Capítulo 4

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Capítulo 4

Acomodó su vestido de flores antes de ponerse la chaqueta de jeans y las bailarinas, se miró otra vez al espejo para estar segura que el bonito peinado que su madre le había ayudado a hacer no se hubiera estropeado.

Más de dos semanas habían pasado y no había vuelto a ver a Dante con esa chica otra vez, estaba segura que ya no se veía con ella porque todo estaba excelentemente bien. Hablaban por chat todo el tiempo —a no ser que él estuviese ocupado con la universidad o el trabajo—, se veían cada que él podía y había ido por ella a la escuela casi todos los días y ese día —el cual Dante tenía libre— la había invitado al cine.

Salió de su habitación en cuanto escuchó el timbre pero antes de bajar las escaleras Hans salió de la habitación con cara de angustia.

—¡Lara! Eres mi salvación —el hombre volvió a entrar a la habitación para luego salir con su teléfono en la mano—. El maldito teléfono no me deja entrar a Internet. Ayúdame princesa ¿si?

Lara sonrió y tomó el aparato. Hans era el ser más anti tecnológico que conocía, cambiaba de teléfono cada dos meses ya que siempre los estropeaba y ni que decir de las computadoras, simplemente lo electrónico no era su fuerte.

Su mamá le presentó a Hans cuando tenía cuatro años y un año después vino a vivir con ellas, aunque él siempre le gustó, en un principio estaba asustada, muchos de los niños del preescolar al cual iba decían que los nuevos novios de sus padres eran malos con ellos y ella temía que Hans fuera de esos. Pero ese hombre grande e increíblemente fuerte no era malo, de hecho dejaba que ella le hiciera peinados a su cabello largo y se sentaba a jugar al té con ella, jamás la regañó ni le gritó. De hecho una vez pensó que si no tuviese a su papá le habría gustado que Hans lo fuera.

—Listo, le habías borrado el APN —Hans la miró como si estuviera hablando en chino—. Olvídalo, solo responde los mensajes —dijo riendo.

—Es bueno tener un a hija que sabe de estas cosas —dijo el hombre antes de besar su frente. Lara sonrió porque ahora que lo pensaba, Hans si era su padre. Jamás la había hecho sentir como si no perteneciese a la familia que había formando con su madre y nunca hacía diferencias entre ella y Damián.

Era afortunada, tenía dos papás.

—¡Lara, Dante esta esperando por ti!

—¡Damián, te dije que le avisaras, si era por gritar lo habría hecho yo! —ella y Hans soltaron una carcajada al unísono, su padrastro pasó uno de sus enormes y pesados brazos por su hombros antes de comenzar a bajar las escaleras hasta llegar a la sala donde su madre y Dante tenían una expresión seria que la desconcertó.

—Hola, chispitas —Dante le sonrió y ella hizo lo mismo.

Se despidió de su familia antes de caminar hacia la puerta con Dante tras de ella.

—Recuerda lo que te dije, Dante. Confío en ti —Lara frunció el ceño al escuchar a su madre, ella siempre le pedía a Dante que tuviese cuidado cuando salía con ella pero tenía la sensación que esta vez no solo hablaba de tener cuidado al conducir.

—¿Qué fue eso? —preguntó una vez salieron de su casa y caminaban hacia el auto del chico.

—Una madre preocupada de que su hija salga con su vecino —respondió Dante—. No pongas esa cara, chispitas. Solo me pidió que tuviese cuidado al conducir, no te dejara sola en ningún momento, no te lleve a lugares no aptos para ti y que no lleguemos tarde —omitió la extraña pregunta que la madre de Lara le hizo.

No entendía por qué Marie le había preguntado de qué manera quería a Lara, como si no fuese obvio. La quería como si fuese su hermana, solo quería protegerla y que nada malo le sucediese.

El primer amor de Lara Donde viven las historias. Descúbrelo ahora