Estábamos en tu tercer día desde que naciste, hoy era mi alta.
No quería irme del Hospital, las enfermeras y los médicos fueron muy buenos y atentos.
No quería volver a casa, no quería enfrentar la realidad.
Tu eras parte de ella, pero la diferencia era que eras como la esperanza
Te vi en la cuna donde te dejaba cuando dormías y no podía cargarte, dormías plácidamente y tenías una ropita que compre con mucho esfuerzo. Ese conjunto verde manzana te quedaba hermoso, tu piel rosada resaltaba con el pijama y tus pestañas tocaban tus pómulos, eran largas.
En ese instante empezaste a moverte un poco y supe al instante porque, era tu hora de comer
Cada tres horas debías comer, si o si, a veces llorabas una media hora antes y yo me desesperaba.
No me gustaba verte así, tu llanto era muy lastimero y dolía mi pecho, por ende trataba de tomarte y cantarte o tararearte para calmarte.
Funcionaba, milagrosamente
Después de media hora de cantarte o tararearte te daba de comer, eras un niño hambriento, como todo bebé.
Amaba cada parte de ti, tocaba tus pequeño pómulos con mis dedos, eran suaves y tus mejillas gorditas.
Eras mi felicidad
Y siempre lo serás
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Isaías
Historia Corta¿Que pensarías si te digo que a esta historia no la narra el protagonista?