6. Nubes grises

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XVII

Cuando Iwaizumi escuchó a su pareja gruñir de enfado de buena mañana, supo que les esperaba un día duro. De los tres habitantes de casa, era Oikawa precisamente quien se despertaba mejor, así que Iwaizumi lo fue a buscar en el salón para ver qué le había picado.

Oikawa la había tomado contra una revista, que se hallaba destrozada en el sofá. Él se mantenía alejado tanto como era posible de ella. Iwaizumi avanzó poco a poco, evaluando la situación. Oikawa se veía realmente enfadado.

— ¿Pasa algo? — dijo suavemente. Oikawa reparó en él y suspiró un poco aliviado, pero una de sus cejas seguía arqueada por el malestar.

— ¿Qué sacan de esto...? — dijo él, aunque Iwaizumi no podía seguirlo si no explicaba desde el principio. —Soy periodista deportivo, no del corazón... No tienen porqué meterme en su mundo.

Iwaizumi lo comprendió de inmediato al ver la fotografía, algo arrugada por el maltrato recibido por parte del castaño. Se trataba de una foto que, si bien era algo oscura por haberse hecho de noche, se veía perfectamente a Oikawa en ella con una chica en brazos. Fue tomada en el momento en que Noa Suzuki se le echó encima, pero si bien Oikawa la había alejado rápidamente, desde aquél ángulo se veía como si se fueran a besar.

—Quien defendió la homosexualidad, engaña a su novio con una mujer... —murmuró Iwaizumi, leyendo por encima. La soltó de inmediato. —Te lo dije, que irían a por ti.

— ¡¿Y qué le hago?! Esto no es culpa mía. ¡Me la quité de encima! Pero eso ellos no lo han mostrado.

—Sólo muestran lo que quieren ver. — Oikawa suspiró profundamente para no estallar de nuevo y arremeter otra vez contra la revista.

—Quizá se quede en esto. No voy a hablar con nadie sobre eso, yo sigo con mi profesión. Tampoco tiene que afectarme en lo mío, ¿no? Si no le doy importancia, me dejarán en paz.

Iwaizumi lo miró preocupado. Si a celebridades las habían acosado hasta la enfermedad, incluso si estas se habían mantenido en silencio, bien podrían hacérselo también a él. Además, Oikawa era un chico atractivo y carismático que de seguro ya se había ganado miradas. No sólo había aparecido de nuevo la chica que lo acosó día tras día sino que ahora también tendría que quitarse de encima a esos parásitos que se hacen llamar periodistas.

—Ojalá sea así — le dijo, al final. No había otra cosa que decirle, porque si le contaba sus temores de seguro que también él se pondría a temblar. Lo mejor sería que se creyera eso y quizá, sólo quizá, sería así.

—Ya estoy — anunció Tobio, apareciendo en el salón, ya vestido. Se quedó mirando a los dos, que parecían estar enfadados frente a un montón de papel.

—Sí, vámonos — dijo Iwaizumi, después de un suspiro. Miró unos segundos más a su pareja, para percatarse de si estaba más tranquilo, y luego se fue de casa con el niño.

Oikawa tuvo tiempo para sentarse y serenarse por completo. Tiró la revista para no verla más y cerró los ojos. Ni él mismo se creía que esos carroñeros iban a dejarlo en paz, si habían publicado la foto era porque veían sustancia que sacar. Era como un animal acechándolo por la espalda, a la espera de un movimiento en falso producto de la falta de paciencia.

— ¿Qué significa eso? — le decía su hermana, que nada más ver la fotografía publicada lo llamó para saber qué estaba pasado exactamente. Oikawa se lo explicó por encima, confiaba en ella pero no tenía ganas de ir contando todo una y otra vez. — ¿Otra vez ha vuelto?

Súper-papá OikawaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora