1. Memorias de la temprana edad

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+¿Oye, pero esta no escribía sobre Kuroko no Basket? 

-¿Oya, Oya? ~

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I

Oikawa Tooru se dejó hundir entre los cojines del sofá. Hoy al fin empezaban las vacaciones de invierno, y su cuerpo estaba exhausto por combinar clases y entrenamientos de vóley, pero su estado de ánimo estaba mejor que nunca. Su plan era sacarse una carrera mientras jugaba para el equipo de la universidad, y de ahí saltar a ser jugador profesional. De momento, había conseguido mantener el ritmo por un año y medio, así que Oikawa era optimista al respecto. Nada podría quitarle ese sueño, todo estaba enfrente de él, tan sólo tenía que alcanzarlo en el momento adecuado.

Por eso, ahora podía descansar en su apartamento en la enorme Tokio, sin la mayor preocupación que esperar a que su novio terminara de preparar la cena. Iwaizumi llevó dos platos de sushi casero, y le puso uno de ellos en el estómago de Oikawa, quién no se había molestado en incorporarse. Él levantó sus piernas y se sentó al sofá, volviéndolas a poner en su regazo y dejando el plato encima.

—Algún día podrías cocinar tú—le instó.

— Oh, Iwa-chan, si tú ya lo haces fenomenal— Oikawa sonrió y se llevó un sushi a la boca.

—Sigue así y no aprenderás a cocinar en tu vida.

—Ya te tengo a ti~ De verdad, no sé como teniendo esas manos bruscas consigues hacer estas cosas delicadas — dijo observando el sushi.

—Pues por listo, hoy sacas tú la basura.

—Pero dijimos de hacerlo un día cada uno, y ayer lo hice yo~

—Pues te toca doble —dijo Iwaizumi, dándole unas palmadas en una pierna. Oikawa remugó un poco, pero se incorporó. Eso sí, antes de levantarse e ir a la cocina, le robó el último sushi a Iwaizumi. —Deberías sacarla tú todos los días, entre congéneres se entienden.

—Iwa-chan, tonto — Oikawa le sacó la lengua y salió del apartamento dejando a Iwaizumi lavando la vajilla.

Su piso se ubicaba en la quinta planta de un edificio de diez, estaban justo al centro y tenían uno de los más pequeños en cuanto a diseño. Al ser dos, no necesitaban mucho espacio: habían tenido que renunciar al balcón, por horror de Oikawa, quien querría estar en el balcón en las noches calurosas de verano, y su única habitación privada era el baño, pues todo lo demás (la cama, salón y cocina) estaba todo junto. Ésa era otra desgracia para Oikawa, porque las noches en las que hacían pescado a la plancha se la casa llenaba de olor demasiado fuerte que no lo dejaba dormir. Pamplinas, a opinión de Iwaizumi. Lo que sucedía era que el chico era un consentido de primera, y eso no tenía nada que ver con el pescado.

Oikawa podía quejarse todo lo que quisiera, pero era inevitable estar en un apartamento así. Por el momento, la idea era quedarse durante sus días universitarios pues el nivel económico de ambos no estaba como para tener la casa de Barbie que tanto imaginaba. Si bien había acordado con su madre cubrir ella la universidad y él el alquiler del piso, su trabajo de fin de semana no iba a satisfacer sus caprichos de rico.

Además, estaba sólo con Iwa-chan, y eso valía todas las penas.

Bajó las escaleras enfurruñado porque el ascensor se había vuelto a estropear. Tenía suerte de que estaba en forma, sino sus bonitas piernas no podrían soportar tanto esfuerzo. Oikawa tuvo que correr un poco al llegar a la calle, porque el camión justo estaba pasando a recoger la basura en la esquina y prefería dejar lista la tarea que no tener que llevársela otra vez a casa y esperar por la mañana. Llegó justo a tiempo y pudo respirar tranquilo a la vuelta. Empezó a brincar jugando a no pisar las líneas de las baldosas de la acera, tarareando una canción, cuando casi se choca contra alguien que salía del portal de su bloque de pisos. Oikawa frenó a tiempo para sujetar la puerta, pero la persona que casi choca con él no se paró ni a disculparse ni a despedirse, sino que salió corriendo. Oikawa se quedó un poco confuso, pero parpadeó y se metió en el vestíbulo para subir a su casa.

Súper-papá OikawaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora