No puedo vivir sin ti

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Aitana

Desperté entre sofocos, mis ojos ensangrentados de tanto llorar me molestaban al ver la luz del sol. Los brazos de Amaia me rodeaban, no había podido dormir sola ayer y fue ella misma quien se ofreció a pasar juntas la noche. Había pensado mucho esa noche, recorrí mi mente buscando todos sus recuerdos, a cada cual más doloroso.

- ¿Estás bien? -me preguntó todavía con los ojos cerrados mientras acariciaba mi brazo.

- Me voy a duchar.

Me deshice de su cuerpo con un breve movimiento para levantarme, cogí una toalla de mi armario y me dirigí al baño. Encendí el grifo y esperé a que el agua se calentase, desnuda frente al espejo, observándome, analizando cada espacio de mi piel, no me sentí bien. Cerré los ojos cuando el agua caía sobre mí, pensando, dándole vueltas a todo aquello a lo que ya se las había dado.

¿Qué pensaría Vicente de la expulsión de Luis? ¿Le habría alegrado? Supuse que no, que si realmente me quería, que sí lo hacía, yo lo sabía, no le gustaría verme así por su salida. Vicente me quería, habíamos pasado mucho tiempo juntos, lo notaba en la forma en la que me miraba, era su primera novia seria, fui yo a la primera que le regaló un ramo de flores, tenía claro lo que él sentía por mí y yo tenía claro lo que sentía por él, amor, pero tenía miedo de todo lo que pasase fuera, de mis sentimientos por Luis, de quererle a él también, era todo tan impreciso, tan diferente, tan extraño que no conseguía ordenar nada dentro de mi mente.

Alargué mi mano y alcancé la toalla que reposaba en el lavabo, me envolví en ella y la anudé en mi pecho. Volví a mirarme en el espejo, "No, definitivamente hoy no me veía bien"

Alcancé su jersey de la percha, ese verde que tanto me gustaba y que él me había hecho el favor de dejármelo, lo conjunté con unas mallas y volví al lavabo para peinarme y retocar un poco el estropicio de cara que tenía.

Fui hasta la cocina donde preparé dos tostadas con jamón de york y un vaso de leche. Desayuné sola, pensando, hasta que Ana apareció por la puerta de cristal.

-Buenos días, ¿Qué tal estás? -acarició mi hombro y todavía recién levanta cogió un aguacate del frutero.

-Mejor -dudé -supongo.

Todos eran conscientes del cariño que había entre nosotros, de la bonita amistad que se había creado entre esas cuatro paredes, y por eso entendían perfectamente mi dolor, pero es que ninguno sabía todo lo que había pasado, no sabían sus sentimientos, ni mis dudas, no conocían la mitad de la relación y por ahora tampoco quería que lo supiesen.

-Acabarás acostumbrándote.

-Eso espero -no parecí muy segura, porque no pensaba que fuese a ocurrir.

¿Estar sin Luis el resto del programa? No, definitivamente no llegaría acostumbrarme por mucho que pasasen los días. Ahora más que nunca tomaba sentido nuestra canción "No puedo vivir sin ti".

Cepeda

La mañana no comenzó muy bien, me había dormido, acostumbrado a que fuese la música quien me despertase se me olvidó poner el despertador, haciéndome perder el tren que me iba a llevar a Galicia de vuelta con mi familia durante unos días hasta que volviese a Madrid para hacer entrevistas.

Cogí el móvil de debajo de mi almohada, aquel que la noche anterior únicamente usé para llamar a mis padres, tecleé el número de mi hermana y a los segundos su voz sonó en el artefacto.

- ¿Luis?

-Sí, soy yo. Oye que he perdido el tren y el próximo sale a las ocho de la tarde, dile a papá que llegaré sobre esa hora ¿vale?

Mi pequeña luz |AitedaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora