una habitación, una casa, un estadio? Y por el amor de Dios, ¿qué iba a hacer cuando volviera a estar sola?

—vino de Valpolicella— anuncio Tyler entrando en la cocina—. Como ves, confío en Italia. —Maddy apartó la vista de la ventana con lágrimas en los ojos—. Oh, cariño.— Tyler se acercó con la botella en la mano.

—Oh, Ty, lo hecho mucho de menos. Aveces creo que voy a morirme.

—Lo se. Oh nena lo sé muy bien

—sera mejor que termine la ensalada.
—olvida eso. Yo me ocuparé de todo luego me contarás.

Aunque Maddy era un año mayor, el  actuó con autoridad.

—No quiero hablar, Tyler.
—Supongo que es algo demasiado malo. ¿Sacacorchos?

—En el cajón superior.
—¿Copas?

—segundo estante frente al frigorífico.

Tyler encendió un cigarrillo, se llenó una copa y se sentó-. Cuéntame, Madds. No te dejare en paz hasta que lo hagas.
Maddy lo sabía desde antes de aceptar que viniese a visitarla. Talvez por eso había aceptado.

—Yo no quería la separación. Y no me digas que soy estúpida por aferrarme a un hombre que no me quiere, por que ya lo sé.
—No creo que seas estúpida. —Tyler exhaló el humo con culpa, por que en realidad había pensado eso más de una vez—. Amas a Will y a Mia. Te pertenecían y quieres retenerlos.

—supongo que eso lo resume. —Bebio un sorbo. Tyler tenía razón. Hablar era bueno, odiaba admitirlo pero lo necesitaba. Y quería que fuera Tyler, por que encima de sus diferencias, el la apoyaría sin dudar—. Llegó un momento que tuve que aceptar la separación- Aún no era capaz de decir  "divorcio"—. Will... me maltrataba.

—¿A qué te refieres? ¿Te pegó? —Y se levantó, ya decidido a tomar el próximo vuelo a California para ajustarle las cuentas aquel cretino.
—No, hay otras maneras. Me humillaba. Había otras mujeres, muchas. Oh claro, que era muy discreto. Dudo que su agente de bolsa lo supiera, pero procuraba que yo me enterase. Para darme en las narices.

—Lo siento. — Tyler se sentó de nuevo. Sabía que Maddy habría preferido un puñetazo a la infidelidad. Al pensarlo tuvo que reconocer que ambos estaban de acuerdo en eso.

—se que nunca te cayó bien.
—No, y no lo lamento. — Tyler dejo la ceniza en el cenicero.
—Supongo que ya no importa, me dejó en claro que en la separación el impondría desiciones.

—Madds, sabes que no tenías por que aceptar, si fue infidelidad todo estaba a tu favor.
—¿Pero como podía demostrarlo? —repuso con amargura, se estaba desahogando—. Will Brett tercero es un hombre irreprochable. Es abogado, socio de un bufete familiar que podría poner al diablo contra Dios y alcanzar un acuerdo, nadie me habría ayudado. Eran amigos de la esposa  de Will Brett tercero. Esa fue mi identidad durante ocho años.—. Y después Mia lo más difícil de perder—. A nadie le importaba un bledo Madison Joseph. En eso me equivoqué lo admito. Me dedique a ser la señora Brett, la esposa perfecta. La anfitriona perfecta y el alma del hogar. Y me volví una mujer aburrida. Cuando él se aburrió de eso. No dudo en deshacerse de mí.

—Maldita sea, Madison, ¿Por que eres siempre tu peor crítica? La culpa la tiene él, por Dios, no tú. Le diste todo lo que pidió. Renunciante a tu carrera, a tu familia, a tu hogar y concéntraste tu vida en el. Ahora estás renunciando otra vez, y por si fuera poco te desprendes de Mia.

—No he renunciado a Mia.
—Has dicho que ...
—No discutí con Will, no pude. Tenía miedo de lo que pudiera hacer.
—¿A ti o a Mia?

—A Mía no —se apresuró a decir Maddy—. Al margen de lo que haya pasado, Will nunca perjudicaría a Mia. La adora. Y aunque fue un marido pésimo, es un padre maravilloso

—entonces tenias miedo de lo que pudiera hacerte ¿Físicamente?
—Will casi nunca pierde los estribos. Se controla mucho porque se conoce. Una vez, cuando Mia era una bebe, le regale un gatito.
—Maddy relato con detalle el episodio, sabiendo que Tyler siempre recogía las migajas y luego hacia un pastel con ellas—. Estaban jugando y el gatito araño a Mia. Entonces Will arrojó al animal por el balcón desde el tercer piso.

—siempre fue una monada de hombre —murmuro Tyler y bebió otro sorbo de vino.
—Luego pasó lo del ayudante del jardinero. El pobre hombre transplanto uno de los rosales por error. Fue un mero malentendido, por que era extranjero y no entendía bien el idioma. Will lo despidió al momento y se enzarzaron en una discusión. Acabó golpeándolo de tal manera que el hombre tuvo que ir al hospital.

—Dios mío.
—Will pagó la factura, naturalmente
—Naturalmente —repitio Tyler, aunque el sarcasmo sobraba.
—Luego le pagó para que no lo contará a la prensa. Pero se trataba solo de un rosal ¿Entiendes? No sé qué haría si yo quisiese transplantar a Mia.

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