—Es la tercera vez en la semana que estás aquí—señaló el director de la universidad mirándola con una de sus pobladas cejas enarcada.
A su vez, ella lo observó fijamente sin emitir cualquier tipo de sonido. Le repugnaba tener que volver a pasar por el mismo jodido sermón por tercera vez en la semana. Se sabía cada una de las líneas de memoria como sí de una canción se tratase. Se miró las uñas barnizadas de un negro brillante y luego soltó un largo suspiro exasperado.
—¿Puedo retirarme de una vez?—cuestionó en voz baja.—¿O de verdad vas a volver a repetir todo? Ya me lo sé al derecho y al revés. Es como un mantra que se reproduce dentro de mi cabeza...
—¡No, Isabella!—le espetó el hombre golpeando las palmas de sus manos en el escritorio de caoba. La chica lo observó de nuevo y parpadeó un par de veces incapaz de saber qué hacer. Tenía tantas ganas de protestar que todo lo que pudo hacer fue morderse la lengua para no comenzar a hablar. Lo menos que necesitaba era seguir metiendo la pata para que el sermón se extendiera todavía más.—¿Hasta cuándo vas a dejar esa actitud, jovencita?
—¡Abuelo, basta!—exclamó la pelinegra poniéndose de pie en un salto. Se arrepintió al segundo en el que él la fulminó con la mirada y negó firmemente cruzándose de brazos tal y como hacía cada vez que los pies de la chica tocaban la oficina de la dirección.
—¿Por qué tienes esa actitud tan infantil? Se supone que tú deberías ser el....—ella rio sínicamente sin importarle en absoluto el rostro contrariado de su director.
—¿El ejemplo? ¡No! No soy el ejemplo, nunca lo fui y jamás lo seré. ¡Odio serlo de la misma manera en la que odio esta maldita universidad!—le espetó cruzándose de brazos y lanzándole una mirada fulminante.
—¡Isabella De Jesús!—chilló ofendido.—Se supone que cuándo tu madre decidió enviarte a un internado en España...—ella volvió a reír y su abuelo la observó fijamente.—¿Qué es lo que te hace tanta gracia?
—El hecho de que mi mamá se haya querido deshacer de mi de verdad crees que me ayudó en algo...lo único que provocó fue alejarme de las personas que quería, de hacerme crecer lejos de mi hermano y de mis amigos...ella no me envió para que yo fuese una mejor estudiante o algo que se le parezca, me envió para deshacerse de mí. Ella tú y yo lo sabemos así que por favor dejar de querer disfrazar la realidad, deja de vivir en la fantasía, esta es la realidad y entre más rápido la aceptes va a ser mucho mejor para todo el mundo—exclamó en voz baja.
—¡Eso no es cierto! Tu madre te envió para que recibieras una mejor educación....—ella negó de nuevo.
—¿Y porque decidió que yo debía tener una buena educación y Zabdiel no?—reprochó mirándole.
—Se suponía que cuándo volvieras tenías que regresar siendo una mujer de bien, no una....—se quedó callado y ella le ofreció una mirada mordaz.
—¡Anda, dilo!—lo animó.
—¡Una rebelde sin causa!—agregó el hombre.
Isabella respiró pausadamente soltando el aire de sus pulmones, negó brevemente y volvió a mirarlo recordando la última vez que ese hombre le había obsequiado una muestra de cariño y no un largo discurso sobre su conducta.
Isabella De Jesús era la hija menor de la familia, había vivido en Miami con su familia hasta cumplir los nueve años y su madre había decidido que enviarla a un colegio de interna en España era la mejor opción para su educación. Había pasado diez años encerrada en ese espantoso lugar viendo a su familia por pequeños periodos de tiempo y tratando de ser una buena estudiante. Era buena en lo que hacía. Pero eso no era suficiente.
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EL DIARIO DE UNA REBELDE|R.C.|Completa.
Fanfiction¿Has estado alguna vez en medio de una charla familiar donde los padres comienzan a hablar maravillas de sus hijos prodigios y te mencionan? No, no como el hijo prodigo. Sino más bien como el mal ejemplo. La oveja negra de la familia. La chica rebel...