Capítulo V: "No hay peor ciego, que el que no quiere ver."

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No hay nada.

Todo vuelve a estar negro.

A lo lejos, veo una luz, así que me acerco a ella.

Camine y camine, a pesar de que no veía absolutamente nada, decidí dirigirme hacia la luz, tal vez esperando llegar a algún lugar distinto a este.

Tras lo que pareció una eternidad, llegué a la luz, pero, para mi decepción, al llegar solo me encontré con tres espejos bajo lo que parece la enorme luz de un reflector, pero no parecía tener origen alguno. Los espejos eran enormes y tenían una forma rectangular. Se hallaban posicionados uno en el centro, y los otros a mi lado derecho e izquierdo, pero estaban colocados de manera que, si me paraba frente a ellos, podía ver mi reflejo al mismo tiempo en los tres espejos.

Contemple aquellos espejos y mi reflejo un largo rato, pensando y tratando de hacer memoria de cómo había llegado aquí, pero simplemente no lograba recordar; solo me acordaba de dos cosas: haber llegado al Antiguo Egipto y tras haber asesinado a varios guerreros caer derrotado; y lo que mas me intrigaba: recordaba haber sentido un terror asfixiante, que me recorría todo el cuerpo y que me paralizaba.

-Espera... Recuerdo algo más. -

Me concentré y, después de un momento, recordé algo de lo más extraño: tras haber sentido todo ese terror, sentí paz, paz absoluta, que provenía de una hermosa voz, suave como el viento, pero que a la vez, me daba fuerzas y me hacía sentir... Invencible, a pesar de todo el temor que tenía.

Me quede frente a los espejos, perdido en mis pensamientos, hasta que note algo muy extraño en ellos: mis reflejos en los espejos a mis lados habían dado media vuelta y empezaron a caminar hasta desaparecer por completo en la oscuridad. No podía creer lo que veía.

- ¿Y si no son reflejos? - Me dije a mi mismo, pero eso no parecía tener sentido.

Como si los espejos escucharan mis pensamientos, del lugar donde habían desaparecido mis reflejos, vi que comenzaron a caminar hacia mis dos personas completamente diferentes.

En el espejo a mi izquierda, note que el personaje que se acercaba a mi era una figura familiar... Seth... Ahí se hallaba parado dentro del espejo, mirándome directamente a los ojos con sus ojos completamente negros y penetrantes. Vestía de igual manera con el pecho descubierto y su paño corto, pero ahora no decía nada. Espere durante un largo rato a que se moviera o hablara, pero nada. Solo estaba inmóvil, viéndome directamente sin hacer ningún movimiento.

Luego de un rato, Seth volteo al espejo a mi derecha y, guiado por la curiosidad, voltee hacia el mismo lugar y, para mi asombro y de igual manera que con Seth, mi reflejo comenzó a caminar hacia la profundidad de la oscuridad, y luego, desapareció en ella, dejando que de aquel lugar donde desapareció, saliera otra figura que, lentamente, comenzaba a caminar hacia mí. Era un hombre de estatura alta, su cabello era corto a los lados, pero largo y desordenado en su parte superior; de color blanco, pero con mechones negros por todas partes, y, de igual manera, sus cejas también eran del mismo color negro. Tenía un parche negro en su ojo derecho, mas su ojo izquierdo era muy interesante: todo el iris era de un color blanco como la nieve, del mismo tono que su cabello. Su rostro era delgado, pero de una tez un poco morena. Vestía un saco negro desabrochado, y debajo de él, una playera separada en dos colores de manera vertical: color negro de su lado derecho y blanco de su lado izquierdo. Tenía un pantalón blanco un poco ajustado, más no demasiado, y, al final de este, tenía unas botas de color azabache.

El resto de su piel era de el mismo color que su rostro, pero lo que mas me llamo la atención es que, tenía las mangas arremangadas hasta los codos, y, gracias a esto, dejaba ver unas marcas completamente negras en sus brazos, similares a pulseras, pero tatuadas en su piel, recorriendo todo su brazo desde las muñecas hasta después de los codos, desapareciendo dentro de las mangas del saco.

Al igual que Seth, tenía la mirada perdida y tampoco se movía en lo absoluto, hasta que después de unos segundos dijo una sola cosa... Un nombre.

"Caín."

- ¿Caín? ¿Así se llamará? - pensé.

- ¿Tu nombre es Caín? - dije sin esperar respuesta alguna, pero, de manera sorpresiva, su boca volvió a moverse y dijo:

"Así es, Caín... La acción."

- ¿Acción? ¿A qué te refieres? - pregunté.

Su mirada se volteó hacia mí y viéndome directamente a los ojos, dijo, lleno de lágrimas:

"Lo... Lo siento... E..."
- ¿Por qué lo sie-

No pude terminar mi pregunta cuando, de repente, sentí un dolor punzante en el pecho... Miré hacia el lugar de donde provenía el dolor y, pude ver totalmente aterrorizado, cómo una enorme lanza se enterraba profundamente en mi pecho, atravesándome el corazón.

Provenía del espejo de Caín, quien me miraba fijamente con un rostro cubierto de lágrimas y lleno de dolor. Desenterró la lanza, y la jalo hacía con él. Después de esto, simplemente y de la nada, el espejo donde se hallaba se destrozó en lo que parecía una pequeña explosión, dejando caer miles de trozos de vidrio sobre aquel suelo oscuro. Y así, cayendo al mismo tiempo que con los cristales, me encontraba yo, golpeando el piso fuertemente, más sin hacer el menor ruido.

Sentía como a cada segundo que pasaba, mi tiempo se agotaba y yo no podía hacer nada para evitarlo... Solo esperar.

Giré mi mirada hacia el espejo donde estaba Seth, quién, para mi sorpresa, también se hallaba con un corte atravesando su pecho y corazón, y por ello, estaba desangrándose. Pero... El seguía de pie... Riendo... Mirándome como si disfrutara del sufrimiento de ambos. Reía y reía hasta que, de un segundo a otro, su espejo también explotó en pedazos.

Por último, y haciendo mi mayor esfuerzo, voltee hacia el espejo donde se suponía que debía estar mi reflejo, pero, justo al mirar, este también exploto, pero, en vez de caer los pedazos de vidrio, se quedaron flotando sobre mí... Y, mientras los veía, I.S apareció tras de ellos y, con su enorme ojo, me miraba y decía:

I.S- Ya viste todo lo que necesitabas, ¿por qué esa expresión de angustia?

Lo miré directamente, y sabiendo que mi hora había llegado, cerré los ojos y dije con mi último aliento:

-No hay peor ciego, qué el que no quiere ver. -


I.SDonde viven las historias. Descúbrelo ahora