7. En familia

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XX

Dando un largo y prolongado suspiro, Oikawa se dejó caer al sofá, al lado de su pareja. Era sábado, y si bien ya alguna vez le había tocado trabajar en fin de semana, era más pesado si llovía. Los chubascos de marzo eran tediosos y Oikawa odiaba la lluvia, pues su pelo quedaba hecho un desastre. Incluso llevando paraguas, no se salvaba de la humedad.

— ¿Y Tobio-chan? —preguntó, acurrucándose.

—Durmiendo la siesta, no tardará en despertarse. ¿Cómo te ha ido?

—Al parecer los mosquitos también salen mientras diluvia — masculló Oikawa, con resentimiento. —He visto un par siguiéndome, pero no me han podido alcanzar.

—Bah, olvídate de eso. Pregunto por tu trabajo.

— ¡Oh, claro! — Oikawa esbozó una leve sonrisa. —Va bien. El lunes les tengo que confirmar si voy a Corea.

—Irás, ¿no? Quiero decir, es algo increíble. ¡Y encima podrás hacer de segundo comentarista! Yo no dudaría ni un segundo.

—Es que no sé si quiero pasar tanto tiempo lejos de casa...

—No te preocupes, incluso te irá bien para despejarte un poco. Tobio y yo estaremos bien.

—Mnmm, quizá sí lo acepte — Oikawa miró a su pareja y acto seguido, lo besó. Añadió, susurrando: — ¿Cuánto dices que tarda en despertar Tobio-chan...?

—P-pues... — Iwaizumi se puso rojísimo, y se quedó sin palabras. Oikawa lo volvió a besar, abrazándolo y tumbándose en el sofá. —P-puede que... n-necesites cambiarte, ¿no? Algo más cómodo...

— ¿Me quitas la ropa tú? — ronroneó Oikawa. Mientras lo besaba, aumentó el volumen del televisor. Dejó el mando a un lado y se echó encima de su novio.

Iwaizumi lo recibió con mucho gusto, volvieron a besarse mientras se entrelazaban y se acariciaban cada vez más ávidos. Pero no llegaron a mucho más, porque el timbre de la puerta sonó. Los dos se miraron, quietos, y volvieron a besarse ignorando la puerta. Pero al tercer timbre ya se tuvieron que separar.

Iwaizumi se arregló la camiseta y se levantó para ir a abrir la puerta, mientras Oikawa se quedaba sentado en el sofá, como si nada hubiera pasado.

— ¡Buenas tardes! ˜ — se escucharon voces en el recibidor.

—Papá, mamá... — respondió Iwaizumi, algo sorprendido. — ¿Ya habéis regresado de vuestro viaje?

— ¡Pues sí! — respondió la madre. —Y os traemos regalos, Italia es un país maravilloso.

— Y estar pre-jubilado también, por el tiempo que se tiene — aseguró el padre.

Hajime dejó a sus padres pasar al salón, Oikawa ya se había levantado al reconocer las voces. Les sonrió y correspondió al fuerte abrazo de la señora Iwaizumi, quién también arrastraba a su hijo.

—Mis chicos — dijo ella, estrujándolos, y les dio un beso a cada uno en la mejilla. —O debería decir hombres, con lo que crecéis.

Después, pasó a hacerles una revisión completa. Una vez asegurados que comían bien, dormían y la casa se mantenía en pie, los dejó tranquilos aunque no deshacía el abrazo.

Con las voces, Tobio se despertó y, al ver quiénes eran, se quedó escondido detrás de una puerta. Siempre jugaba a asustar al señor Iwaizumi, aunque el hombre sabía perfectamente que estaba ahí escondido.

—Vaya, ¿y dónde estará ese pequeñajo? — canturreó él, teatralizando. —No lo veo por aquí... ¿se habrá escondido?

Tobio soltó una risa y se quedó dónde estaba. Masaru Iwaizumi se acercó a la puerta, y el niño saltó hacia él, aferrándose a su pierna.

Súper-papá OikawaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora