SÉPTIMA NOTA VII

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Paula, es aquí donde empezó la aventura de nuestras vidas…

Eran casi las diez de la mañana, acababa de cortar la llamada de Luis. Apretaba el teléfono celular en mis manos; éstas temblaban, yo tenía calor. Con furor lancé el aparato frente a mí y éste se estrelló ruidosamente contra la pared; se desbarató, sus piezas cayeron por toda la habitación. Estaba indignada, Luis me propuso ser su novia a cambio de no revelar mis bajos secretos. Confundida y llena de dolor por lo vívido últimamente me vi acorralada y acepté.

Guiada por un fuerte impulso corrí a la estantería que estaba al lado de la ventana, saqué la caja de un videojuego de Star wars que nadie jugaba y en el fondo, escondida, encontré una cajetilla de cigarrillos. Fumar era un vicio que adquirí cuando dejé la casa de mis padres, hace dos años. Si me sentía angustiada, me refugiaba en ello o algunas veces el alcohol. Pero era algo de lo que mis padres no tenían idea, por eso estaban los escondites, por si alguna vez alguno de ellos hacía una visita sorpresa a mi apartaestudio.

Debo admitir que por esos días fumé por montones.

Encendí el cigarrillo y esta vez no salí a fumar al balcón. Era muy tentador contemplar la idea de lanzarse al estar parado al filo de tan vasta altura sintiéndome tan despreciable como lo hacía en ese momento. Pero a conciencia yo no quería morir todavía, no era el momento porque aún estaba empeñada en encontrar respuestas a mis cuestiones, las ansias de conocer algo más invadían mi ser y no le daban el permiso para rendirse.

¿Cuando soplas un diente de león, sabes a dónde va cada uno de los vilanos de su flor? ¿Cuando hieres a alguien, puedes curarlo sin dejar cicatriz? Y, ¿Si haces trizas un corazón, es posible juntar cada una de sus piezas? Pasé la tarde monologando, con mi cuerpo extendido en el suelo del estudio, sin retirar la vista del techo blanco. Me lamenté, lloré, golpeé, reclamé y grité hasta que mi garganta empezó a doler. Habían unas palabras que rondaban en mi cabeza desde la mañana, cuando fui a comprar el desayuno. Una viejita conversaba con una joven sobre la biblia, en el paradero. Lo que alcancé a escuchar fue cuando leyó un versículo que decía: “Porque cualquier cosa que el hombre esté sembrando, esto también segará”. Cuando la escuché sentí una punzada en mi interior, una voz me decía que eso se aplicaba a mí. Estaba recibiendo el mal que sembré, había jugado con los sentimientos de los hombres que se fijaron en mí y ahora estaba metida en un serio problema.

—Nunca se recogen uvas de un Manzano ¿Verdad? —razoné.

Y en ese momento una gran idea se posó en mi cabeza. Una que le daría tranquilidad a mi ser. Salí corriendo.

Debía sembrar semillas excelentes.

Pero al entrar a la habitación de hospital, donde el día anterior vi a Paula, estaba vacía. Las sábanas habían sido cambiadas. Y en mi mente apareció la imagen que me hizo huir de allí, la que me hizo dejarla sola, imaginé que Paula había muerto, solo que ahora era real.

Una escalofriante sensación recorrió mi interior y mi respiración cambió, perdí la fuerza y caí de rodillas, las lágrimas se hicieron evidentes y toda partícula de esperanza se esfumó. Sentía que me moría porque el aire se hacía irrespirable.

—¡Sálvame, sálvame Dios mío! Porque toda oportunidad la he despreciado. He arruinado mi vida y estoy sola porque así lo he querido, he sido egoísta a pesar de que recrimino al que actúa con egoísmo. Y me odio, siento que no valgo nada pues nada he logrado en estos años de vida. Estoy vacía, estoy rota, estoy sola, me siento infinitamente sola aun cuando tengo toda la atención sobre mí.

➴ Lo que nunca te dije Paula - #SummerA2018Donde viven las historias. Descúbrelo ahora