El empezar de un todo

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Aitana

La intensidad de los fluorescentes junto al elevado volumen de la primera canción del cd que llevaba escuchando todas las mañanas desde los últimos siete días me hizo levantar de manera acelerada. Había pasado una semana desde que todo esto comenzó, pero todavía no conseguía hacerme a la idea y levantarme en esta litera seguía sintiéndose extraño.

Cuando la segunda canción empezó a reproducirse me enredé en la manta que me cubría y volví a cerrar los ojos hasta que sentí el breve roce de una mano en mi espalda.

-Aitana, levántate, te has vuelto a quedar dormida -escuché la inconfundible voz de Ana.

Tan rápido como mis adormecidos músculos me lo permitieron, salí del cuarto dispuesta a aprovechar el día. Por el camino a mi armario me encontré con varios de mis compañeros los cuales parecían haberse aseado y ya llevaban puesto el chándal necesario para la clase de deporte que nos esperaba esa mañana, la verdad no me gustaba mucho el deporte, pero si eso conllevaba mejorar mi forma física, haría un esfuerzo.

Como era de esperar llegué tarde a la clase haciendo enfadar al fuerte carácter de Magali, una de las profesoras de la academia. La mañana siguió con normalidad, me duché para eliminar todo el sudor que cubría mi cuerpo y tras vestirme me dirigí a la cocina donde desayuné junto a Roi, Amaia, Raoul y Thalia entre risas y anécdotas. La verdad nunca me había alejado mucho de mi casa y menos a mi corta edad y pensé que a lo mejor se me haría difícil estar sola en un sitio nuevo, pero ha sido todo lo contrario, aquí siempre estamos de risas, trabajamos mucho, pero la semana que llevamos aquí puedo decir que me he sentido realmente bien con mis compañeros, todos son muy agradables y simpáticos, la convivencia en los castings fue muy buena pero tenía miedo de que la cosa cambiase al llegar a la academia, que he equivocada estaba.

Cuando se iba acercando la hora del reparto de temas he de admitir que me puse nerviosa así que decidí limpiar rápido los cubiertos que había utilizado y salí a tomar un poco el aire en la terraza donde me lo encontré.

-Hola -me saludó con su acento gallego - ¿Nerviosa?

- Un poco la verdad -Me asenté justo en el sillón que quedaba enfrente suyo.

-Tranquila -hizo una breve pausa, meditó y continuó -Me ha llegado a mis oídos que nos tocará cantar juntos la próxima gala -concluyó convencido.

- ¿Qué dices? No me engañes eso es imposible -tras haber convivido con Cepeda durante una semana había podido averiguar que era una persona con un sentido del humor diferente que a simple vista costaba de entender.

-Que no Aitana créeme, ya verás -y antes de poder responderle la voz de Noemí resonó en todas las estancias pidiendo por favor que acudiésemos al reparto de temas.

A su lado pude ver a través de la cristalera a los Javi y Manu, todos ellos con la carpeta que contenía las partituras de las nuevas canciones.

Cepeda

Cuando nos dijeron que cantaríamos juntos "No puedo vivir sin ti" fue una alegría. Me relajó el hecho de que ella también tuviese pareja fuera porque así no tendría que preocuparme por Graciela, la chica con la que compartía mi vida.

-Al final era verdad -me sonrió mientras alargaba los brazos para darme un abrazo todavía con la carpeta en las manos - ¿Cómo sabías que nos tocaría juntos?

- Ya te lo dije, llegó a mis odios

- Venga Cepeda, en serio -su voz sonó suplicante mientras me miraba con sus ojos brillantes

- Chicos, la prueba de tonos – nos interrumpió Manu desde la sala del piano – Venga que no tenemos todo el día – nos apresuró

Un par de arreglos en la melodía más tarde ambos nos dirigimos al sofá del salón, donde hablamos de diversos temas junto a otros compañeros, todos estábamos ilusionados por las canciones que nos habían repartido y compartíamos con el resto esa sensación.

A mi izquierda estaba ella, la pequeña de la casa, la chica con la que compartiría esa semana, su larga melena de color castaño claro descendía tras ella rozando la parte baja de su espalda, el flequillo que le cubría las cejas completaba el puzle perfecto de su rostro, era guapa, muy guapa, me atrevería a decir que era la chica más dulce y bella que había conocido en mis veintiocho años de vida y por ello me surgía un cierto instinto de protección con su persona, la sentía frágil, un cristal que se rompería al mínimo contacto.

Y mientras me recostaba en el respaldo, mirándola, observándola, analizando cada poro de su piel y dejando de prestar atención a las conversaciones que surgían a mi alrededor giró su cabeza mostrándome su sonrisa alineada que contrastaba con el pintalabios casi imperceptible que llevaba puesto.

- ¿Pasa algo? -me preguntó feliz a la vez que movía su esculpido cuerpo para así mirarme de frente.

- No, tranquila -simplemente me había parado a admirarla, de todos modos, esta semana íbamos a tener que vernos mucho las caras.

- Oye – golpeó con pequeño movimiento mi pecho - ¿Me vas a decir ya como lo sabías? – todavía la estaba conociendo y al parecer era una chica muy insistente -Que sepas que cuando me propongo algo siempre lo consigo, soy muy cabezota – Vale, apunto, insistente, cabezota y dulce.

-Simplemente lo intuía -confesé ante sus declaraciones

- ¿Y eso por qué?

-No sé, eres una de las personas con las que más he congeniado en estos pocos días -era cierto, a pesar de los diez años que nos separaban había podido hablar con ella como no lo había hecho con nadie. – Pensé que escogerían personas que se llevasen bien para las primeras galas.

-Pues que sepas Cepeda que estoy muy feliz de que nos haya tocado juntos -dijo y estiró sus brazos sin moverse del sofá.

-Yo también -susurré a su oreja mientras ella rodeaba mi cuerpo.

Mi pequeña luz |AitedaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora