XXVI
Tobio estaba algo mustio por la mañana. Ya no sentía el empacho de ayer por la noche, pero no tenía mucho apetito. De igual forma, tampoco nadie se preocupó para preguntarle si quería desayunar. Lo que sí sentía era una fuerte añoranza por estar en casa. Si bien había noches que echaba de menos a sus padres en las convivencias de la escuela o en campamentos, ahora era todavía peor.
¿Dónde estaba su padre cantando por las mañanas? ¿Dónde estaba Iwa-chan, de quién se reirían de su actitud de recién levantado? Ahí no había nada de eso, ni risas, ni bromas...
Seguía sentado en el sillón cuando Suzuki se le acercó. Tobio se quedó impresionado, venía para él. Y se ilusionó, quizá ahora sí le haría caso o jugaría con él.
—Arréglate la ropa y lávate la cara. Saldremos en unos minutos.
Tobio sonrió. ¡Irían a pasear! Asintió con energía, saltó del sillón y se dirigió al cuarto de baño. El niño estaba creciendo rápido y era de los más altos de clase, así que llegó al grifo de puntillas, sin taburete. Abrió el grifo y se lavó las manos y los ojos. Bien contento, salió del lavabo y se quedó esperando a Noa, balanceándose emocionado.
Ella seguía siendo muy escueta cuando le hablaba, pero a Tobio ya le estaba bien. Al menos, le dejaba estar a su lado. Además, se subieron a un taxi. ¡Jamás había viajado en taxi! Y le pareció extraordinario.
Lo más extraordinario vino después. Estaban en un plató de un programa televisivo y Tobio estaba algo abrumado por las luces y la gente yendo para aquí, para allá. No obstante, estaba impresionado por las cámaras y otros aparatos grandes.
— ¡Aquí estás! — exclamó un hombre. —Bienvenida, querida. Y a ti también, pequeño.
Tobio quiso esconderse. El tipo era bastante alto y le daba miedo.
—No te pongas nervioso. Aquí estarás como en casa. ¿Tienes hambre? Seguro que tenemos algo para comer. — Tobio escuchó con atención. Su apetito estaba volviendo por momentos. —Venid.
Cruzaron un pasillo extenso lleno de gente. Tobio quería quedarse y curiosear por ahí, pero si se paraba, los perdería de vista. Y quedarse solo en ese sitio no era algo que anhelar. Llegaron a una sala dónde un par de gente peinó y maquilló a Noa mientras a Tobio le daban de desayunar. Técnica para que no de mucho por el saco, aunque fuese un buen niño.
Tobio estaba contento. La mujer que le había dado el desayuno fue amable y le habló un poco, cosa que agradeció mucho. El niño no era un gran conversador, pero tener compañía después de esa mala noche le alegraba.
Le acompañaron a un lavabo para lavarse un poco las migas que quedaron de la magdalena que se había comido, y volvió a la sala para que lo peinasen un segundo. Su cabello era fino y liso, así que no necesitaba mucho arreglo.
—No se parece a su padre — escuchó a alguien comentar. —Pero es lindo, a la gente le gustará escucharlo.
— ¡Bien! Es hora de ir saliendo —anunció otra persona. Tobio se quedó al lado de Suzuki, aunque ella volvía a ignorarlo. Estaba encantada de estar ahí y ser el centro de atención, así que no le apetecía centrarse en nada más.
Tobio era bastante ajeno a lo que hablaban en plató. Seguía ensimismado en la amplitud de la sala, lo alto del techo, las luces, las cámaras, los técnicos... Así que no prestaba atención en la conversación que se llevaba a cabo a su lado mismo. Sólo desvió la mirada de las cosas y se centró en los demás cuando le preguntaron directamente.
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Súper-papá Oikawa
أدب الهواةLa vida de Oikawa Tooru cambia por completo al encontrar al pequeño Tobio, su hijo recién nacido, en la puerta de su casa.