14. Es mejor así

7.5K 1K 1.2K
                                    


XL

Oikawa se había sacado un peso enorme de encima. A partir de ese momento, él y su madre trataron de entenderse mejor y pudieron llevarse bien. Su relación no había alcanzado el mismo punto que tenían antes del accidente, pero al menos se toleraban y no discutían por banalidades. Junko había accedido a llevarse mejor con los Iwaizumi, y retomar de nuevo la amistad que antes tenían. Con ellos, fue más fácil porque no le reprocharon nada.

Tooru se sentía aliviado. Con tantos años acumulando cosas, hasta ahora no se había dado cuenta del peso que guardaba su corazón. Ahora podía respirar tranquilo, el día a día era más soportable e Iwaizumi podía preocuparse menos por su estado anímico. Las pesadillas siguieron estando ahí, pero lo atacaban pocas veces considerando las aterradoras que tuvo antaño. Ahora, nada más eran sueños incómodos que no lo despertaban gritando a mitad de la noche.

Pero el asunto Tobio no mejoró en absoluto. Iwaizumi y Oikawa trataron de hacerle entender que era querido, pero el muchacho seguía apático. Si le preguntaban cómo se sentía o trataban de hacer que hablara sobre sus problemas, él no sabía cómo hacerlo. En la escuela, siguieron riéndose de él e insultándolo, hasta que acabó golpeando a uno. Con eso, lo dejaron un poco en paz, pero se ganó más críticas y rumores.

Nadie jugaba con él ni le hablaba. Y Hinata todavía no había vuelto a Miyagi cuando terminó la primaria.

Al ingresar a secundaria, Tsukishima se fue a otra escuela para estar con Yamaguchi, y Tobio se vio más solo todavía. No es que ellos dos fuesen amigos, pero ver que alguien más estaba en las mismas que él le hacía sentir un poco más comprendido. En la secundaria estaba solo en medio de una jungla de miradas desaprobadoras, de cuchicheos y risillas burlonas. Tobio les devolvía las miradas, cada vez más oscuras para que lo dejaran en paz.

Ahí, Iwaizumi no podía ayudarlo en nada. Las horas de recreo se las pasaba huyendo de los demás, y a quién se acercaba le soltaba algún comentario hiriente para que lo dejaran solo. Sí, se sentía solo pero a la vez quería estarlo.

Dejó de llamar y escribir a Hinata. Con el tiempo comprendió que él tendría amigos con quienes estar, y que él se había quedado en segundo plano. Porque, ¿quién no lo haría?

Tampoco atendía las lecciones de clase. El voleibol se había convertido en un refugio que no admitía distracciones, por lo que las tareas y los exámenes no adquirían importancia para él. Era muy parecido a una obsesión, Tobio jugaba para dejar de sentirse tan desdichado. Por lo menos, los entrenamientos del club eran mejores que en la primaria, por lo que podría exprimir por completo todas sus cualidades, que eran muchas. Pero ahí también había gente, y por lo cual también era víctima del rechazo.

Así que, los rechazó el también. De todos modos, nadie era lo bastante bueno como para jugar con él.

Si nadie hacía el esfuerzo por hablarle aunque sea educadamente, él tampoco lo haría. Si alguien lo trataba mal, él lo trataría del mismo modo. Si un compañero le miraba con asco, él lo miraría el doble. Si alguien se reía..., sólo ignoraba. Había aprendido a hacerlo.

Para sus profesores sólo era el solitario Tobio Oikawa. Además, era tan susceptible a cualquier comentario, que creía que eran burlas aunque sólo estuvieran hablándole sobre algunos deberes. Por ese motivo, no había nadie que hiciera el intento de llevarse bien con él, y lo veían como un rey inestable que condena a todo aquél que lo moleste.

— ¡Hasta mañana! — se escuchó una voz, seguida de risas. Tobio se giró, creyendo que las risas eran por él, pero no. El grupo hablaba entre ellos, y no lo habían visto.

Súper-papá OikawaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora